Calacas de Fernando Robles, entre altar tradicional y mural
La obra del artista sonorense fue presentada durante el fin de semana en San Ángel
Calacas que ríen, que lloran, comen, beben y bailan son algunos de los personajes que conviven en las pinturas de Fernando Robles (Sonora, 1948), quien introduce a través de sus coloridas obras al folclórico mundo de los muertos.
Una casa de la colonia San Ángel se convirtió en una galería de arte que alberga los murales del pintor sonorense. Adornada con manojos de cempasúchil, velas y fotografías, se exhiben las obras de la colección Ofrenda de Muertos, compuesta por seis murales y ocho cuadros.
La acertada disposición del espacio permite resaltar los inmensos murales en las paredes y complementarlos con piezas que cuelgan de las columnas, cuadros que amenizan el ambiente con las posturas y expresiones propias de sus personajes alegres.
Las calacas de Fernando Robles son festivas: celebran la vida y la muerte. Las acompañan elementos típicos de la cultura mexicana y, en particular, de la tradición del Día de Muertos: pan de muerto, pulque, pirulís, elotes y sandías repartidos en los cuadros.
Entre las calacas que ha creado figuran tehuanas que están ataviadas con coloridos vestidos de olanes; otras más navegan en una trajinera sobre el canal de Xochimilco, rodeados de aguas diáfanas y limpias que ya no existen. “La tradición de aquí es de un folclor muy rico. Me impregné de eso y termine haciendo dibujos que retoman la cultura; es jugar con la forma pero sin perder la identidad popular”, comentó el pintor.
“No quiero mandar un mensaje prefabricado sobre la fiesta de muertos, que es muy colorida y con cierta candidez. Por eso a la tragedia le damos un matiz, y es eso lo que nos blinda sobre lo que puede ser terrible para otros”, dijo.
El origen de esta Ofrenda de muertos se remonta al mural que Robles concibió como una denuncia por la deforestación. “Lo pinté sobre una barda para juntar a la gente, pero el dibujo interesó mucho y lo enriquecí. Le agregué detalles como flores de cempasúchil y terminó por ser un mural, una ofrenda”.
Su principal influencia para crear estas obras es el pintor mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913), que trascendió por sus grabados sobre calaveras y catrinas. La herencia de Posada es evidente: se refleja en la idea de las calacas como origen de lo humano, del juego entre la vida y la muerte, de la idiosincrasia mexicana. “Las calacas representan los dos extremos: la vida y la muerte. Si estamos vivos, podemos festejar la muerte”.
Dos tradiciones. Margarita Álvarez, diseñadora de interiores que dispuso de estas obras, dijo: “Quiero dar a conocer el trabajo de Fernando, porque es un gran muralista y tiene obras magníficas. Tengo un gran interés por promover las tradiciones ancestrales de México, dejar de lado eso de Halloween, que los artesanos de México tengan la promoción de su trabajo para que rescaten y tengan estas piezas. Esta obra es muy apta para una ofrenda de muertos”, puntualizó.
Sin embargo, Fernando Robles considera que la festividad de Halloween no está peleada con el Día de Muertos sino que, por el contrario, la nutre: “Nuestra cultura es un sincretismo maravilloso: es la fusión de muchas culturas. La bendición de los mexicanos es que nos nutrimos de todo, nos apropiamos de todo. Eso es lo festivo. Nada se pierde; todo se transforma”.
Todo sucede en La Pulquería de Robles. En este mural, que discurre por los suelos de distintos salones de una pulquería, hay berrinches, cortejos, parrandas, reclamos, bailes; plasma las costumbres y tradiciones de la clase popular mexicana del siglo XIX. “En las pulquerías nació la Revolución Mexicana. En las cantinas se juntaban, gracias al pulque, y sacaban todo lo que necesitaban sacar”.
La muestra Ofrenda de muertos se expuso durante tres días y se pusieron a la venta varios cuadros del artista sonorense.