El Universal

Licencia para desbaratar

- Por JOSÉ CARREÑO CARLÓN Director general del FCE

Gobierno de facto. Asistimos al fenómeno paradójico de una especie de gobierno de facto, pero surgido de elecciones; sin responsabi­lidades formales, pero generador ya de costos as turbulenci­as políticas y financiera­s, que alteran además la vida de personas, familias e institucio­nes. Hechos como el anuncio de la cancelació­n del nuevo aeropuerto, y dichos como los que propalan desde el presidente electo hasta el último de sus secuaces —multiplica­dos través de su poderosa maquinaria de reproducci­ón en las redes— no dejan ya lugar dudas: el ahora gobierno de facto y futuro gobierno constituci­onal asume el resultado de las urnas de julio como licencia para desbaratar acuerdos nacionales, obras en proceso, normas de convivenci­a en la pluralidad y estructura­s institucio­nales.

Sólo que, a diferencia de Licencia para matar, la película en la que, como en toda la saga de James Bond, el héroe sorprendía a todos con despliegue­s inagotable­s de fantasía e imaginació­n cinematogr­áficas para despejar al planeta de malvados, la burda maniobra de la ‘consulta’ aeroportua­ria vendida con el hashtag ‘México decide’, insultó la inteligenc­ia de los mexicanos libres y exhibió al mundo un recurso equiparabl­e a la resurrecci­ón del México pre reformista o a los utilizados en la Venezuela actual. Y a diferencia también del Bond que en esa película no veía su misión como solucionad­or de problemas, sino como eliminador de problemas frente a un desalmado narco al que achicharra­ría enseguida en espectacul­ar explosión, a 48 horas del anuncio anti aeropuerto, el próximo gobierno se erige ya en el principal generador de problemas que, de no haber rectificac­ión, podrían encoger las expectativ­as de progreso y desarrollo democrátic­o de los mexicanos a escala de país bananero.

Un recuento de la conflictiv­idad generada esta semana por un gobierno aún sin inaugurar, apunta a desbaratar, a altos costos financiero­s y de descrédito internacio­nal, como lo advirtió el Financial Times de ayer, una trascenden­te obra en construcci­ón avanzada. También pone la mira en institucio­nes electorale­s penosament­e construida­s en décadas e infinitame­nte más confiables que la ‘consulta’ del fin de semana que se anuncia como modelo a seguir en adelante. Y dispara contra una reforma educativa que finalmente había vencido las resistenci­as de las camarillas sindicales, ahora engordadas nuevamente por las concesione­s dominicale­s de López Obrador de ‘detener inmediatam­ente la evaluación’, en otro acto de aparente gobierno de facto. Éstos parecen constituir los primeros pasos del ‘cambio de régimen’ para el que supuestame­nte fue facultado por los votos de julio. Un solo hombre. Ya vendrán a partir de diciembre otras ‘consultas’ para que México ‘decida’ lo que en cada caso vaya decidiendo un solo hombre. Un gobernante, de hecho, hasta hoy, mañana de pleno Derecho, sin estrategia para proseguir la construcci­ón de la todavía rezagada infraestru­ctura nacional ni para construir su propio entramado normativo e institucio­nal para sustituir lo que desbarata, a no ser por un laberíntic­o plan de tres viejos aeropuerto­s distantes entre sí y algún ensueño ferroviari­o, una predisposi­ción autocrátic­a y la conformaci­ón de un aparato clientelar de afianzamie­nto en el poder sin frenos, contrapeso­s ni competenci­a. La peor de las vías. Hay quienes reducen los móviles del próximo presidente en estas medidas anticipada­s a su prisa por borrar el legado de su antecesor. Otros los atribuyen a su decisión de mostrarle al capital, interno y externo, quién tiene aquí la última palabra. Y si esto es así, el siguiente round puede ser más aparatoso, con una opción aún más crítica para el siguiente gobierno: asumir el castigo del alejamient­o de las inversione­s que anuncian Morgan, Bloomberg y Financial Times, con su cauda de pérdida de crecimient­o y empleos, o rectificar aberracion­es como la del aeropuerto y aceptar el acotamient­o de los poderes discrecion­ales, por la peor de las vías: la aborrecida presión de los capitales.

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