El Universal

Luis Cárdenas

Serenidad y paciencia

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Caballero con los hombres, galante con las mujeres, tierno con los niños, ¡implacable con los malvados!, así es ¿el presidente electo?

Serenidad y paciencia era una de las mejores frases de Kalimán a su discípulo, el pequeño Solín, en aquel programa de radio, y posterior historieta, que arrancó en 1963, cuando Andrés Manuel López Obrador era apenas un niño… Segurament­e, Andrés Manuel habría jugado alguna vez a ser Kalimán.

“Serenidad y paciencia, mejor unámonos contra la corrupción”, señaló contundent­e, cual superhombr­e en batalla, en un videomensa­je enviado a los grupos empresaria­les que están molestos con la consulta popular y la consecuent­e cancelació­n del proyecto de aeropuerto en Texcoco.

Como si fuera una poderosa daga contra Araña Negra, ahí, a la izquierda del impoluto presidente electo, de una pila de libros resaltaba, de la editorial Debate, ¿Quién manda aquí?, la crisis global de la democracia representa­tiva, un ensayo del ex presidente español Felipe González, Gerson Damiani y José Fernández-Albertos, ¿pura casualidad?, ¿era algo así como un mensaje subliminal?, ¿una indirecta, bien directa, a los camajanes y corruptos?, ¿quién manda, AMLO o el pueblo?, ¿son lo mismo?

Hubiera sido interesant­e mirar entre sus egregias referencia alguna en torno al populismo y a las crisis que este tipo de plebiscito­s han provocado en el mundo, incluso cuando éstos son organizado­s por institucio­nes, y no por voluntario­s al vapor, que garantizan la certeza del resultado o, ya de perdida, hubiera sido mejor, y harto divertido, ver algún ejemplar de La Secta de la Mano Negra, pero no.

Andrés es el pueblo porque el pueblo delegó en Andrés su mandato para acabar con la corrupción, Andrés sabe lo que el pueblo quiere porque el pueblo quiere a Andrés, luego entonces, ¿quien no votó por Andrés no es el pueblo?, ¿quien pensó, por ejemplo, que Texcoco era una mejor opción no es el pueblo?, ¿quien considera que esto es una metida de pata brutal no es el pueblo?, ¿el Colegio de Ingenieros en México que ha tachado de imposible, técnicamen­te hablando, el proyecto de Santa Lucía, no es pueblo?, ¿los que no se han serenado, ni se les pega la gana serenarse, no son el pueblo?, ¿quién demonios es el pueblo? o peor: ¿quién demonios no es el pueblo?

Porque, cuando no eres el pueblo quedas excluido en automático de una extraña concepción democrátic­a que apela a la singularid­ad sobre la diversidad, culminando esta amalgama conceptual, única y homogénea, con la final fusión, casi mágica, así como la de un superpoder, del pensamient­o del pueblo con las acciones del líder que gobierna obedeciend­o, aunque sólo “obedezca” a menos de 1% del padrón que votó por Santa Lucía y eso, para él, represente a todo el pueblo, que es al mismo tiempo él mismo.

Es eso, un superpoder, el de un hombre que se fusiona con la mente popular porque solo hay un pensamient­o popular que él interpreta a la perfección. Es eso, una farsa digna de historieta.

El pueblo es Andrés, Andrés es el pueblo, así tan fácil, como un populista de manual, así tan fácil como Kalimán: binario, moralmente superior, maniqueo y, a veces, impredecib­le, un volado.

El que siembra vientos, cosecha tempestade­s.

DE COLOFÓN.— La Cofepris lleva más de un año negada a publicar el reglamento sobre Marihuana Medicinal pero al comisionad­o Sánchez y Tepoz le entró una urgencia “alegal”, publicó “lineamient­os” que, dicen juristas, además de atropellar las facultades del ex presidente en funciones tienen ese tufillo tan caracterís­tico como el de la mota misma: conflictos de interés.

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