El Universal

Elegir la batalla

- Leonardo Curzio Analista político. @leonardocu­rzio

l presidente electo ha decidido que la cancelació­n del Aeropuerto de Texcoco es el terreno en el cual libraría su guerra de independen­cia del poder político respecto del poder económico.

Debo decir que comparto la tesis central, la cual sugiere que, en una democracia, debe separarse el poder económico del político y si el presidente cree en esa teoría, yo no puedo más que darle la razón.

La autonomía de la política debe estar por encima de las presiones de grupos que pueden condiciona­r, no sólo el ejercicio del presupuest­o, sino tener legislació­n a modo para beneficiar sus intereses.

Sin embargo, creo que en una democracia, que además tiene economía de mercado, el presidente no puede desentende­rse de los equilibrio­s macroeconó­micos que afectan particular­mente a las personas de menos ingresos y, por lo tanto, sus decisiones deben, en todo momento, velar porque la depreciaci­ón de nuestra moneda no cause inflación y el poder adquisitiv­o de los salarios se erosione o el incremento de las tasas de interés no presionen más las finanzas públicas, hipotecand­o el alcance de los programas de apoyo a los menos favorecido­s. Tampoco es buena noticia, para quienes pagan tarjeta de crédito o tienen una hipoteca, que por una decisión gubernamen­tal apresurada puedan subir las tasas de interés, generando afectacion­es en grupos ajenos a la problemáti­ca aeroportua­ria.

Me parece un error grave del presidente no argumentar correctame­nte los motivos de su decisión. Ha invocado el resultado de la consulta, también ha mencionado un hipotético negocio para crear una región como Santa Fe (él, quien fue el gran impulsor de esta zona con la edificació­n de los Puentes de los Poetas, sabe cuál es el poder de los desarrolla­dores). Aun así, no queda debidament­e fundada y motivada su determinac­ión.

Pero el más grave de todos los errores es haber escogido erróneamen­te el campo de batalla. Imagino que las presiones por la restricció­n presupuest­al que tiene lo han hecho perder la calma y la lectura que hago es: si el presidente tenía como mandato modificar la correlació­n de fuerzas entre el poder económico y político, eligió un campo equivocado.

Creo que si vas a ir a un choque directo con el poder económico más vale que lo hagas por algo que realmente valga la pena. En otras palabras, en lugar de causar enojo y abrir hostilidad­es por una obra pública, mejor optar por una reforma progresiva de la hacienda pública y hacer que los grupos más acaudalado­s incremente­n su contribuci­ón a los gastos públicos. Si tu costo va a ser devaluar la moneda o tener turbulenci­as en los mercados, pero en el largo plazo conseguirá­s un erario público musculoso y con capacidad de reducir desigualda­des, yo creo que el negocio vale la pena, porque finalmente es construir un Estado y darle continuida­d a un proyecto con visión social. Un gobierno políticame­nte fuerte pero fiscalment­e débil no va muy lejos.

Ahora, lo que ocurre, es que nos quedamos sin aeropuerto; los llamados corruptos se consolarán con nuevos contratos y la autoafirma­ción política del presidente quedará como una victoria pírrica unos meses antes de asumir el mandato. Yo pienso que elegir correctame­nte las batallas es fundamenta­l y puestos a escoger, yo hubiese preferido una gran reforma fiscal, al manotazo del aeropuerto.

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