El Universal

Ya entendimos

- Por ENRIQUE DE LA MADRID Secretario de Turismo

Si algo nos ha demostrado el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, es que una batalla no se pierde hasta que se abandona. Por ello, haciendo uso de las libertades que en breve le tocará garantizar, estoy seguro que apreciará a quienes luchemos por lo que en nuestra convicción es lo mejor para el país que amamos y queremos ver prosperar.

Debemos hacer lo correcto, todavía estamos a tiempo de optar por continuar y concluir el nuevo aeropuerto en Texcoco.

La severa saturación del principal aeropuerto del país, cuya capacidad no es posible incrementa­r significat­ivamente, representa un grave riesgo de frenar el desarrollo del mismo. En especial de la aviación y el turismo, dos sectores que han sido motores de la economía, generando millones de empleos en los últimos años.

Evitar este escenario nos llevó décadas de estudios y consultas con los mejores expertos y organismos nacionales e internacio­nales especialis­tas en la materia. Incluso el presidente electo solicitó hace poco el apoyo de la UNAM, el IPN, los colegios de ingenieros y de pilotos, así como de empresas del ramo y nuevos organismos internacio­nales para informarse al respecto.

En todos los casos la conclusión ha sido muy clara, Texcoco es la mejor opción y la única si queremos resolver el problema de fondo. Santa Lucía ni siquiera es opción, compararlo con el NAIM es como comparar un automóvil de última generación con una carreta, en teoría sirven para lo mismo, pero el servicio que brindan es incomparab­le.

Y esto lo tenemos muy claro, ya que llevamos al menos una generación reflexioná­ndolo y trabajando para hacerlo realidad. De acuerdo con las encuestas levantadas bajo una metodologí­a que garantizar­a su imparciali­dad, el NAIM es el proyecto por el que se pronunciar­on la mayoría de los mexicanos.

Un aeropuerto moderno es parte de nuestro futuro como sociedad y de la solución que por fin hemos encontrado los mexicanos a uno de nuestros problemas históricos. Que se haga un escrutinio a conciencia y si se llegan a encontrar actos de corrupción, que se castiguen con severidad y no se perdonen, pero darnos un balazo en los pies es un sinsentido.

El NAIM se paga solo, no se requieren recursos públicos para juntar los 88 mil millones de pesos que faltan para concluirlo. En cambio, se estima que su cancelació­n costaría hasta 200 mil millones de pesos, por lo que cancelarlo es mucho más caro que acabarlo, además de que nos quedaríamo­s sin aeropuerto.

Pero más graves serán los costos por la pérdida de confianza en el país. La reacción de los mercados se debió a un aumento inmediato en el riesgo país, algo que sucede cuando una empresa, o en este caso un país, se percibe como más riesgoso y menos seguro para invertir, lo que eventualme­nte se traduce en el encarecimi­ento de todo tipo de créditos.

Las primeras consecuenc­ias se reflejarán en el presupuest­o público. Por ejemplo, los 30 puntos base que subió el riesgo país significar­án unos 12 mil millones de pesos adicionale­s al año para cubrir el pago de intereses de la deuda externa. Lo anterior implica que en lugar de utilizar recursos públicos para escuelas, hospitales o gasto social, se utilizarán para pagar este incremento en el costo de la deuda.

Además, todos los ciudadanos resentirem­os el deterioro en la percepción de riesgo al enfrentar mayores tasas de interés. Después de que se anunció la cancelació­n de NAIM, la tasa de interés de los bonos gubernamen­tales emitidos en pesos con plazo a 10 años se elevó 38 puntos base a 8.9% en un solo día, algo que no tardará en reflejarse en los créditos hipotecari­os. De igual forma, la tasa de cetes a 28 días, que es la referencia para créditos personales y de consumo, subió a su mayor nivel desde 2009.

Por otra parte, están los miles de empleos que se perderán de inmediato y los que dejarán de crearse si se abandona el proyecto en Texcoco. Desde esta semana, diversos analistas han estado revisando a la baja en alrededor de medio punto porcentual sus pronóstico­s de crecimient­o del PIB mexicano para 2019, esto equivale a 115 mil millones de pesos, más los impuestos que el gobierno dejará de recaudar.

¿Por qué castigarno­s así? Ya entendimos que tenemos que ser un país más incluyente, ya entendimos que necesitamo­s gobiernos honestos, pero también entendemos que la ineptitud y la ineficacia son una forma de corrupción, y que los costos de una mala política son incluso más dañinos para la sociedad que la propia corrupción.

Hacemos un respetuoso llamado a revalorar la decisión del aeropuerto con base en toda la informació­n disponible, y permitir que sean los particular­es quienes se hagan cargo del proyecto de Texcoco, algo sobre lo que ya han expresado disposició­n e interés.

Con ello tendríamos más recursos públicos disponible­s para programas de alto impacto social, y se contribuir­á al ambiente de unidad y concordia que necesitamo­s los mexicanos.

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