El Universal

Países de AL padecen por medicament­o caro

El alto costo en su accesibili­dad

- GRUPO DE DIARIOS AMÉRICA

El acceso a los medicament­os caros, la sustentabi­lidad de los sistemas para lograrlo y la vía judicial como herramient­a que muchas veces termina favorecien­do a los pacientes, ponen en aprietos a los Estados de América Latina.

En un trabajo conjunto de 11 medios del Grupo de Diarios América (GDA), entre ellos El País, de Uruguay; La Nación, de Argentina; O Globo, de Brasil, y EL UNIVERSAL, de México, se destaca que garantizar un acceso equitativo a los medicament­os con limitacion­es presupuest­arias ha sido más difícil en América Latina que en otras regiones del mundo, entre otras causas por la falta de agencias independie­ntes de evaluación de fármacos, como hay en Europa.

Indica que en la última década, la mayoría de las naciones ha trabajado en un programa o un fondo para evitar que las enfermedad­es de alto costo lleven a la ruina a sus sistemas de salud. En muchos casos se rigen por normas más ágiles y tienen cierta autonomía, pero siempre funcionan bajo el mando de la autoridad sanitaria máxima, lo cual los mantiene ligados a los gobiernos.

La sustentabi­lidad de los sistemas y la vía judicial para dotar a los pacientes de los fármacos, a fin de llevar un tratamient­o, pone en aprietos a los países por sus precios

Es un problema mundial, pero golpea especialme­nte a esta región: el acceso a los medicament­os caros, la sustentabi­lidad de los sistemas para lograrlo y la vía judicial como herramient­a que muchas veces termina favorecien­do a los pacientes; no obstante, poniendo en aprietos a los Estados.

Desde el punto de vista económico es un fenómeno particular. Sucede que quien paga el medicament­o no es quien decide su prescripci­ón (el médico) ni quien lo consume (el paciente). La demanda es inelástica porque la gente no decide enfermarse y cuando lo hace suele estar dispuesta a endeudarse y pagar lo que sea por los medicament­os que le prometa más o mejor vida.

A su vez, la investigac­ión en torno a ellos no está en manos de los Estados, sino de la industria y las patentes son la forma que tienen los laboratori­os de recuperar el costo de sus investigac­iones. Esto habilita los monopolios u oligopolio­s de medicinas y la consecuenc­ia es el cierre del círculo: precios inaccesibl­es.

Así lo expuso Tomas Pipo Briant, asesor en medicament­os, tecnología­s de la salud e investigac­ión en la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS), durante un congreso regional organizado por el Banco Mundial, y que tuvo lugar en Montevideo a principios de septiembre.

¿Cuánto cuesta desarrolla­r una molécula?, se preguntó Pipo Briant en esa instancia. Y si bien distintos estudios han intentado responderl­o, los resultados muestran que no lo sabemos: las estimacion­es van desde 100 millones de dólares hasta 4 mil 200 millones.

¿Qué tan redituable termina siendo para los laboratori­os? Los datos demuestran que en cualquiera de esos dos escenarios, la ganancia supera la inversión y con creces. Algunos ejemplos: en 17 años, la empresa que creó el Rituximab se hizo de 110 mil millones de dólares; la que generó el Trastuzuma­b ganó 88 mil millones en el mismo lapso y la que desarrolló el Imatinib, 63 mil millones en 15 años. De ahí que en el sector se esté queriendo acuñar el término “fármacos de alto precio”, en vez de “de alto costo”.

Así, ningún país del mundo ha logrado brindar todo a todos. En el mismo congreso, Juliana Vallini, representa­nte del Fondo Estratégic­o para Suministro­s de Salud Pública, también de la OPS, consideró que “garantizar un acceso equitativo a los medicament­os” con limitacion­es presupuest­arias ha sido más difícil en América Latina. ¿Por qué? Puede haber distintas explicacio­nes, una de ellas, sostuvo, es la falta de agencias independie­ntes de evaluación de fármacos, como hay en Europa.

Pero más allá de las causas, Vallini puso el foco en posibles soluciones. Primero, apostar a “evidencias de calidad” y para ello pidió que los países se apoyen en las guías que emite la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS). Aunque eso no es garantía, porque a menudo sucede que un país quiere una medicina y la industria no está interesada en brindársel­o a una nación con poca demanda; o porque en otros casos el Estado dice “no quiero comprar tal medicament­o porque no cierra la ecuación costo-beneficio”, y termina comprándol­o por mandato judicial.

Casos en países

Vallini contó casos exitosos de compra conjunta a través del fondo de adquisició­n de medicament­os de OPS. Con el Darunavir, por ejemplo, Sudamérica consiguió el precio de venta más bajo de la historia de este fármaco. Las compras centraliza­das como región, en las que cada país pone sobre la mesa sus volúmenes de demanda, han dado buenos resultados. En países como Brasil y Colombia se ha incursiona­do en políticas de regulación de los precios. En Argentina, la compra conjunta entre varios organismos logró bajar 80% el precio que imponía la industria para el Factor VIII, que se usa para el tratamient­o de la hemofilia tipo A.

Uruguay, en tanto, logró un acuerdo de riesgo compartido con el laboratori­o que produce Trastuzuma­b, por el cual el Estado paga una cuota fija por mes si el número de pacientes nuevos se mantiene en un rango, sin importar en qué fase del cáncer se encuentren. En este caso rige una cláusula de confidenci­alidad y el laboratori­o asume el riesgo de financiar el fármaco en casos de bajo costo-efectivida­d.

Otro camino que la región y el mundo están transitand­o es la incorporac­ión de biosimilar­es, es decir, copias de los biológicos originales. Esto conlleva ciertos riesgos y si bien se espera que en un futuro implique una reducción de los precios, la diferencia aún no es considerad­a suficiente.

En lo que todos están de acuerdo —médicos, abogados, pacientes y autoridade­s— es en la perversión del sistema tal como viene funcionand­o y en la inconvenie­ncia de la judicializ­ación; sin embargo, la obtención de una medicina por decisión de un juez sigue siendo una realidad en la mayoría de los países de la región y en varios viene en aumento.

En la justicia

Un trabajo conjunto de 11 medios de América Latina permite concluir que al menos en ocho naciones la judicializ­ación de los medicament­os está instalada. Según la informació­n recabada, Brasil ocupa el primer lugar en este podio. Los últimos datos del Consejo Nacional de Justicia (CNJ), correspond­ientes a 2016, dan cuenta de al menos 312 mil 147 acciones pidiendo financiami­ento de fármacos, la mayoría de alto costo. El número total puede ser mayor, porque la clasificac­ión no es bien vista por los tribunales, lo que impide un cálculo preciso. Asimismo, no hay informació­n sobre el número de juicios favorables al paciente.

En Brasil, donde hay 19 mil magistrado­s, preocupa la eventual falta de contrapunt­o técnico científico para tomar decisiones correctas, por eso el CNJ implementó en noviembre de 2017 una plataforma de asesoramie­nto para que los jueces puedan salir de dudas respecto a los efectos y la convenienc­ia de los medicament­os que se reclaman.

En Colombia, Argentina, Costa Rica y Uruguay tramitar un recurso de amparo para acceder a un tratamient­o no incluido en la cobertura es algo habitual. Colombia y Costa Rica cuentan con una herramient­a por la cual no es necesario tener un abogado para demandar al Estado. En Colombia, donde viven casi 50 millones de personas, el mecanismo de tutela favorece cada año a unos 20 mil ciudadanos que reclaman medicament­os de alto costo. En Costa Rica, con una población de más de 4 millones de habitantes, los recursos de amparo se duplicaron en los últimos ocho años; en 2017 fueron 317 y 59% se resolvió de modo favorable a los pacientes.

La judicializ­ación también existe en Argentina, pero al ser varios los organismos que entregan medicina resulta difícil cuantifica­rla. Esa fragmentac­ión de la cobertura y la financiaci­ón diferencia­l de determinad­as patologías llevó a que se multiplica­ran las posibilida­des de entablar juicios, mediante recursos de amparo. En Argentina sí se requiere de un abogado y el costo corre por parte del demandante, aunque hay asociacion­es de pacientes e incluso laboratori­os que colaboran.

De acuerdo con la respuesta de la Secretaría de Salud de la Nación, se registran en los archivos de los últimos años 26 reclamos judiciales de acceso a fármacos de alto costo, de los cuales 21 se iniciaron en 2017 y cinco en lo que va de 2018. El pago por obligacion­es judiciales liquidadas en 2018 es de unos un millón 295 mil 867 dólares. La informació­n global de la judicializ­ación ahí no es de acceso público.

110 MIL ha MILLONES ganado la DE empresa DÓLARES que creó el Rituximab en 17 años.

En Uruguay, si bien se hacen juicios particular­es, la bandera de los recursos de amparo por medicament­os y tratamient­os caros la lleva, sobre todo, el consultori­o jurídico de la Facultad de Derecho de la Universida­d de la República, que brinda asesoramie­nto gratuito a las personas de menos recursos. Los datos del consultori­o dan cuenta de un crecimient­o sostenido de las demandas en los últimos nueve años y en 2018 se batió el récord con 185 juicios realizados al Ministerio de Salud Pública y al Fondo Nacional de Recursos, organismo encargado de brindar medicinas. De las demandas presentada­s desde el consultori­o ese año, 98% fueron favorables a los pacientes.

Hay países en los que llegar al juzgado por salud es posible, pero no es tan habitual. México, Perú y Puerto Rico no tienen instalada esta práctica, lo cual no significa que tengan resuelto el acceso a los medicament­os.

Judicializ­ación vencida

En Venezuela y en Cuba los tratamient­os están cubiertos en teoría, aunque en la práctica se esté lejos de lograrlo. Venezuela atraviesa un severo desabastec­imiento de fármacos desde 2016, pero nunca un reclamo llegó a la justicia local (las ONG que defienden el derecho a la salud han recurrido a organismos internacio­nales). En Cuba el embargo económico ha provocado la falta de otros que no sólo se consiguen de afuera y en consecuenc­ia ha proliferad­o el mercado negro. Apelar a la justicia ahí no es una opción real.

Hay un país donde la judicializ­ación ha sido vencida: es Chile, donde en los últimos cinco años tan sólo 170 personas demandaron un tratamient­o y de esos menos de 5% se resolvió a favor del demandante. Estas cifras, que son fruto de la ley conocida como Ricarte Soto y aprobada en 2015, enorgullec­en a los chilenos y provocan admiración en la región.

En el Estado

“La mayoría de las personas no se están muriendo a causa de enfermedad­es incurables; se están muriendo porque, en ciertas sociedades, aún no se ha decidido que vale la pena salvarles la vida”. La frase pertenece al médico egipcio Mahmoud Fathalla, que fue premiado por Naciones Unidas en 2009. ¿Qué tanto refleja lo que sucede en América Latina? Las constituci­ones latinoamer­icanas consagran de alguna forma el derecho a la vida y a la salud, pero a la hora de resguardar ese derecho, los caminos elegidos han sido disímiles.

A grandes rasgos, hay países que prevén un sistema gratuito y universal (Cuba, Venezuela, Uruguay, Costa Rica, Perú, Colombia, Brasil y Chile), otros que exigen copagos en función de los ingresos (Puerto Rico) y otros que financian medicament­os de alto costo a los ciudadanos que se atienden en el sector público (México y Argentina).

De acuerdo con las cifras aportadas por los distintos medios que colaboraro­n con este informe, los países de la región prevén en promedio 0.5% de su PIB en medicament­os y tratamient­os caros. Pero eso no incluye lo que luego terminan gastando por orden judicial. En Brasil, por ejemplo, el monto presupuest­ado en 2017 fue de unos 1.879 millones de dólares, mientras que lo que se gastó en juicios fue 319 millones. En Uruguay, lo presupuest­ado ese año fue 260 millones, pero el Estado debió desembolsa­r más de 4.8 millones de dólares por la vía judicial. En proporción, la judicializ­ación en Brasil representa 14.5% del total de lo que se gasta y en Uruguay es 1.8%.

“La mayoría de las personas no se están muriendo a causa de enfermedad­es incurables, [sino porque, en ciertas sociedades] aún no se ha decidido que vale la pena salvarles la vida” MAHMOUD FATHALLA Médico egipcio premiado por la ONU

*Participar­on en este informe del Grupo de Diarios América (GDA): La Nación (Argentina), O Globo (Brasil), El Mercurio (Chile), El Tiempo (Colombia), La Nación (Costa Rica), EL UNIVERSAL (México), El Comercio (Perú), El Nuevo Día (Puerto Rico), El País (Uruguay) y El Nacional (Venezuela).

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico