La Frontera que sueña, un concierto para todos
• Alrededor de 300 músicos tocaron en Plaza Bicentenario • El recital fue en honor a los migrantes que pasan por Tijuana
Tijuana.— Johony tiene más de 60 años, fue deportado a Tijuana hace unos 10, pero aún mantiene el acento de quien pasó casi una vida en Estados Unidos. Hoy, por primera vez, escuchó un concierto en honor suyo y de quienes intentaron cruzar la frontera: los que murieron, los que cruzaron y los que apenas van en camino.
Según cuenta, nunca había escuchado el sonido en vivo de un violín. Tampoco sabía lo que era una orquesta, sólo las conocía gracias a la televisión, nunca pensó en ir a un concierto porque creía que era impagable.
Pero Johony, como cientos de personas que pasaron ayer por la Plaza Bicentenario —situada en el centro en Tijuana, justo donde está la catedral de la ciudad— tuvo la oportunidad de escuchar a unos 300 músicos de todas las edades, pertenecientes al Centro de Artes Musicales (CAM). Algunos son integrantes de la Orquesta Sinfónica de Baja California, la Orquesta Do-re-mi comunidad y la Orquesta Red Cerro Colorado.
El concierto fue en honor de los migrantes: La Frontera que sueña. En el marco de la edición 12 del festival binacional Interzona, como una de las actividades para este año, se unieron esfuerzos con el CAM para llevar la música a las comunidades que por años fueron marginadas de la cultura.
“Es lo que la gente necesita”, dice Johony mientras sostiene una bolsa de plástico con la cena de esa noche:
“Todos somos Tijuana. Nosotros entendimos que la música clásica no puede estar encerrada en los teatros y que el problema del gusto era un problema de acceso” ALMA DELIA ABREGO Directora del CAM
una barrita de pan y queso. “¿Usted cree que yo hubiera pagado 600 o 900 pesos por un concierto?, a veces es lo que gano en una semana”.
Además de los músicos y los espectadores, “el personaje central de este concierto es el lugar”, explicó Alma Delia Abrego, directora del CAM. El escenario es la cotidianidad: una plaza donde está la catedral, donde se encuentra la señora que vende elotes y el que vende chapurrado, los que todos los días se levantan a trabajar, una especie de espacio convertido en refugio de indigentes, prostitutas y migrantes, que a veces se esconden de la policía para no ser detenidos, pero también a donde miles de familias acuden a misa.
“Todos somos Tijuana. Nosotros nos dimos cuenta de que la música clásica no puede estar encerrada en los teatros y que el problema del gusto era un problema de acceso, porque ahora resulta que con [el programa] Redes 2025 hay 21 polígonos de violencia y pobreza con los que trabajamos y han salido unos talentos de esas colonias tan difíciles”, detalló.
Abrego explica que el programa tiene como objetivo principal la formación de mejores ciudadanos, apostándole a la prevención de delito a través del arte con niños y niñas de las áreas marginadas, que son formados dentro de la música para integrar orquestas y coros.