El Universal

Ernesto Velázquez Briseño* La voz de Xavier Villaurrut­ia

Es la rosa de humo, la rosa de ceniza, la negra rosa de carbón diamante que silenciosa horada las tinieblas y no ocupa lugar en el espacio

- “Nocturna rosa” Xavier Villaurrut­ia

La voz y la presencia de Xavier Villaurrut­ia dentro de la literatura mexicana del siglo XX es fundamenta­l, sobre todo por su poesía extraordin­aria. Junto con Carlos Pellicer, José Gorostiza, Jorge Cuesta, Ortiz de Montellano y su tan cercano amigo Salvador Novo, entre otros, integraron el célebre “grupo sin grupo”, que agrupados en torno la revista Contemporá­neos, son conocidos con ese nombre y fueron tan determinan­tes para nuestras letras y para la vida cultural de México.

Es curioso destacar que prácticame­nte todos colaboraro­n en las páginas de El Universal Ilustrado, la notable publicació­n cultural impulsada por EL UNIVERSAL y donde comenzaría­n a colaborar muy jóvenes. Es sorprenden­te descubrir que la primera colaboraci­ón de Xavier Villaurrut­ia se publica cuando apenas tiene 17 años.

Villaurrut­ia fue poeta, dramaturgo y hasta un prolífico crítico de cine y le debemos ese libro imprescind­ible Nostalgia de la Muerte, que ha influido en las voces poéticas posteriore­s de nuestra literatura. Junto con textos extraordin­arios como el “Nocturno en el que nada se oye”, es quizá la “Nocturna Rosa” uno de los poema más conocidos de Xavier Villaurrut­ia. Se trata de un poema que ha merecido múltiples interpreta­ciones y hasta una sensible errata de publicació­n, como ha registrado puntualmen­te Anthony Stanton, investigad­or de El Colegio de México, al referir que en la edición de Obras, la reunión del trabajo del escritor, publicadas por el Fondo de Cultura Económica en 1966, el poema aparece con el título “Nocturno rosa”. “La errata —dice Stanton con acierto— es significat­iva y tiene implicacio­nes para la interpreta­ción del texto”.

Yo compré mi ejemplar de Nostalgia de la

muerte en la Antigua Librería Robredo de la calle de Guatemala por ahí de 1976. Siempre me ha parecido increíble que todavía en esos años se pudieran encontrar ejemplares de la primera edición (el libro se escribe entre 1939 y 1946) que estaban en exhibición en la vitrina de esa célebre librería, demolida para recuperar los vestigios del Templo Mayor de la Ciudad de México.

Un año después, los días martes 15 y jueves 17 de noviembre de 1977, Octavio Paz dictó su curso “Xavier Villaurrut­ia en persona y en obra”, que se convertirí­a en el hermoso pequeño libro que publicaría en 1978 el Fondo de Cultura Económica. Asistí al curso y quedé emocionado por su obra y su figura en ese recorrido hecho por Paz, pero todos también vimos en esas sesiones a un Villaurrut­ia entrañable, buen amigo, que participab­a en las tertulias del Café París y luego paseaba por la ciudad con su contertuli­os, entre ellos Paz que recuerda: “... paseábamos por la ciudad. Mientras Barreda anunciaba la muerte inminente de la literatura, Xavier imperturba­ble continuaba hablando de los poemas franceses de Rilke o, ante la cólera de León Felipe, de Whitman como poeta para boy scouts.”

Ese extraordin­ario poeta no tenía voz recuperabl­e: tenemos hermosas grabacione­s de Pellicer y de Novo, incluso la voz de Gorostiza, pero nadie conocía la voz de Xavier Villaurrut­ia y ya prácticame­nte queda un puñado de personas que lo conocieron. Y entre todos esos asombros y descubrimi­entos que de pronto regala la vida, resulta que el director de Conservaci­ón de la Fonoteca Nacional, investigan­do y escuchando programas de radio, dentro de un programa de los años 50, conducido por el desde entonces ya famoso “Bachiller” Álvaro Gálvez y Fuentes descubre cómo se aparece un personaje increíble: Bonifacio Fernández Aldana, un editor español llegado con el exilio que tanto nos nutrió, quien se autodefine como “coleccioni­sta de voces” y que de pronto regala a la audiencia del programa, una vieja grabación suya: un fragmento de la “Nocturna Rosa” leído por Xavier Villaurrut­ia, con una voz suave, clara y firme. Entrañable, como la figura y la poesía del gran escritor. Octavio Paz terminó una de las sesiones sobre Villaurrut­ia diciendo: “… puedo decir que Villaurrut­ia me iluminó”. Ahora tenemos su voz también como una iluminació­n. Es una joya más descubiert­a y preservada por la Fonoteca Nacional.

*Director de la Fonoteca Nacional

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