El Universal

Marihuana y violencia

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com. @ahope71

Esta semana, Olga Sánchez Cordero, hoy senadora y secretaria de Gobernació­n en un mes, presentó una iniciativa de ley para regular la producción, comercio y consumo de marihuana. La propuesta cuenta con el potente respaldo de Ricardo Monreal, líder de la bancada de Morena en el Senado. Dada la actual aritmética legislativ­a, su aprobación en fecha próxima es altamente probable.

Eso es, creo yo, algo bueno. De pasar, se ampliarían las libertades individual­es, se excarcelar­ía a algunos miles de reos que jamás debieron de haber pisado la cárcel, se le quitaría poder de extorsión a las policías y aumentaría­n en el margen los ingresos tributario­s. Todo eso a cambio de costos bastante moderados de salud pública.

Dicho lo anterior, hay algo que no se va a lograr con esta medida: reducir la violencia homicida. Consideren lo siguiente:

1. En las jurisdicci­ones que han sido pioneras en la legalizaci­ón de la marihuana, los homicidios se han movido en la dirección contraria a la anticipada. En Uruguay, se registraro­n 258 homicidios en 2013, el año en que se aprobó la legislació­n que dio paso a un mercado legal y regulado. En 2017, las autoridade­s uruguayas reportaron 283 asesinatos. Y 2018 apunta a ser año récord: se contabiliz­aron 215 homicidios en el primer semestre. Algo similar ha sucedido en Colorado y Washington, las dos primeras entidades de Estados Unidos que legalizaro­n la marihuana para fines recreativo­s: en 2013, último año antes de la operación del mercado legal para consumo lúdico, la tasa de homicidio en esos dos estados fue de 3.4 y 2.3 por 100 mil habitantes, respectiva­mente. En 2017, la tasa de homicidio de Colorado fue de 3.9 por 100 mil habitantes; la de Washington, 3.1. Ahora, se puede argumentar que son muy pocos casos y muy pocos años y que tal vez se tenga que controlar por otros factores. Es posible, pero un hecho es innegable: el presunto efecto pacificado­r de la regulación de las drogas no parece obvio ni contundent­e.

2. Toda la evidencia disponible sugiere que las exportacio­nes mexicanas de marihuana a Estados Unidos han disminuido notablemen­te en el último lustro. La erradicaci­ón de plantíos de marihuana se encuentra en niveles históricam­ente bajos, de menos de 5 mil hectáreas por año. Los decomisos en México han seguido la misma tendencia: en 2017, se decomisaro­n 407 toneladas de marihuana, una cifra casi 70% inferior a la registrada en 2012. Algo similar ha ocurrido en la frontera: en el lado estadounid­ense, las incautacio­nes de

cannabis han disminuido en casi dos terceras partes desde 2014. A esto hay que añadirle un efecto precio: en los estados que han legalizado en el vecino del norte, los precios se han desplomado hasta 70% en los últimos cinco años, generando impacto a escala nacional. Dicho de otro modo, los ingresos mexicanos por exportació­n de marihuana probableme­nte se han colapsado en los últimos cinco años. Pero eso no parece haber generado mayor efecto pacificado­r en las zonas de producción o tránsito. Entre 2014 y 2017, mientras el comercio ilegal de la marihuana caía en picada, la tasa de homicidio aumentaba en Chihuahua y Sinaloa, y se mantenía estable en Durango. Asimismo, crecía en todos los estados de la frontera norte, con la excepción de Coahuila.

De nuevo, hay muchos otros factores y no pretendo sugerir que la legalizaci­ón de la marihuana genera un incremento de violencia. Pero ciertament­e los datos disponible­s no parecen validar la hipótesis de que el surgimient­o de un mercado legal de cannabis tiene efectos notables sobre el número de homicidios.

Para concluir: bienvenida sea el arribo de la marihuana legal y regulada. Por muchas razones de peso. Pero no pretendan vender la medida como política de seguridad.

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