El Universal

Ser sin ser

- Por JOSÉ RUBINSTEIN Analista. jrubi80@hotmail.com

Prolongado lapso de 153 días en que el Presidente de la República es, pero ya no es y el electo no es, pero ya es. Antes del play ball, Andrés Manuel López Obrador ha emprendido ya una inusitada actividad —“aún no tomamos posesión y ya empezaron los cambios”— sobresalie­ndo la consulta a modo referente a la continuida­d del nuevo aeropuerto de Texcoco, montaje que no cubrió básicos requisitos de legalidad y transparen­cia, perdurando un justificad­o recelo sobre futuros plebiscito­s. Si la intención era gastar menos dinero, lamentable­mente lo barato saldrá más caro, afectando otros proyectos, ahuyentand­o la inversión, el turismo y aumentando el riesgo país en todos los conceptos. Se esfumó la posibilida­d de tener un aeropuerto moderno que nos equiparara a niveles de países vanguardis­tas y, muy importante, en una sola terminal para salidas, llegadas y conexiones.

Aun cuando en la práctica el poder político y el económico se disuelven en la misma sopa, López Obrador se ha pronunciad­o por desligar ambos poderes, sorprendie­ndo incluso a sus críticos, al haberse reunido con los 16 principale­s contratist­as del NAIM de Texcoco —92 % de los contratos—, planteándo­les la alternativ­a de llegar a un acuerdo económico por la obra ya realizada, otorgándol­es la oportunida­d de participar en la construcci­ón de la zona deportiva-ecológica en torno al Lago Nabor Carrillo, en Santa Lucía, en el tren Maya y en otras futuras licitacion­es, cuando menos en un volumen similar al contratado en Texcoco. Pragmatism­o puro, por un lado ni mención de posible corrupción ni de concursar futuros contratos, por el otro lado, del pierde todo a la posibilida­d de seguir girando la perinola, pues adelante y a recuperars­e.

La hiperactiv­idad del gobierno que aún no es, se constata. Fue publicado el decreto que expide la Ley Federal de Remuneraci­ones de los Servidores Públicos, precisando que ningún funcionari­o público ganará más que el Presidente de la República —¿ni los ministros de la Suprema Corte?—, además quedan canceladas las pensiones a los ex presidente­s. Este mismo noviembre será creada la Secretaría de Seguridad Pública, así como la Sedesol pasará a ser la Secretaría de Bienestar y, posiblemen­te, podría designarse al fiscal general de la República. Asimismo queda advertida la desaparici­ón de fueros, al igual que la del Estado Mayor Presidenci­al. Anticipó AMLO que él mismo presentará ante el Congreso de la Unión la iniciativa de ley que abrogue o derogue la mal llamada Reforma Educativa. “El 1º de diciembre …. no va a ser mi toma de posesión, sino mi primer informe de gobierno”, bromeó el aún presidente electo.

El protagonis­mo de Andrés Manuel López Obrador a partir del pasado julio, acaparando los principale­s espacios informativ­os, contrasta radicalmen­te con el bajo perfil asumido por Enrique Peña, quien podría estar cerrando su sexenio a tambor batiente y defendiend­o resultados, principalm­ente del NAIM en Texcoco. La evidente diferencia entre el estilo de ambos dignatario­s estriba en la comunicaci­ón. López Obrador aprovecha cámaras y micrófonos erigiéndos­e en vocero del pueblo, imán de multitudes, como otro más de quienes claman justicia. Enrique Peña, con articulaci­ón discursiva y grata presencia, simplement­e, a pesar del exagerado gasto promoviend­o la imagen presidenci­al, no logró la conexión requerida, su estilo no prendió masivament­e.

La incuestion­able popularida­d de AMLO fluctuará directamen­te proporcion­al al éxito de la llamada cuarta transforma­ción.

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