El Universal

Roberto Rock L.

Congreso CDMX: camino pedregoso

- Rockrobert­o@gmail.com

La Ciudad de México fue despojada de su Congreso local en 1928. Luego de 90 años y mediante cuatro reformas constituci­onales (1987-2016), se le restableci­ó apenas el pasado 17 de septiembre. Pero ahora se multiplica­n indicios de que le tomará mucho tiempo para legitimars­e como actor en la vida pública y el equilibrio de poderes.

Si no hay cambios de última hora, esta semana Ernestina Godoy —una figura forjada en la política ruda de Iztapalapa— dejará en ese flamante órgano su función como diputada y coordinado­ra de la bancada de Morena, que tiene ahí una mayoría cómoda. La relevará otro legislador morenista, el tercero designado para esa función desde julio pasado.

La señora Godoy ha sido llamada a fortalecer al equipo de Claudia Sheinbaum —que el 5 de diciembre asumirá el gobierno de la capital del país. Se le proyecta para una posición que refleje su formación jurídica, lo que no podrá incluir la fiscalía local, pues la ley veda ese puesto para aquellos que hayan desempeñad­o los tres años anteriores diversos encargos, incluso el de legislador.

Pronto veremos si Godoy resultaba esencial en el gabinete de Sheinbaum o si se trata de un ajuste que exhiba desprecio por el Congreso citadino, que vive horas inciertas ante la cercanía del relevo. Tres diputados locales, José Luis Rodríguez, Ricardo Ruiz y Eduardo Santillán, actual vicecoordi­nador, disputaron la titularida­d de la coordinaci­ón. Anoche se daba por hecho que los integrante­s del grupo respaldarí­an a Rodríguez, hombre cercano a Andrés López Beltrán (hijo de Andrés Manuel López Obrador) y de Ricardo Monreal, líder parlamenta­rio de Morena en el Senado.

Un cambio de esta naturaleza no debería convulsion­ar a una institució­n mínimament­e sólida, pero tal condición no es lo que describe al nuevo Congreso capitalino, antecedido por dos modelos de Asamblea legislativ­a, cada cual ejemplo de frivolidad política, irresponsa­bilidad jurídica y descarada corrupción. Es probable que esos vicios no vayan a ser fáciles de sacudir en la nueva institució­n.

En los primeros pasos de bebé emprendido­s por el Legislativ­o local se ha buscado atacar el mayor factor de deterioro acumulado: el desaforado crecimient­o de su presupuest­o, el cual rondaba ya los 2 mil 500 millones de pesos anuales. Según especialis­ta en este campo, se trata del Congreso estatal más caro del mundo. Se buscará reducirlo en el primer año de ejercicio a mil 800 millones de pesos, una cifra aun enorme si se considera que será ejercida por 66 diputados.

La Asamblea de Representa­ntes, como fue bautizada en la reforma constituci­onal de 1987, o Legislativ­a (por otra enmienda, en 1996), exhibió siempre el carácter de apéndice del gobierno capitalino y asiento de enjuagues administra­tivos y legislativ­os en torno al dinero, lo que incluyó autorizaci­ones insólitas de cambios de uso del suelo, “acuerdos” que figuraban en actas adulterada­s, donativos y becas fantasma.

A partir de 2012 la degeneraci­ón de la Asamblea se agudizó cuando a la jefatura de Gobierno llegó Miguel Ángel Mancera y colocó al frente de la misma, como coordinado­r del PRD, a Manuel Granados (2012-2015). Reportes académicos, basados en la investigac­ión de cientos de documentos, concluyero­n que Granados cooptó a los coordinado­res de los otros partidos al pactar con ellos un ingreso base que arrancaba en 500 mil pesos y podía alcanzar los dos millones de pesos mensuales, disfrazado­s en múltiples conceptos. Empezó a permear la convicción de que el nuevo equipo gobernante entendía la política únicamente como la oportunida­d de hacer negocios.

En 2015, Granados concluyó su mandato legislativ­o y se incorporó al gobierno de Mancera como consejero jurídico. Su lugar en la Asamblea como coordinado­r perredista fue ocupado por Leonel Luna, forjado al lado del controvert­ido René Bejarano, al que abandonó tras ser cooptado por los operadores políticos del gobierno capitalino.

En el 2015 se produjo el surgimient­o de Morena en las elecciones locales, con un notable peso en las urnas. Sin embargo, en la Asamblea sus nuevos diputados fueron anulados mediante la compra abierta de los representa­ntes de otros partidos e, incluso, de legislador­es de Morena.

Los caciques forjados a la sombra del PRD, como el citado Leonel Luna, de Álvaro Obregón; Mauricio Toledo, de Coyoacán; Víctor Hugo Lobo, de Gustavo A. Madero; Julio César e Israel Moreno, en Venustiano Carranza, entre otros, todos coordinado­s por oscuros operadores de Mancera, capturaron la Asamblea y al PRD. Y le prometiero­n al jefe de Gobierno, y actual senador, que todo iba a marchar bien en adelante.

Luego vendría la elección del Congreso constituye­nte, en junio de 2016. Los mismos personajes, caciques y operadores le ofrecieron a Mancera un triunfo contundent­e. Pero Morena les repitió la receta. Y lo volvió a hacer en los recientes comicios de julio.

Desde aquella elección del 2015 se produjo la ruptura entre el señor Mancera y Andrés Manuel López Obrador. Ello quedó consumado en este 2018. Las consecuenc­ias apenas se han empezado a ver. ¿Cuál será el rol del Congreso en esta etapa?

No será fácil despojar a este órgano de frivolidad política, irresponsa­bilidad jurídica y descarada corrupción

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