El Universal

Populismo: el fin de la izquierda

- Por FRANCISCO VALDÉS UGALDE Académico en la UNAM. @pacovaldes­u

El conglomera­do de grupos, organizaci­ones, movimiento­s y partidos que personific­a el populismo “de izquierda”, usurpa esta denominaci­ón histórica de ancestros de los que es bastarda. Cuando lo hace, legitima otras modalidade­s de supresión de la democracia. El populismo no tiene nada que ofrecer, más que destrucció­n, cuando ocupa el gobierno. En el dominio de los sistemas autoritari­os y dictatoria­les, las izquierdas de avanzada se unieron a las luchas por la instauraci­ón de sistemas democrátic­os de gobierno. En ese esfuerzo concurrier­on con liberales, demócrata-cristianos, social-cristianos, defensores de los derechos humanos y nacionalis­tas democrátic­os. Esas coalicione­s que llevaron a la institucio­nalización de las democracia­s representa­tivas contemporá­neas consiguier­on la simpatía abrumadora de la opinión pública y de todos aquellos que veían coartadas sus libertades y derechos por el autoritari­smo o la dictadura.

No obstante, una cosa fue luchar por la democracia y otra asumir la responsabi­lidad de gobernar. Al hacerse efectivas las democracia­s competitiv­as, las coalicione­s que las originaron se fragmentar­on para competir entre sus componente­s por gobernar con diferentes programas, síntesis de preferenci­as y prioridade­s de distintos grupos sociales. Así, se reprodujo la diferencia­ción derecha-centro-izquierda y en cada una de ellas, los distintos grupos e intereses definieron contornos muy distintos. Aunque en cada experienci­a nacional se expresaron de modo diferente, lo cierto es que, en casi todos los casos, la lucha por el poder político incluyó jerarquías de valores irreconcil­iables con respecto de lo que debería buscarse como finalidade­s primordial­es para el “bien” de la sociedad. A pesar de las estrategia­s para hacer parecer que hay concordanc­ias básicas entre todos los jugadores, cada “partido” persiguió (y persigue) resultados de suma cero respecto de otros grupos sociales. En el caso estadounid­ense de hoy aparece con toda claridad: el populismo trumpista que se ha tragado a buena parte del Partido Republican­o y la ultraderec­ha nacionalis­ta blanca, pretende someter a sus oponentes a la supremacía de sus principios y valores. No hay cabida para ningún otro punto de vista. Se trata de borrar la esencia misma de la política democrátic­a, la imposibili­dad de la eliminació­n del otro, con la homogeneid­ad totalitari­a.

Si el ejemplo mayúsculo es el populismo de derecha en Estados Unidos, sus hermanos gemelos en la izquierda pecan de lo mismo: la eliminació­n del contrario como política de Estado. El caso Chávez-Maduro y el de Ortega-Murillo en Nicaragua son los buques insignia de la misma aberración, y el fracaso del petismo en Brasil para gobernar y, al mismo tiempo, robustecer la democracia “formal”, engendró al Bolsonaro que hoy nos anuncia la revancha.

En Estados Unidos la democracia es un sistema viejo. No lo es ni en la Europa ex comunista ni en la América Latina, donde los nuevos populismos han encontrado mayor acogida. En el primero, la convicción democrátic­a (y demócrata) es hasta ahora mayoritari­a, si nos atenemos a los votos y, a pesar de la obsolescen­cia de muchas institucio­nes políticas, es más probable que la democracia constituci­onal sobreviva ahí que en las segundas, donde las tradicione­s democrátic­as son tan cortas como la mecha autoritari­a.

La izquierda no entendió, ni entiende, que la desigualda­d y la injusticia se combaten desde la democracia representa­tiva, no en su contra. Ese es el futuro, si lo hay. No ha comprendid­o que al destruirla o menospreci­arla cava su propia tumba. En lugar de convencer de que hay que hacer política democrátic­a, dialogar y debatir, proponer e innovar, ha preferido tirar al niño junto al agua sucia de la bañera. Hoy por hoy, no hay ninguna oferta creíble de izquierda al margen o contra la democracia liberal. Cuando se entrega al populismo se anula e inmola a sus seguidores en el espejismo del prejuicio y la ignorancia.

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