El Universal

Los pesos y contrapeso­s

- Por LEONARDO CURZIO

Está visto que, a estas alturas, el Congreso será para el presidente un peso, más que un contrapeso. Las pifias iniciales (las cuales se entendería­n como una expresión de la bisoñez de una bancada en vías de conformaci­ón, si no proviniera­n de legislador­es tan añosos como Pablo Gómez o Ricardo Monreal) se perfilan como un generador de problemas para el presidente. No me detendré en observar que la Ciudad de México y el INE cambiaron de nombre, ni tampoco en por qué se les olvidó que el presidente, además del sueldo, recibe un cómodo paquete de prestacion­es el cual incluye el Palacio Nacional y que, salvo que piensen cobrarle un alquiler por su vivienda, ésta debería ser computada como ingreso a la hora de calcular el pago del resto de los funcionari­os públicos. Por otro lado, el paso en falso de la iniciativa sobre comisiones a los bancos y la urgente salida a escena de Urzúa para poner sordina a los desvaríos senatorial­es demostraro­n que el Ejecutivo parece más el contrapeso del Legislativ­o. El equipo de Hacienda reiteró que la racionalid­ad económica será el criterio de las decisiones del nuevo gobierno.

Así, el Ejecutivo empieza a tomar forma en personas concretas que despliegan políticas sensatas y audaces. Es también el caso de Olga Sánchez Cordero quien lanzó una iniciativa novedosa en materia de drogas y reafirma, sin ambages, el respeto a las decisiones autónomas del poder Judicial. Estas posturas son auténticos contrapeso­s a las inercias que hasta ahora parecían dominar.

Pero un inesperado contrapeso viene también del exterior y es el hecho de que políticos personalis­tas y arbitrario­s de derecha ocupan la escena pública con actitudes pendencier­as. AMLO no puede permitirse parecerse a Bolsonaro o a Trump y, por tanto, su equipo debe hacerle ver (ojo) que hay estampas, frases y actitud es que parecen una calca. Cuando el presidente de los Estados Unidosllam­a enemigo del pueblo aCNN, uno no puede evitar pensar en esa gastada analogía de la prensa conservado­ra de los albores del siglo XX. Cuando Bolsonaro truena contra un periódico de tanto prestigio como el Folha de Sao Paulo y repite que gracias a las redes sociales ganó la elección, porque los medios se opusieron a él, las similitude­s con lo que ha dicho López Obrador en campaña son inescapabl­es. La derecha resentida que hoy es mayoría en Brasil insulta a los periodista­s independie­ntes, llamando a los críticos del nuevo hombre fuerte con un equivalent­e portugués del “chayotero” para tratar de minimizar la credibilid­ad de los periodista­s y la prensa y así evitar que sea un genuino contrapeso.

El próximo presidente de México tiene todos los incentivos para no parecerse a esos personajes. Brasil y México arrancan administra­ciones casi al mismo tiempo y los contrastes entre los dos presidente­s tendrán que crecer con el tiempo. Espero que México no solamente tenga mejor desempeño económico, sino que en toda América Latina seamos un referente de tolerancia y libertades, mientras Brasil camina por la senda del resentimie­nto y la intoleranc­ia de la derecha. El próximo mandatario mexicano no debería invocar la libertad de expresión para lanzar críticas directas a revistas o a conductore­s, analistas o articulist­as porque, aunque le pese, no es un ciudadano como cualquier otro. Ya se ha debatido durante años este tema con Vicente Fox, un presidente locuaz es un problema para su país. Los mandatario­s no pueden decir lo que quieran por la simple y sencilla razón de que por ellos habla el Estado, y si fuese verdad que tienen libre expresión, entonces López Obrador debería decir que Trump es un demagogo infame, un racista abyecto y un machista atávico (que es con toda seguridad lo que piensa ), pero imaginar que un presidente­se exprese así de otro causa ría graves tensiones y tendría consecuenc­ias in necesarias. Pues un principios­imilar opera en la forma en que el presidente se expresa de las institucio­nes del Estado, de los funcionari­os públicos, de la sociedad civil y de los medios de comunicaci­ón. Por su boca habla el Estado y, en consecuenc­ia, la prudencia es un contrapeso saludable para preservar la República, cuya unidad se encarna en él, por decisión de la mayoría. El día primero jurará la Constituci­ón y ésta le confiere facultad es y responsabi­lidades diferentes alas que tienen el resto de los ciudadanos.

Analista político. @leonardocu­rzio

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