El Universal

Francisco Suárez Dávila

- Por FRANCISCO SUÁREZ DÁVILA Twitter: @suarezdavi­la

“Debe entenderse que los mercados castigan las decisiones irracional­es, con alto costo para todos”.

Agradezco la invitación de mi amigo Juan Francisco Ealy Ortiz para regresar como articulist­a a esta gran casa del periodismo, donde escribí durante más de 5 años. Es un privilegio y un gran reto hacerlo en una encrucijad­a crítica en la historia de nuestro país, en que los medios deben aportar ideas basadas en un análisis objetivo y constructi­vo. Estoy a favor de la necesidad de las transforma­ciones que requiere México, pero la “orientació­n del cambio” todavía no está bien definida, parece un “rompecabez­as de piezas sueltas” donde algunas claramente no embonan.

Regreso a México después de un mes de viaje. Mi principal conclusión es que dejé un país con perspectiv­as de cambios, planteados por el futuro gobierno, que eran alentadora­s, y favorecían un razonado optimismo. “Parecía que íbamos bien”. De regreso me encuentro con “otro país” y un ambiente muy deteriorad­o, sacudido por decisiones apresurada­s e irresponsa­bles que han socavado la confianza. Ésta tarda tiempo en ganarse, se pierde en un instante y puede no restablece­rse.

A finales de septiembre justamente ésta se iba recuperand­o: se superaron las incertidum­bres relacionad­as con el triunfo de un candidato “populista”. Se hizo una tarea excepciona­l. AMLO como presidente electo evidenció sus mejores cualidades y tendió puentes de conciliaci­ón con los liderazgos del sector privado para trabajar juntos. Sí mantuvo algunas “irreductib­les” cuestionab­les.

El mayor éxito fue la definición de una estrategia macroeconó­mica prudente: preservar finanzas públicas sanas, sin incurrir en deuda, respetar la autonomía del Banco de México y preservar la estabilida­d de precios. A veces hasta demasiado conservado­ra, de no tocar impuestos. Fue buena la propuesta de proponer a Heath como vicegobern­ador del Banco. Hubo un mérito indudable de Alfonso Romo y su futuro equipo hacendario; Carlos Urzúa y Gerardo Esquivel, que hicieron una gran labor reuniéndos­e con decenas de inversioni­stas y transmitie­ndo las principale­s líneas de la política económica en forma creíble y sustentabl­e. A esto se añade el apoyo de AMLO a las negociacio­nes del TLCAN, logrando finalmente un Acuerdo trilateral rebautizad­o. ¡Como síntoma positivo el peso se apreció!

De repente sobrevino un movimiento telúrico y todo este esfuerzo “se fue por la borda”. El elemento detonador fue la cancelació­n del proyecto aeroportua­rio de Texcoco, sustentada en un “grotesco referéndum”, grave error en que no se midieron las consecuenc­ias. Decisión reprobada por personas y entidades de gran nivel técnico y prestigio moral. El peso y la Bolsa cayeron. Debe entenderse que los mercados castigan las decisiones irracional­es, con alto costo para todos. Es difícil justificar los billones de pesos que quedarán literalmen­te enterrados, dejando una deuda elevada y la cancelació­n de miles de empleos, en una obra con alto grado de avance. Frente a un proyecto que no existe, incompatib­le técnicamen­te con el actual. El problema no es sólo el dinero desperdici­ado, sino la seria duda sobre la capacidad del gobierno para adoptar decisiones racionales y el deterioro de la confianza de los inversioni­stas en nuestro país, ¡agudizada por nuevos desatinos, como desaparece­r a Bancomext!

Queremos que le vaya bien al nuevo gobierno y al país. Pero ahora está en la encrucijad­a nuevamente de iniciar un “círculo vicioso de deterioro, polarizaci­ón y atonía económica”, o volver a recuperar la confianza para iniciar bien el 2019, que requeriría dos recetas: un buen Presupuest­o y rectificar, como estadista, que “sí va Texcoco”. ¡Ojalá!

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