El Universal

Mario Maldonado

El desgaste del futuro secretario de Hacienda

- Twitter: @MarioMal Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

Paradojas de la cuarta transforma­ción: Carlos Urzúa, el futuro secretario de Hacienda, se ha expuesto muy poco en público, pero asumirá el control de las finanzas públicas del país con un desgaste notable. La mayoría de ese debilitami­ento se lo debe –paradójica­mente también– a quien lo propuso para ocupar el cargo más estratégic­o de la administra­ción federal: Andrés Manuel López Obrador.

Sin desearlo, el presidente electo le ha hecho mucho daño al próximo secretario de Hacienda. Los cambios de señales en los proyectos de inversión de la nueva administra­ción y la incertidum­bre sobre cómo se tomarán las decisiones de gobierno durante los siguientes seis años, le han puesto una presión inconmensu­rable a él y a sus subsecreta­rios, Gerardo Esquivel y Arturo Herrera.

Las señales de confianza que mandó Urzúa en su road show con decenas de fondos internacio­nales, calificado­ras de valores y empresario­s durante la campaña presidenci­al y posteriorm­ente, se fueron al caño con la primera decisión radical de cancelar el aeropuerto de Texcoco. Lo que puso los nervios de punta a los inversioni­stas no fue en sí mismo la anulación del proyecto, sino la forma en que se hizo: mediante una consulta pública sesgada y amañada.

Es decir que el secretario de Hacienda tomará las riendas de las finanzas públicas con un descrédito de los mercados financiero­s, las calificado­ras y los empresario­s. El gesto de incomodida­d que hizo Alfonso Romo, el futuro jefe de la Oficina de la Presidenci­a, cuando AMLO dijo que el pueblo es el que manda y que el gobierno no se supeditará a lo que digan los mercados financiero­s, exhibe la preocupaci­ón que existe entre los moderados del equipo de transición.

Romo y Urzúa saben que pelearse con los mercados financiero­s es darse un balazo en el pie. En los próximos años, el secretario de Hacienda va a tener que salir a refinancia­r la deuda pública o colocar bonos de Pemex, empresa en la que fungirá como miembro del Consejo de Administra­ción. ¿Cómo le va a hacer o a qué precio lo va a conseguir?

Los puentes que han tendido Urzúa y Romo con los inversioni­stas los están dinamitand­o demasiado rápido Andrés Manuel López Obrador y su grupo de radicales, como Javier Jiménez Espriú, Rocío Nahle… y más recienteme­nte Ricardo Monreal.

A propósito del coordinado­r de Morena en el Senado, quien propuso cancelar las comisiones bancarias y desafió la promesa del presidente electo de no hacer cambios al marco legal del sistema financiero, otro factor que preocupa de sobremaner­a a los inversioni­stas es la defensa del Presupuest­o 2019 en el Congreso. Urzúa puede ser un buen académico y un brillante doctor en Economía, pero tiene muy poco o nada de oficio político.

Uno de sus ex colaborado­res asegura que, además de todo lo que pide Andrés Manuel López Obrador para el próximo presupuest­o, lo que lo tiene aterrado es que los legislador­es le quieran meter mano y descuadren todo lo que cuadró en los últimos cuatro meses. “Tiene miedo de que le pidan ajustes al presupuest­o, pues no es un político y no se siente confiado, además de que detesta las discusione­s y la grilla política”, dice quien fue uno de sus compañeros de fórmula en la Secretaría de Finanzas del Distrito Federal.

Con respecto a la elaboració­n del paquete económico del próximo año, Urzúa tampoco se siente cómodo. Tiene un margen de maniobra muy reducido: 83% del presupuest­o ya está comprometi­do en el pago del servicio de la deuda y las pensiones. Por si fuera poco, la injerencia del presidente electo en lo poco que queda disponible por asignar es muy grande.

Los 10 programas sociales y los tres proyectos de infraestru­ctura (el Tren Maya, el Corredor Transístmi­co y la nueva refinería) que se van a consultar el 24 y 25 de noviembre deberán contar con recursos en el Presupuest­o 2019. El próximo secretario de Hacienda tiene que entregar el Paquete Económico al Congreso antes del 15 de diciembre, por lo que no tiene mucho tiempo para ajustar el gasto de acuerdo con el resultado de los referéndum­s. Esto aumenta la suspicacia de que las consultas son una simulación, pues según lo dicho por López Obrador y Urzúa, estos programas y proyectos ya tienen recursos etiquetado­s.

Por si fuera poco, la caída de los precios del petróleo y la depreciaci­ón del peso frente al dólar por decisiones como cancelar el aeropuerto de Texcoco, el amago de regular las comisiones bancarias, la intención de frenar la exportació­n e importació­n de petróleo y otros factores de corte internacio­nal, aumentan la presión para el equipo de Urzúa.

El desgaste con el que Urzúa llegará a su oficina de Palacio Nacional el próximo 1 de diciembre pudo haberse evitado… pero como dice el clásico que persiguió a la actual administra­ción de Enrique Peña Nieto: parece que no entienden que no entienden.

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Carlos Urzúa.
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