AMLO y las tensiones entre civiles y militares
El presidente electo de México tiene problemas en su relación con sus Fuerzas Armadas: con la ignorancia evidente de sus colaboradores en temas militares y de seguridad, Andrés Manuel López Obrador parece estar solo frente a las críticas acerbas de sus adversarios políticos y las torpezas de su equipo de transición.
Los retos que enfrenta no son minúsculos, pues sus adversarios aprovechan cada oportunidad para sobredimensionar cualquier roce con las Fuerzas Armadas y azuzarlas contra su futuro comandante en jefe. Su equipo también parece, con sus errores, presto a alimentar los argumentos de las fuerzas políticas opuestas a López Obrador.
En el fondo, lo que está en juego en estos momentos de una vida política caracterizada por la alternancia de partidos es la subsistencia de privilegios militares que han sobrevivido a pesar de una transición a la democracia que se aceleró con la llegada al poder de candidatos provenientes de la oposición.
López Obrador enfrenta otra presión fuerte por parte de la sociedad civil. Muchas fuerzas sociales y políticas, que vieron con simpatía su victoria electoral esperan que López Obrador termine con la militarización orgánica que ha impedido la conformación de policías confiables, la reforma policial de fondo y la rendición de cuentas efectiva que reduzca los abusos de los militares contra la población civil en el contexto de la lucha contra el narcotráfico y otras modalidades de la delincuencia organizada.
Otra fuente de presiones proviene de los sectores de la sociedad que no olvidan lo que ocurrió en las masacres de 1968 y en 1971.
Esta será sin duda un serie de retos muy complejos de resolver para el futuro comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, más aún en un ambiente tan adverso e impredecible, en el que no hay fuerzas políticas que cuenten con el consenso general y los partidos tradicionales están a punto de la disolución.
El reto de López Obrador consiste más bien en cómo dirigir a las Fuerzas Armadas con el uso de la Constitución y la legalidad, sin confundir a la seguridad nacional con la seguridad pública, sin olvidarse de la necesidad de una policía eficaz y respetuosa de los derechos humanos. Quizá el presidente electo necesite abrirse más a las críticas y alejarse de colaboradores que sólo son capaces de decirle al oído lo que quiere escuchar y no lo que necesita saber.