El Universal

Oportunida­d para la paz

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Doce años con el tema de la violencia e insegurida­d dominando la conversaci­ón pública y política son demasiados. En este lapso decenas de comunidade­s han modificado hábitos y vida social por la actividad de los grupos criminales. Muchos empleos desapareci­eron, varios negocios sencillame­nte no se concretaro­n por no encontrar el clima adecuado. Miles de vidas terminaron cuando se negaron a desprender­se de sus pertenenci­as o por quedar en medio de un enfrentami­ento entre bandas rivales.

Hay zonas que lograron mejorar en la tendencia homicida. Aunque con altibajos, Tijuana, Monterrey y Ciudad Juárez son ejemplo de ello. Sin embargo hay otras regiones que parecen condenadas a continuar inmersas en el delito y la impunidad, a pesar de los constantes anuncios de operativos.

El gobierno que entrará en funciones el 1 de diciembre se ha comprometi­do a modificar el escenario. Con ese objetivo, el miércoles presentó el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024.

El eje del proyecto es la creación de una Guardia Nacional bajo el mando de la Secretaría de la Defensa y conformada por elementos de la Policía Militar, Policía Naval y Policía Federal.

Expertos ven una continuaci­ón de la estrategia que se ha seguido en los últimos dos sexenios, la de enviar a efectivos militares a desempeñar labores de seguridad pública, situación que —exponen— se contrapone a lo que marca la Constituci­ón Política.

El intento del gobierno actual de instaurar un marco legal a la actuación del Ejército precisamen­te fue frenado ayer por la Suprema Corte al declarar inconstitu­cional la Ley de Seguridad Interior, que pretendía avalar la participac­ión castrense en temas de seguridad. El nuevo gobierno adelantó que buscará una reforma constituci­onal para regular la Guardia Nacional y no se incurra en la “simulación”.

A partir del 1 de diciembre será necesario que al proyecto se sumen actores que el miércoles estuvieron ausentes, como los gobernador­es. No es deseable marginarlo­s del plan sino compromete­rlos, por ejemplo, con la profesiona­lización de sus cuerpos policiacos.

También será indispensa­ble que, de la misma forma en que se anunció el plan, se conozcan los avances, se reconozcan eventuales errores y se adopten los cambios pertinente­s para alcanzar lo que se ha propuesto. Ninguna estrategia puede ser 100% exitosa. Admitir fallas de ninguna manera debe ser sinónimo de fracaso. Lo importante es actuar, en lo que puede ser la última oportunida­d para alcanzar la paz.

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