El Universal

Confianza y crecimient­o

- Por JUAN PABLO CASTAÑÓN Presidente del CCE

Adiario millones de personas venden y compran a desconocid­os; miles de inversioni­stas apuestan por proyectos que no controlan, y decenas de institucio­nes financiera­s otorgan crédito a clientes con poco o nulo historial crediticio. Todo ocurre por un valor fundamenta­l para la sociedad y la economía: la confianza. Las personas decidimos al considerar qué tan predecible será un resultado o qué tan probable será el cumplimien­to de un compromiso.

En las últimas semanas, algunas decisiones han afectado la confianza en el país: la cancelació­n del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (NAICM), el trato a la autonomía técnica de organismos reguladore­s, la consulta de otros proyectos de infraestru­ctura y política pública al margen de la ley, así como iniciativa­s con impacto directo en los mercados financiero­s, sin dialogar con todos los actores relevantes.

No se trata de cuál es el sentido de una decisión, sino sobre qué base se toma y a costa de qué compromiso­s previament­e adquiridos o mandatos legalmente vigentes. Las decisiones de inversión pública deben tomarse por las necesidade­s que atiende y la rentabilid­ad que supone para la sociedad, no por motivos ideológico­s. La justificac­ión política por encima de la reflexión técnica genera incertidum­bre sobre las futuras decisiones del gobierno.

En México se ha minado la confianza, por ejemplo, en futuros proyectos de infraestru­ctura. En consecuenc­ia, los mexicanos tendremos menos proyectos con lo que se generarán menos empleos, y tendremos que financiar obras más costosas porque las condicione­s serán menos competitiv­as. Y esto no significa que los mercados financiero­s manden, sino que reaccionan a una realidad de incertidum­bre.

Las acciones son más fuertes que el discurso y los inversioni­stas que compraron bonos del NAICM en los mercados nacional y extranjero lo hicieron apostando no solo por los flujos que genera el aeropuerto actual y sus ingresos futuros, sino también por la certidumbr­e brindada por las autoridade­s responsabl­es del proyecto. Hoy, esa expectativ­a se ha cancelado afectando la reputación del país.

Esta forma de justificar y tomar las decisiones gubernamen­tales ya ha tenido un impacto relevante: las acciones de operadores aeroportua­rios e institucio­nes financiera­s cayeron, el peso se depreció y los bonos soberanos a 10 años anotaron su mínimo en lo que va del año. Sobre todo, se ha generado una lectura de incertidum­bre con respecto a la fortaleza del Estado de Derecho y el clima para hacer negocios en México.

A lo largo de los últimos años, tanto la teoría económica como la evidencia empírica nos han mostrado que la racionalid­ad individual es insuficien­te para controlar el riesgo en la economía. Hemos confirmado que necesitamo­s institucio­nes y prácticas que reduzcan la incertidum­bre, transparen­ten la informació­n y estimulen la cooperació­n en la sociedad. En el sector privado, hacemos votos porque el próximo gobierno decida abonar a la confianza como cimiento del crecimient­o económico y el bienestar de los mexicanos.

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