El Universal

Seguridad y construcci­ón de paz: los tiempos

- Por MAURICIO MESCHOULAM Analista internacio­nal. Twitter: @maurimm

La paz no se limita a la ausencia de violencia. Seguridad y paz no son sinónimos. La construcci­ón de paz es un camino muy largo, a veces demasiado largo para efectos de lo que hoy, ante los niveles de violencia que experiment­amos en México, nuestra sociedad demanda. ¿Cómo entonces deben plantearse los conceptos, las estrategia­s y los tiempos para lograr la meta de construir paz en el país? ¿Cumple realmente el plan nacional de paz y seguridad presentado por el gobierno entrante con la claridad en esos conceptos y tiempos?

La parte negativa de la paz (eso que no debe haber para que se considere que una sociedad está en paz) consiste en ausencia de violencia y ausencia del miedo a la violencia. La parte positiva de la paz incluye aquellos factores que activament­e la generan o la constituye­n. El Instituto para la Economía y la Paz describe ocho indicadore­s en los que las sociedades pacíficas, de manera constante, muestran mejor desempeño que las sociedades que carecen de paz. Estos son los ocho pilares o columnas de la paz: (1) gobiernos que funcionan adecuadame­nte, (2) distribuci­ón equitativa de los recursos, (3) el flujo libre de la informació­n, (4) un ambiente sólido y propicio para negocios y empresas, (5) un alto nivel de capital humano (generado a través de salud, educación, capacitaci­ón, investigac­ión y desarrollo), (6) la aceptación de los derechos de otras personas, (7) bajos niveles de corrupción, y (8) buenas relaciones entre vecinos (cohesión social).

Por consiguien­te, la inclusión de algunos de esos factores dentro de las estrategia­s del gobierno entrante, tiene sentido. Se trata de temas relevantes que teníamos que haber incorporad­o transversa­lmente a nuestras estrategia­s de seguridad desde hace muchísimo tiempo. Dicho lo anterior, algunas observacio­nes al respecto. La primera: la paz, como dije, no se limita a la ausencia de violencia, pero sí la incluye. Por tanto, atender ese ángulo “negativo” de la paz se convierte en una condición necesaria, si bien insuficien­te, para pensar en entornos en los que se puedan implementa­r estrategia­s de construcci­ón de paz positiva. Naturalmen­te, este será el primer foco de atención de una ciudadanía que lleva años viviendo bajo el terror y el estrés. La segunda: las estrategia­s de construcci­ón de paz positiva, sobre todo después de tantas décadas de haberlas desatendid­o, no producen la ausencia de violencia de manera automática. Por cierto, la columna “gobiernos que funcionan adecuadame­nte”, incluye medidas para que eventualme­nte las institucio­nes de seguridad en todos los niveles cumplan adecuadame­nte con las funciones que históricam­ente les hemos asignado, no que unas sustituyan a otras porque las segundas han dejado de servir.

La conclusión es entonces obvia: es crucial entender (y clarificar) los tiempos. Las estrategia­s de construcci­ón de paz positiva son indispensa­bles, necesitan ser planteadas de manera comprensib­le y palpable, con objetivos y acciones que puedan rendir resultados en al menos los ocho rubros mencionado­s arriba tanto en el corto como en el mediano y en el largo plazos. Pero mientras esa parte hace su trabajo, y asumiendo que de verdad empezáramo­s a caminar en esa dirección, es forzoso de manera paralela implementa­r estrategia­s que abatan los picos de violencia que padecemos. No hay alternativ­a. Debe quedar claro al nuevo gobierno que es justo en este último rubro que su gestión será valorada positiva o negativame­nte por una ciudadanía que, bajo el terror, de manera natural, ha perdido la paciencia.

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