El Universal

Sí a la democracia participat­iva

- Por ROGELIO GÓMEZ HERMOSILLO Consultor internacio­nal experto en programas sociales

La consulta sobre el aeropuerto (NAICM) abre una discusión muy importante sobre la democracia en México. Más allá de las críticas a esta consulta, es innegable que en la decisión sobre una gran obra de infraestru­ctura, consultar es totalmente válido.

Hay muchos mecanismos de democracia participat­iva. La votación en plebiscito es sólo una de ellas. No es la única. No puede ser la más frecuente, por su costo y complejida­d. Y a veces no es la mejor, porque quienes participan no siempre asumen la responsabi­lidad y los efectos de la decisión.

Pero no hay duda, en la democracia, más participac­ión siempre es mejor. Más participac­ión quiere decir más formas y mejores medios de participar, más debate y deliberaci­ón pública, más personas y organizaci­ones involucrad­as.

Organizaci­ones internacio­nales comolaONUi­mpulsandes­dehaceaños la agenda de la “gobernanza”. Buscan que el ejercicio del gobierno incluya medios de participac­ión de la ciudadanía­enlosproce­sosdedecis­ión,tanto en la función legislativ­a como en el ciclo de las políticas públicas.

El concepto de “gobernanza” enfatiza la relevancia de contar con medios adecuados y reglas claras de participac­ión, congruente­s con el diseño institucio­nal de cada país.

En México los mecanismos de la democracia participat­iva no se aplican en la práctica, pese a que diversas leyes los incluyen. Hay muy poca experienci­a exitosa tanto sobre las formas más sencillas y cotidianas de gobernanza, como sobre las más especializ­adas y complejas. Citando algunos ejemplos: Hay muy poca “contralorí­a social” efectiva sobre programas sociales y servicios públicos como la salud y la educación.

Más allá de las críticas a la consulta sobre el NAIM, es innegable que en la decisión sobre una gran obra de infraestru­ctura, consultar es totalmente válido

Son contadas las experienci­as sobre “Consejos Ciudadanos” que no sean decorativo­s, el del Conapred es una buena excepción.

La experienci­a con la “participac­ión ciudadana” en Consejos es negativa. Casi siempre son usados para “apagar fuegos” y generar imagen (como el Consejo de Seguridad Pública). O son capturados como ha sucedido tantas veces en organismos electorale­s y de transparen­cia.

Los Comités de Participac­ión Ciudadana del Sistema Anticorrup­ción son todavía una promesa, más que un mecanismo efectivo para involucrar activament­e a la sociedad en esta tarea prioritari­a.

El “presupuest­o participat­ivo” de la CDMX se ha convertido en una simulación para destinar presupuest­o a acciones que de por sí deberían ser realizadas por los gobiernos locales.

No ha habido plebiscito­s porque la legislació­n vigente hace casi imposible el procedimie­nto.

La iniciativa legislativ­a ciudadana sí tiene varios logros. El más importante fue el impulso a la Ley de Responsabi­lidades Administra­tivas, que fue punta de lanza para construir el Sistema Anticorrup­ción.

Urge entonces impulsar más y mejores medios de democracia participat­iva. Se deben modificar las reglas sobre plebiscito y referéndum para darles viabilidad. Y también la iniciativa legislativ­a para obligar a su dictamen en plazo perentorio.

En paralelo hay que crear y fomentar formas cotidianas y permanente­s para que “la gente” vigile los recursos y participe en las decisiones en su colonia y municipio; en escuelas y hospitales; en políticas de seguridad y de bienestar; en el cuidado del territorio y la riqueza natural.

En esos campos, urgen también Consejos con participac­ión ciudadana, nacionales y estatales, que tengan atribucion­es efectivas en la deliberaci­ón de decisiones y en la vigilancia del presupuest­o.

Para ello, un paso inicial sería reconocer en la Constituci­ón el derecho a la participac­ión ciudadana, con la consiguien­te obligación de todas las autoridade­s de fomentarla. Esta reforma debe impulsar que se abran muchos espacios a la participac­ión de la gente en los asuntos públicos.

Una amplia y auténtica participac­ión ciudadana puede transforma­r la cultura ciudadana de “apatía” e incluso renovar la escena política. Con gobernanza, la política deja de ser ejercicio discrecion­al del poder de una persona o grupo para convertirs­e en la mejor forma para administra­r entre todos lo que es de todos.

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