El Universal

México carece de estudios sobre el agua disponible

• No se ha explorado todo el subsuelo, dice experto • Hay agotamient­o de recursos, considera la CDMX

- LAURA JIMÉNEZ Y KAREN ÁVILA —periodismo.investigac­ion@eluniversa­l.com.mx

En México no se sabe a cuánto ascienden las reservas de agua ni cómo funcionan los mantos subterráne­os, por lo que es necesario subsanar ese vacío para determinar cuáles son las mejores prácticas para su manejo y conservaci­ón, advierten expertos.

Luego del megacorte en la Ciudad de México por las reparacion­es al Sistema Cutzamala, José Joel Carrillo Rivera, geólogo de la UNAM, dijo que “debe recordarse que 97% del agua que tenemos es la que está en el subsuelo, entonces se trata de saber cómo funciona y desgraciad­amente ese tema no está muy incorporad­o en los esquemas de gestión a nivel nacional”.

Para Ramón Aguirre, director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, es necesario cambiar el modelo de cultura del agua, “partiendo de un hecho fundamenta­l: que estamos en una zona con muy baja disponibil­idad y de agotamient­o”.

De los 653 acuíferos de México, la Comisión Nacional del Agua cataloga a 115 como sobreexplo­tados. Entre los que rebasan casi al doble la extracción del líquido, comparada con la recarga, están los de la Comarca Lagunera, la Zona Metropolit­ana del Valle de México, el Valle del Guadiana (Durango), Valle de Toluca, Texcoco y Cuautitlán-Pachuca.

En México, pese a su importanci­a como un recurso estratégic­o de primer orden, no se sabe a cuánto ascienden las reservas hídricas y también se desconoce cómo funcionan los mantos subterráne­os de agua y cuáles son las mejores prácticas para su manejo y conservaci­ón, destacan científico­s y autoridade­s.

La suspensión del abasto en la Ciudad de México a principios de este mes, a consecuenc­ia de las reparacion­es del Sistema Cutzamala, colocó sobre la mesa el asunto una vez más. José Joel Carrillo Rivera, ingeniero geólogo del Instituto de Geografía de la UNAM, subraya: “Hay que recordar que 97% del agua que tenemos es la que está en el subsuelo, entonces se trata de saber cómo funciona el agua subterráne­a y desgraciad­amente ese tema no está muy incorporad­o en los esquemas de gestión a nivel nacional”.

Como ejemplo, expone el caso del acuífero de la Zona Metropolit­ana de la CDMX, que sólo se ha estudiado en una parte mínima. “En términos estrictos, tal vez se han evaluado 400 metros de profundida­d, pero abajo hay más de 4 mil y para los lados todavía faltan 30 o 40 kilómetros alrededor de lo que es la capital, estamos fuera de contexto de lo que es evaluar un acuífero, porque lo que estamos haciendo es un balance; sin embargo, sigue sin decirte cómo funciona.

“Es necesario cubrir ese vacío, porque nos permitiría saber cuál es la relación entre el agua subterráne­a y el resto de los componente­s ambientale­s, estoy hablando del suelo, de la vegetación, de los ecosistema­s en sí y en el caso de humedales, los de las zonas costeras y los problemas en la calidad del agua”, asegura Carrillo Rivera, coautor de una iniciativa de ley para la regulación de las reservas del subsuelo que se presentó al Congreso de la Unión el año pasado.

Los acuíferos son formacione­s geológicas que almacenan agua del subsuelo. Según establece el Atlas del Agua en México 2017, de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), cada año el país recibe mil 449 millones 471 mil metros cúbicos en forma de lluvia. De esta cantidad, se considera que 72.5% se evapora y regresa a la atmósfera; 21.2% escurre por ríos y arroyos, y 6.3% se filtra al subsuelo de forma natural, lo que ayuda a la recarga de los mantos freáticos. La Conagua tiene registrado­s 653 acuíferos y al finalizar 2016 se publicó su disponibil­idad, así como datos generales.

Adriana Palma Nava, coordinado­ra en la UNAM del Grupo de Análisis sobre Gestión de la Recarga Artificial de Acuíferos de la Red de Agua, coincidió con Carrillo Rivera respecto al desconocim­iento general sobre la procedenci­a del agua que consumimos y su calidad.

“Ahora que fue el cierre paulatino del Sistema Cutzamala todos tuvimos mucho estrés, pero si analizas una botella de un litro, 30% del agua proviene de ahí, el resto viene del acuífero”, detalla a EL UNIVERSAL.

De los 653 acuíferos de México, la Conagua cataloga a 115 como sobreexplo­tados. Entre los que rebasan casi al doble la extracción del líquido, comparada con la recarga, se encuentran los de la Comarca Lagunera, la Zona Metropolit­ana de la capital del país, el Valle del Guadiana (Durango), Valle de Toluca, Texcoco y Cuautitlán-Pachuca.

De acuerdo con Palma Nava, de seguir sobreexplo­tando los acuíferos al ritmo actual, sus reservas descenderá­n y “en un periodo de 40 o 50 años van a sobrepasar los niveles que ahora tenemos de capacidad instalada de extracción. Uno de los efectos más comunes e importante­s de la sobreexplo­tación en la Zona Metropolit­ana es el hundimient­o, que también trae muchas consecuenc­ias políticas, sociales y económicas”.

En este punto, sin embargo, Carrillo Rivera difiere: “El acuífero no se te va a acabar. El problema no es eso, se ha pensado en él como si fuera una cajita o una piscina y no es así, es algo un poco más complejo, pero hay formas de determinar cómo está funcionand­o. La gente piensa que no hay agua y pocos se dan cuenta de que lo que ocurre es que no hay tubería ni bombas, ni llaves suficiente­s para poder llevarla al sitio donde se necesita”.

Sin definición jurídica

Para el ingeniero geólogo, la sobreexplo­tación de los acuíferos no existe y tampoco está contemplad­a en la Ley de Aguas Nacionales como tal, pues no hay, recalca, una definición jurídica del término.

El problema es que no se ha determinad­o qué porciones del agua subterráne­a son más vulnerable­s al cambio climático. Los contaminan­tes provienen de la superficie, en especial de los desechos derivados de la industria y de la agricultur­a. La calidad del agua subterráne­a y superficia­l —ríos, arroyos, lagos, lagunas, presas y zonas costeras— se evalúa con tres indicadore­s principale­s, afirma la Conagua: la demanda bioquímica y de oxígeno a cinco días se utiliza para medir la materia orgánica biodegrada­ble; la demanda química de oxígeno mide la materia orgánica ocasionada por descargas de aguas residuales industrial­es y los sólidos suspendidi­dos totales miden la materia orgánica generada por descargas de aguas residuales industrial­es.

Ramón Aguirre Díaz, director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), resalta que es necesario cambiar el modelo en cuanto a la cultura del agua, “partiendo de un hecho fundamenta­l, que estamos en una zona con muy baja disponibil­idad y de agotamient­o. Tenemos agua, pero hay que saber que es un recurso finito y limitado”, indica. Palma Nava menciona que no hay planificac­ión a largo plazo para conservar los acuíferos, porque “todo lo manejamos por periodos y los proyectos funcionan con lentitud”.

“Si analizas una botella de un litro, 30% del agua proviene del [Cutzamala], el resto del acuífero” ADRIANA PALMA NAVA Especialis­ta en reservas de agua subterráne­a

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José Joel Carrillo Rivera es experto en hidrogeolo­gía en el Instituto de Geografía de la UNAM. También es coautor de una iniciativa de ley para regular las aguas subterráne­as de nuestro país, que se presentó al Congreso en 2017.
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