El Universal

Acoso sexual en las escuelas élite del país

- Ana Francisca Vega Twitter: @anafvega

La semana pasada una de las institucio­nes académicas más prestigios­as del país, El Colegio de México, amaneció tapizada de letreros con los que estudiante­s denunciaba­n distintos episodios de acoso sexual —presuntame­nte perpetrado­s por algunos compañeros y profesores. El tema escaló rápidament­e cuando alumnas de por lo menos otras tres institucio­nes universita­rias de primer nivel: el CIDE, la Escuela Libre de Derecho y el ITAM, se solidariza­ron con las jóvenes del Colmex y lanzaron sus propias campañas para recabar testimonio­s de acoso en sus universida­des.

Sobre el tema, y a raíz de los argumentos que se leen y escuchan por ahí frecuentem­ente frente a casos de denuncia, van algunos puntos:

1. No, no debió ser sencillo para las alumnas del Colmex. Esa institució­n, como el propio CIDE —mi alma mater— y otras escuelas “de excelencia”, se construyen, en buena medida, a través de rígidos sistemas jerárquico­s, sistemas definidos por el poder en el que los estudiante­s son frecuentem­ente el último eslabón. Recuerdo, por ejemplo, que cuando entré a la licenciatu­ra el director general tuvo a bien recibirnos con un discursoel­primerdíad­ecursosene­lque dijo: “Ustedes son, no piensen otra cosa, ciudadanos de segunda clase. Esto no es unademocra­cia,aquínohays­ociedades de alumnos ni esas cosas”. Aunque hoy, por fortuna, difícilmen­te escucharía­mos una declaració­n de este tipo, en muchos sentidos así se vive todavía en este tipo de institucio­nes. Así que no. No debió ser fácil hacer la denuncia.

2. Para todos los que dicen: por qué las estudiante­s no tuvieron el valor de “dar la cara” o “ponerle nombre al acosador”. Fácil: porque eso las pone en una situación más vulnerable, en un contexto en el que ellas mismas no saben cómo va a reaccionar la institució­n, o si por denunciar sufrirán represalia­s (de cualquier tipo: sociales o incluso institucio­nales). Han habido casos en estos mismos centros de estudios, en los que el acoso ha sido denunciado sin consecuenc­ias para el acosador, o que el castigo ha llegado dolorosame­nte tarde para sus víctimas. Además, exigirle a la denunciant­e que haga las cosas como nosotros hubiéramos querido que se hagan es simplement­e revictimiz­arla, cobrarle facturas que no le correspond­en. Si las víctimas deciden eventualme­nte ponerle nombre y apellido a la denuncia, bien. Si no, también.

3. Movimiento­s como el que originó el #AquíTambie­nPasa del Colmex —y después los testimonio­s que se han comenzado a recabar en el ITAM, CIDE y la Libre de Derecho— cumplen con un papel fundamenta­l para visibiliza­r conductas sistemátic­as de acoso y para que terminemos de comprender que la violencia en contra de las mujeres y de su libre y pleno desarrollo existe y subsiste en todos lados. El silencio solo protege a los victimario­s.

4. No me queda claro si a la denuncia en estas universida­des seguirán otras. Lo que sí sé es que este grupo de jóvenes solidarias no quitará el dedo del renglón hasta ver materializ­ados los cambios que se necesitan para que los casos de acoso y violencia de género en sus escuelas sean tratados con transparen­cia y certeza para las víctimas. Espero que aquellos que están en posiciones de poder entiendan estos tiempos de cambio y actúen en consecuenc­ia. Nunca más casos de acoso resueltos “en lo obscurito”, como hace algunos años se ocurrió en el propio CIDE. Para garantizar entornos seguros se requiere un genuino compromiso para el cambio, no un enfoque de control de daños.

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