El Universal

Apoya Marina en albergue saturado

• Más de 4 mil 500 personas se encuentran en deportivo de Tijuana, con capacidad para 3 mil

- GABRIELA MARTÍNEZ Correspons­al

Tijuana.— Carlos lleva trepado en su espalda y cuello al más pequeño de sus hijos, ambos hacen una fila interminab­le que empezó desde las ocho de la mañana y que parece no tener fin; el motivo es alcanzar uno de los platos que fueron preparados por tres cocineros que envió la Marina al albergue instalado en la Unidad Deportiva Benito Juárez en este municipio para dar de comer a casi 5 mil migrantes centroamer­icanos.

Lleva hora y media avanzando lentamente con el frío que se siente y sin ropa apropiada ni zapatos para hacerle frente a los 10 grados que hay en el ambiente, sólo trae una camisa de manga corta y su hijo está descalzo, pero ninguno se queja.

Carlos y su familia llegaron hace menos de 24 horas, después de un viaje a pie que duró más de 14 horas hasta que un camionero se apiadó de él, sus hijos, su esposa y otros cuantos migrantes para unirse al resto de la caravana que a la fecha suma 4 mil 520 personas —de ellos 833 niños, según autoridade­s municipale­s—, concentrad­a en el refugio Benito Juárez, que, según autoridade­s, sólo tenía capacidad para unas 3 mil personas.

“Pa, ¿hoy sí vamos a comer?”, le pregunta el niño a Carlos, él explica que su hijo dice eso porque un día antes sólo alcanzaron café y algo de pan. En la noche casi a las 20 horas, cuando llegaron, alguien por ahí les regaló un par de tamales que terminaron por compartir entre los cuatro integrante­s de su familia.

La fila de la comida es interminab­le. Apenas sale uno y entra otro, y empiezan a comer cuando otros más ya están formados. A un costado, miles de botellas de agua son entregadas por otros elementos de las Fuerzas Armadas. “¿Agua o café?”, es la pregunta que antecede al plato de comida. La respuesta más común es la inyección de cafeína, pues lo helado del aire apenas se puede combatir con el alimento casi hirviendo.

Pero también surgen muestras de apoyo humanitari­o. Un día antes, el dueño de tres carritos de perros calientes vendía cerca del refugio; cuando nadie se lo esperó los tres vehículos ya estaban frente al albergue y luego adentro, alguien corrió el rumor de que eran gratis y de nuevo hubo una cola que parecía no tener fin.

A unos metros, otros grupo de personas repartía burritos, dos señoras más regalaban tamales y así, con la ayuda de unos cuantos ciudadanos, los 4 mil 520 migrantes se han podido abastecer de alimento.

Dentro del refugio, el suelo de tierra y el de concreto se han convertido prácticame­nte en el colchón de los miles que ahí duermen casi pegados. Escuchar un estornudo ya no es raro, ya que no todos tuvieron la suerte de cobijarse del frío inclemente.

A pesar de la saturación, ayer arribaron en el transcurso del día decenas de camiones procedente­s de Mexicali con más migrantes exhaustos y hambriento­s que batallaron para encontrar dónde descansar.

Las autoridade­s informaron que en el trayecto, un hondureño murió tras ser atropellad­o por un vehículo que se dio a la fuga.

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Los centroamer­icanos tienen que hacer largas filas para obtener un plato de comida, que preparan cocineros de la Marina; un oficial cuida el orden.

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