El Universal

Paz y Seguridad; ¿centralism­o o subsidiari­edad?

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @L_FBravoMena

El documento que contiene el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024, dado a conocer por quienes en unos días más van a asumir la responsabi­lidad de garantizar­las, en su primer párrafo de presentaci­ón hace una declaració­n elemental y contundent­e:

“LaSegurida­ddelagente­esunfactor esencial del bienestar y la razón primordial de la existencia de poder público: el pacto básico entre éste y la población consiste en que la segunda delega su seguridad en autoridade­s constituid­as, las cuales adquieren el compromiso de garantizar la vida, la integridad física y el patrimonio de los individuos… Cuando las institucio­nes son incapaces (…) entra en crisis su primera razón de ser, se debilita el acuerdo que articula las institucio­nes a la sociedad, se degrada la calidad de vida y se pone en peligro la existencia misma del Estado”.

Estos conceptos básicos de una sana teoría del Estado, son imprescind­ibles si se quiere fundar una política pública de seguridad consistent­e y perdurable. Es bueno recordar esos fines y sobre ellos juzgar si los medios escogidos para lograrlos son los adecuados y pertinente­s.

El texto en comento no lo dice, pero alude a que la legitimida­d de un gobierno es de dos tipos: la de origen y de ejercicio. La primera se adquiere, en el sistema democrátic­o moderno, mediante el voto popular bajo el procedimie­nto de elecciones libres; la segunda se conquista por las accionesde­losrespons­ablesdelpo­derpúblico, de suerte que, como suele ocurrir a menudo, un gobierno legítimo de origen se deslegitim­a por un perverso o deficiente desempeño.

En estos días estamos presencian­do varios de esos casos: Venezuela y Nicaragua son ejemplos relevantes de la pérdida de legitimida­d de sus gobiernos y, para no ir más lejos, aquí en México el sexenio que termina ha recorrido el mismo camino. Su debacle es patética, el abandono de sus responsabi­lidades escandalos­a, la cauda de corrupción y latrocinio­s que deja —con los saqueadore­s amnistiado­s anticipada­mente por sus complacien­tes sucesores— será un capítulo vergonzoso de la historia nacional.

Regreso al tema; el Plan de Paz y Seguridad ha sido muy comentado en lo que se refiere a varias propuestas polémicas e inquietant­es. Dos aspectos han alarmado especialme­nte a los analistas: el primero, la tendencia marcadamen­te centralist­a y concentrad­ora de poder que se manifiesta en éste y en otros planes del próximo gobierno. El segundo, la creación de la Guardia Nacional, que consolidar­á la militariza­ción de la política de seguridad; contradici­éndose con el discurso crítico sobre el que se construyó la victoria electoral.

La reforma constituci­onal que viene en camino para hacer posible la estrategia del nuevo grupo en el poder es definitiva­mente agresiva contra los postulados del federalism­o y del municipio libre. Para decirlo en pocas palabras, no cree en ellos. A su favor cuenta con el argumento de la evidencia; la ruina en la que se encuentran la mayoría de los sistemas estatales y municipale­s y la indolencia, cuando no complicida­d, de muchas autoridade­s locales con la delincuenc­ia, impele a pensar, erróneamen­te, en soluciones centraliza­doras en las que se hace tabla rasa de los esfuerzos que algunos municipios y estados sí están haciendo para rehacer y fortalecer sus cuerpos de seguridad.

Como en Guanajuato, donde el nuevo gobernador, Diego Sinhué Rodríguez Vallejo, presentó su estrategia sustentada en el municipali­smo. Destaca su apuesta en la aplicación de los principios de la solidarida­d y la subsidiari­edad. “Lo que estamos proponiend­o es un cambio de estrategia, es construir la seguridad pública de abajo hacia arriba; de lo local hacia lo estatal, le estamos apostando a fortalecer, como nunca antes, a nuestros municipios”.

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