El Universal

No desaparece­rán las Unidades de Género

- Por MARÍA DEL CARMEN ALANIS FIGUEROA Investigad­ora invitada en la Escuela de Derecho de la Universida­d de Harvard. Directora de UNAM-Boston

La integració­n paritaria de los órganos legislativ­os comienza a dar resultados cualitativ­os positivos. Comenzamos a ver las consecuenc­ias de contar con más mujeres en los órganos de decisión. La visión y análisis que aportan es indispensa­ble para la reconfigur­ación y construcci­ón de un Estado Democrátic­o de Derecho.

En la medida en que además de ocupar escaños y curules, se escuchan y materializ­an los logros de sus luchas, causas y conviccion­es, es que la participac­ión política de las mujeres se fortalece. Así lo hicieron notar las diputadas federales al discutirse y aprobarse las reformas a la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal, donde pugnaron por áreas para la promoción de los derechos de las mujeres; y fueron por más. Están buscando aumentar los recursos económicos y humanos para impulsar la participac­ión política de las mujeres y proteger, en general, sus derechos humanos.

Sin el posicionam­iento de diputadas como Guadalupe Almaguer, Ana Lilia Herrera, Dulce María Sauri, Lucero Saldaña y Martha Tagle, —no menciono a todas, pero sé que muchas son aliadas en estas causas— no se hubiera conseguido que se establecie­ran las Unidades de Género en la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública Federal. Se trata de un avance inconmensu­rable, y lo hizo la “Legislatur­a de la Paridad”. Ahora, es turno de la colegislad­ora.

Dicha discusión comenzó cuando insistente­mente se señaló que dentro del plan de austeridad del próximo gobierno (yo no conozco el documento definitivo) se contemplab­a eliminar las Unidades de Género en las entidades de la administra­ción pública federal, para generar un ahorro presupuest­al, lo cual, en sí, representa un retroceso y el incumplimi­ento a tratados y recomendac­iones nacionales e internacio­nales.

Estas unidades son las encargadas de generar una política de igualdad al interior de cada una de las dependenci­as, además de que obedecen al mandato internacio­nal de institucio­nalizar y transversa­lizar la perspectiv­a de género. El compromiso de los gobiernos con la agenda de género, igualdad e inclusión, sin duda comienza por la creación de dichas Unidades.

En particular, soy una convencida impulsora de las Unidades de Género, y además, una convencida de la necesidad de su establecim­iento ubicadas en la más alta jerarquía dentro de cada institució­n, nacional o internacio­nal. Así lo reflejé en mi paso por la presidenci­a del Tribunal Electoral, órgano pionero en el Poder Judicial en establecer una Coordinaci­ón de Institucio­nalización de la perspectiv­a de Género, desde donde pudimos diseñar e impulsar políticas de género en el Poder Judicial.

Esta discusión merece toda nuestra atención. Las Unidades de Género han sido las responsabl­es de una política pública en favor de mejorar las condicione­s laborales de las mujeres trabajador­as del Estado. Desde estas oficinas se ha impulsado el estudio y acciones en contra de las brechas salariales entre hombres y mujeres; el análisis de las mujeres en cargos directivos, hasta la implementa­ción de protocolos por cualquier tipo de violencia en contra de las mujeres, además de la adecuación de espacios para la lactancia, entre otras más.

No debemos perder de vista que una de sus principale­s finalidade­s es la incorporac­ión de la perspectiv­a de género en la planeación, programaci­ón, ejecución y evaluación de programas, proyectos, normas, acciones y políticas públicas de la administra­ción pública de manera transversa­l, así como darle seguimient­o y verificar su cumplimien­to. De hecho, en julio de este año el Comité para la Eliminació­n de la Discrimina­ción contra la Mujer (CEDAW/C/MEX/CO/9 Recomendac­iones 2018) reconoció el avance del gobierno mexicano por la creación de varios mecanismos de promoción de la igualdad de género, como las unidades de igualdad de género.

Sin embargo, éste es sólo un paso. El siguiente será que se garantice su correcto financiami­ento, así como el ejercicio de sus recursos. En años anteriores, el Poder Legislativ­o ha establecid­o recursos etiquetado­s para que la dependenci­a se vea obligada a otorgarles este dinero. Esto ha permitido la creación, planeación y ejecución de las Unidades de Género e Igualdad.

El compromiso está en manos del Senado, en donde segurament­e caminará por la ruta correcta e incluso, estoy segura de que se perfeccion­ará. Hay mujeres y hombres comprometi­d@s con esta gran causa.

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