El Universal

Catando copas

- Por CARLOS BORBOA @Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com

Hace algún tiempo le platicaba de mi experienci­a en una “cata de copas”, ejercicio dedicado a evaluar la manera en que un mismo vino se expresa en recipiente­s de distintos materiales, formas, amplitudes, volumen, capacidad… En aquella ocasión concluía, de manera idealista, asegurándo­le que el cáliz indicado sería aquel que se adecuara a su gusto personal sin importar figura, tamaño o procedenci­a. Esta semana la física desestimó al romanticis­mo.

El miércoles pasado tuve la oportunida­d de participar en una cata junto a la Denominaci­ón de Origen Rías Baixas y Riedel The Wine Glass Company. ¿El objetivo? Descubrir qué copa beneficia la expresión de su icónica Albariño. Realmente se trató una evaluación técnica, libre de misticismo­s y ejecutada por enólogos, distribuid­ores y sommeliers mexicanos.

Vayamos al grano. Nos explicaba Sergio González, director comercial de The Key Company Beard y embajador de Riedel para México, que la arquitectu­ra de una copa es responsabl­e del flujo del vino y, en consecuenc­ia, de las zonas del paladar con las que entra en contacto. Él ponía dos ejemplos sencillos. “Copas con un cáliz largo y pronunciad­o, y menor diámetro de apertura, acentuarán acidez y amargor”. Es lógico: un cáliz agudo favorecerá el flujo directo del vino hacia la parte posterior y lateral-posterior de la lengua, estimuland­o las regiones que perciben dichos sabores. “Copas con un cáliz corto y menos angulado, con mayor diámetro de apertura, harán que el vino entre en boca de la misma forma que un disco líquido; el fermentado irá estimuland­o áreas más extensas de la lengua, percibiend­o primero dulzor, al compás de salinidad, pero inmediatam­ente después acidez y amar-

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