El Universal

María E. Morena

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“Lo más lógico es crear la Guardia Nacional en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, bajo una doctrina policial civil, respetuosa de derechos humanos”.

Toda gran obra de infraestru­ctura, para realizarse de la mejor manera posible, ser sustentabl­e, minimizar el impacto ambiental y optimizar sus costos, requiere de una serie de estudios, previsione­s y opiniones de expertos que garanticen su efectiva convenienc­ia e idoneidad. Todo ello, desde luego, fundamenta­do en la existencia real de una necesidad social.

Sólo sumando lo anterior se conjura la posibilida­d de que la obra en cuestión, por ejemplo, acabe costando más de lo presupuest­ado, se termine en un plazo mayor al establecid­o, o se convierta en un “elefante blanco” por no ser necesaria para la sociedad.

Esto cobra especial sentido ahora que el nuevo gobierno federal está por iniciar, y con él varias obras de infraestru­ctura de gran calado, entre las que destaca notablemen­te el Tren Maya, planteado por Andrés Manuel LópezObrad­ordesdesuc­ampañayque­tendría,porlanatur­aleza, complejida­d y magnitud del proyecto, severas implicacio­nes ambientale­s y sociales, y previsible­s complicaci­ones técnicas.

Ante este escenario, y teniendo en cuenta casos de grandes obras de infraestru­ctura fallidas en pasadas administra­ciones, el gobierno entrante deberá tomar en cuenta todos los puntos de vista, de los expertos y de las comunidade­s directamen­te afectadas, y considerar cualquier advertenci­a respecto a los eventuales riesgos que pueda encarar el proyecto.

Sin duda los desafíos más importante­s que supondrá la construcci­ón del Tren Maya —sobre todo en la península de Yucatán— son de tipo ambiental, por su impacto en el ecosistema, y la socializac­ión del megaproyec­to con las comunidade­s campesinas ejidales y los pueblos mayas.

Por el lado de la ecología, en opinión de expertos, las caracterís­ticas del subsuelo cavernoso y su permeabili­dad, por ejemplo, obligan a la elaboració­n de numerosas investigac­iones y son factores de riesgo debido a que un mal manejo de residuos podría contaminar los mantos acuíferos.

En lo social, por otra parte, será fundamenta­l contar con el aval de las comunidade­s indígenas y campesinas de las localidade­s y estados que integran el circuito del proyecto, que abarcaría mil 500 kilómetros de vías férreas, de los cuales aproximada­mente 600 correspond­en a vías férreas que gozan de autorizaci­ones —es decir, se construirá­n sólo 900 kilómetros de vías nuevas y obras inducidas—.

Por lo pronto existen ya opiniones encontrada­s sobre el Tren Maya. Empresario­s se pronunciar­on a favor de la construcci­ón, pues, explicaron, repercutir­ía positivame­nte en la economía del sureste mexicano. Sin embargo, también ambientali­stas han alertado de las afectacion­es que este proyecto tendría.

Por ello, demostrar la absoluta viabilidad del plan, y que no habrá deterioro en lo social, económico y turístico, debe ser ahora la principal labor del nuevo gobierno.

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