El Universal

Gaby Vargas

Detente, respira y agradece

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Me gusta mucho la costumbre de nuestros vecinos del norte de celebrar el Día de Gracias —con origen en la celebració­n de las buenas cosechas—. Me parece un hábito que nos convendría adoptar o experiment­ar, pero no sólo un fin de semana sino el año completo.

Más allá de los beneficios que la gratitud nos brinda en términos mentales y físicos, como en la salud, el bienestar y la calidad en nuestras relaciones, agradecer es una obligación. Pero hoy quiero invitarte a ir más allá de la gratitud y practicar el aprecio, te garantizo que tú y quienes te rodean serán más felices.

Recuerdo que en una ocasión Mateo mi nieto, entonces de dos años, me trajo una piedrita del jardín y la puso en mi mano. “Gracias, Mateo”, le contesté con una gran sonrisa. Acto seguido, Mateo regresó emocionado, moviendo su traserito de un lado a otro, a recolectar dos piedritas del jardín para colocarlas en mi mano una vez más, a lo que volví a agradecer. La acción la repitió varias veces, su motivación era ver mi cara de felicidad y la satisfacci­ón de escuchar la palabra “gracias”.

Pienso que el Universo reacciona de la misma forma que un niño de dos años. Entre más le agradeces, más y con más gusto te regala a manos llenas. El asunto es darnos cuenta de los miles de regalos que la vida nos hace a diario, ya sea con la naturaleza, las coincidenc­ias, la belleza, el arte, el abrazo, la palabra, etcétera… Los presentes siempre están ahí para abrirlos con la mirada de la conciencia.

Detente, respira y agradece. Ponle una lupa a tu vida y haz que la palabra “gracias” sea lo primero que aparezca en tu mente al despertar. Abre los ojos a apreciar lo que ya es tuyo, lo que ya tienes. Di “gracias” a todo, a Dios, a tus padres, a tus hijos, al agua de la regadera en la mañana, a tu cama, a los alimentos sobre la mesa, a una copa de vino, a la música, al aire que respiras, a tu cuerpo y a cada una de sus partes por hacer tan maravillos­amente bien sus funciones.

Sobre todo, agradece por lo que ya hay; por lo que tu cuerpo sí te da, por lo que no te duele y por lo que te permite hacer. Haz de la palabra “gracias” un mantra. Agradecer, todo lo engrandece, te trae al presente, por lo que realza cualquier experienci­a, le da brillo, color, sonido y textura.

¿Agradecer o apreciar? Hay diferencia­s. Puedo agradecer tener comida en la mesa, pero puedo ir más allá al apreciar su belleza, fragancia, sabor, lo nutritiva que es, o bien, el esfuerzo que hubo detrás de su preparació­n para que yo la disfrutara. Apreciar es algo más sutil, más detallado, es reconocer la calidad, el valor, el significad­o, la magnitud de las personas o de las cosas que agradecemo­s.

Cuando el aprecio lo dirigimos a las personas, significa reconocer lo que me hacen sentir cuando estoy con ellas, quizá más confianza, más inteligenc­ia, más inspiració­n, mayor energía y demás. ¿Quién no se sentiría motivado con esto? Así que agradece y aprecia.

La próxima vez que te reúnas con tu familia o con tus amigos, ¿por qué no darle a cada quien el mejor regalo que se le puede dar a alguien: decirle algo en específico que hace bien, lo que amas de ella o él o alguna cualidad que admiras? Si lo haces frente a otros será aun más efectivo.

Ten por seguro que tu relación con esa persona se fortalecer­á y al mismo tiempo te sentirás muy bien.

La vida ama a una persona agradecida. No permitas que las prisas, las obligacion­es o la agenda, logren pasar por alto los momentos para agradecer.

Detente, respira y agradece. ¿Cuánto tiempo te toma? Dos segundos.

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