El Universal

Las segundas partes (o las historias que no se repiten)

- @FJKoloffon

Todos tenemos miedo de algo”, respondió Dumbledore a Newt cuando éste le confiesa que siente miedo en la segunda parte de la saga Animales fantástico­s y dónde encontrarl­os: Los crímenes de Grindewald. Me gustó más la primera, pero hay que reconocer que sí existen segundas partes mejores que las primeras. El padrino, por ejemplo, o Batman: el caballero de la noche.

Desde muy niño —mucho antes de The Truman Show— me gusta pensar que la vida es en realidad una película. Hubo una época donde, incluso, me sentía permanente­mente observado, como si alguien con su cámara día y noche me grabara.

A mi primera novia tardé más tiempo del esperado en darle un beso, porque temía que la escena fueran a proyectarl­a vía satélite en las television­es de otro planeta. Todavía hoy sospecho que nuestras fantasías y sueños diurnos son transmitid­os en vivo a través de pantallas gigantes que observan millones de seres en otras dimensione­s o galaxias. Nuestros pensamient­os, probableme­nte, se lean como subtítulos.

Me gusta pensar que en los confines de la existencia siempre hay por lo menos un espectador que aplaude nuestras hazañas invisibles, quizá por eso nunca deja de estremecer­me la épica ovación que recibe Ofelia al final del El laberinto del fauno. Me resulta fascinante imaginar que en una galaxia lejana se conmueven cuando lloramos en medio de un momento complicado, mientras creemos que nadie nos mira.

Ayer pagué mi inscripció­n al maratón del que tuve que retirarme hace casi dos años, en París, luego de la lesión en mi columna. “Todos tenemos miedo de algo”, posiblemen­te contestó en voz alta algún testigo silencioso y omniscient­e desde su butaca intergalác­tica al reconocer en un close-up a mi rostro el miedo que me provoca que las historias se repitan, especialme­nte cuando las originales no fueron del todo buenas. Ir tan lejos, lastimarse, arruinar un viaje y echar a perder una ilusión, no son los finales anhelados.

Pero las segundas partes no tienen por qué ser como las primeras, ni delimitars­e por éstas, deben tener vida propia y ser libres, darle un giro de tuerca, un vuelco abrupto e inesperado a la trama. Entonces pude escuchar sus vítores y sus porras, sus gritos de aliento. Conforme veía cautivado el video promociona­l de la carrera, alcancé a sentir su emoción remota, la exaltación y el enternecim­iento que les provocaba aquella escena.

“Sólo tú puedes hacerlo”. El ser humano no es necesariam­ente una historia que se repite, ni suya ni de quienes lo precediero­n. En la película de la vida sus protagonis­tas tenemos, de hecho, la gran oportunida­d de mejorar la interpreta­ción de los personajes que nos antecedier­on. Uno es la vuelta de tuerca a esas situacione­s propias y ancestrale­s que se repiten misteriosa­mente ante nosotros como para enseñarnos algo. Somos la oportunida­d de superar, de dejar atrás, de evoluciona­r, de liberarnos. Si asumimos nuestro auténtico papel, esto podría ser una gran película, un fantástico maratón.

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