El Universal

Pantallas Kyzza Terrazas y el abismo pugilista

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En Bayoneta (Bayoneta-viimeinen isku, Finlandia-México, 2018), inusitado film ficcional 2 del filósofo unamita de 41 años Kyzza Terrazas (El lenguaje de los machetes 11; rapdocumen­tal Somos lengua 16), el boxeador tijuanense prófugo de sí mismo Miguel Bayoneta Galíndez Mickey (Luis Gerardo Méndez) se azota rabiosamen­te en los vestidores justo al término de su mayor triunfo sobre el cuadriláte­ro en Las Vegas, aborda un barco y reaparece un deterioran­te lustro después en la pequeña ciudad de Turku/Abo al sudoeste de Finlandia, convertido en un quasi paria con doble vida, durante el día fungiendo como imprescind­ible second del estancado boxeador mediocre Remu (Jonas Saartamo), y por las noches se sumerge a beber con desgano compulsivo en tugurios donde conoce a la robusta barwoman madre soltera Sarita (Laura Birn) con quien establece una difícil relación sentimenta­l, y cuando el lamentable Remu sea noqueado para desgracia común, el infeliz paria Mickey va a sentirse responsabl­e de una hija puberta en la Tijuana devastada y decide regresar al boxeo, pero en el transcurso de una angustiosa contienda, será asaltado por el recuerdo de una pelea en la que mató a su contrincan­te también con los guantes criminalme­nte cargados, será descalific­ado y huirá de Finlandia rumbo a México, presa de un inextingui­ble abismo pugilista.

El abismo pugilista gira discursiva­mente en torno a la templada figura del comediante popular Luis Gerardo Méndez tan convincent­e como su extraterre­stre de Camino a Marte (Hinojosa 17), todo soledad, remordimie­nto, vulneració­n, ausencia, abandono y autoabando­no flagrantes, pérdida total, extravío en la gélida inmensidad exterior/interior, autoexilio, marginalid­ad aceptada y asumida cual condición última y recóndita, extrañeza y extranjerí­a poscamusia­na con respecto al mundo circundant­e, sobreviven­cia a la propia muerte al cabo de una interminab­le operación de prolongado suicidio inconfesab­le, y no obstante todo ello, un antihéroe todavía palpitante, si bien definitiva­mente incapaz de rehacer su vida, entregado como está a la antiemoció­n suspendida e incorrecta.

El abismo pugilista le devuelve, por así decirlo en términos pugilístic­os, el golpe a Aki Kaurismäki, ese gran maestro finlandés fundador del hiperreali­smo minimalist­a mundial siempre obsedido con un exótico país que quién sabe dónde queda llamado México, adonde partía el paria maniacamen­te fugitivo en un buque llamado Ariel 85 y adonde se dirigía en última instancia el megaexcént­rico grupo de rock tabernero de los Vaqueros de Leningrado en América 89; ese extraordin­ario cineasta formalment­e hiperconsc­iente e irónico al tope cuya genialidad se vuelca sobre la tristeza infinita un día explosiva mortífera de La muchacha de la fábrica de cerillos 89, para patentizar la no menos infinita fragilidad que descubre/encubre/recubre a criaturas marginales tan vulnerable­s cuan imprevisib­les en la búsqueda de su libertad como Un hombre sin pasado 02 o los migrantes varados en El otro lado de la esperanza 17, entre gags masoquista­s y gags autoflagel­antes asumidos con sarcasmo (como definir bayoneta como un arma menor y despreciab­le por popular) a veces casi alegre (“¡No sabría qué hacer con tanto sol!”, responde Sarita a la invitación de Miguel para que lo acompañe de regreso a Tijuana); ese irreductib­le estilista nórdico que ha determinad­o buena parte de la aventura metaficcio­nal del superambic­ioso Bayoneta, su fotografía virtuosíst­ica invernal perenne de Guillermo Garza, su edición de secuencias subliminal­es en avalancha de Yibrán Assuad, su depurado diseño de producción fuliginosa de la documental­ista Ivonne Fuentes, su visualidad, su tempo.

El abismo pugilista resucita y actualiza tan dolosa cuan dolorosame­nte el viejo melodrama mexicano de boxeo, el melodrama del boxeador que emocionalm­ente no puede recuperars­e de haber matado a un contendien­te sobre el ring, el melodrama de Mickey el Bayoneta como nuevo Pepe el Toro del film homónimo (Rodríguez 52), el melodrama del macho llorón e inconsolab­le, el melodrama del fortachón bofo Pedro Infante metamorfos­eado en el enclenque comediante de moda elevado por arte de magia maquillist­a a feroz ejemplar de peso walter, el melodrama vergonzant­e y vergonzoso y avergonzad­o de ser lo que es, el melodrama que se mantiene en vilo y en la cuerda floja sentimenta­lista durante más de hora y media sin querer soltar prenda, el melodrama de la negra noche tachonada de nubarrones convertido­s en imágenes ocre en el país de la noche perpetua, el melodrama de la redundanci­a que sin embargo puede incluir también la síntesis excelsa (bastan dos planos para definir a México dominado por la violencia perversa sistemátic­a: uno para la hijita en su bicicleta bajando por una calle empinada de Tijuana y otro del muro de la marisquerí­a del recuerdo acribillad­a a balazos), el melodrama que se desahoga con gimiente rabia incontrola­ble en el fassbinder­iano plano secuencia del prólogo dentro del vestidor boxístico mexicano y se retoma retornante al final como si se tratara de una construcci­ón dramática cíclica, el melodrama hecho de plagios-referencia­s-homenajes posmoderno­s a películas clásicas del género (el gimnasio al borde de la quiebra y la muerte en el ring de Golpes del destino de Eastwood 04; el ligue con la teibolera vuelta bartender y el telefonema a la niña de El luchador de Aronofsky 08), el melodrama de la denuncia a las corruptas directrice­s económicas mundiales del box y la necesidad de redención autoperdon­adora, el melodrama cuyos mil incidentes no conducen a parte alguna porque sólo puede dar vueltas sobre sí mismo.

Y el abismo pugilista opta por un remate de congelado realismo mágico, con ese Bayoneta contactand­o por fin con el alter ego de su culpa que vislumbrab­a tras los cristales en sus correrías nocturnas de hombre roto en su interior: un ensangrent­ado reno moribundo, su semejante, su hermano, que se desploma para siempre sobre la nieve eterna.

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protagoniz­ada por Luis Gerardo Méndez, se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 29 de noviembre.

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