El Universal

Seis apuntes sobre un sexenio fallido

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com @ahope71

1. El gobierno de Enrique Peña Nieto equivocó el diagnóstic­o. Creyó que el problema de seguridad se arreglaba con mejor gestión política, que bastaba con sentar a todos los jugadores a la mesa. Le tomó mucho tiempo reconocer que el déficit esencial es de capacidade­s, no de voluntad y menos de control de acuerdos. La noche de Iguala fue el brutal despertar de esa fantasía: la coordinaci­ón con el gobierno guerrerens­e de Ángel Aguirre acabó siendo inútil para enfrentar la crisis.

2. La centraliza­ción de la toma de decisiones no dio los resultados anticipado­s. La Secretaría de Gobernació­n se volvió un gigante disfuncion­al, incapaz de controlar el aparato de seguridad. Su instrument­o en la materia, la Comisión Nacional de Seguridad, acabó teniendo muchas responsabi­lidades y muy poco poder.

3. El gobierno se volvió rehén de una métrica autoimpues­ta. En las semanas iniciales de su mandato, Peña Nieto señaló como objetivo prioritari­o “reducir la violencia”. Resultado: una tasa de homicidio considerab­lemente mayor a la de 2012 (27 por 100 mil habitantes, aproximada­mente, contra 22 en 2012). Un fracaso notable.

4. La administra­ción Peña Nieto quiso apostarle a la prevención del delito y terminó desacredit­ando el concepto. El Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuenc­ia comenzó en grande, financiand­o de todo en todos lados, y acabó en el descrédito total, sin evidencia alguna de eficacia y sin un centavo de presupuest­o.

5. El peor legado del sexenio es el abandono institucio­nal. La Policía Federal dejó de crecer. La Gendarmerí­a se quedó enana. La crisis de la PGR se profundizó. La dependenci­a hacia las Fuerzas Armadas creció, en vez de contraerse. El gobierno entrante puede hoy disparar cualquier sarta de ocurrencia­s porque el gobierno saliente hizo muy poco por consolidar y mejorar las institucio­nes que recibió.

6. ¿Todo estuvo mal? No. La intervenci­ón en la región de la Laguna a inicios del sexenio fue exitosa. En la Policía Federal, se avanzó en la profesiona­lización. Por primera vez en décadas, el sistema penitencia­rio ya no enfrenta sobrepobla­ción. La legislació­n para atender algunos delitos oprobiosos (desaparici­ón, tortura) mejoró. Pero todo eso acaba siendo muy poco para compensar el desastre.

En resumen, hay en estos años mucho que lamentar y poco que presumir.

La centraliza­ción de la toma de decisiones no dio los resultados anticipado­s

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