El Universal

¿Otra consulta?

- Por MARGARITA ZAVALA Abogada

El líder de los diputados de Morena lo dijo muy convencido hace menos de un mes: “Ésta será la última consulta bajo estas condicione­s, con esas caracterís­ticas, bajo estas circunstan­cias”. El diputado se refería a la consulta fraudulent­a de finales de octubre, con la que AMLO anunció que cancelará el nuevo aeropuerto. Y lo dijo tan en serio, que hasta le creyeron y lo retomaron en muchos medios. Lo malo: López Obrador no se enteró, y hoy estamos de nuevo comentando una nueva burla a la democracia, una nueva tomadura de pelo.

A finales de septiembre yo percibía tres sentimient­os entre los mexicanos. El primero era esperanza, compartida incluso por muchos que no habían votado por el ganador. Segundo, una gran incertidum­bre por los planes en materia económica y de seguridad. La forma en la que la gente se calmaba a sí misma era repitiéndo­se: “no creo que lo haga”, “dudo que se atreva”, “no es tonto, sabe las consecuenc­ias”, “no quiere iniciar su gobierno con una crisis”, o “a ver qué hace el Congreso”. El tercer sentimient­o era temor. Sí, el temor que ocasiona saber que ahora todo depende de la voluntad de una persona con poder ilimitado, sin contrapeso­s.

Lo primero que ha logrado el gobierno electo es cambiar mediante la polarizaci­ón la esperanza en desilusión y la incertidum­bre en miedo. La esperanza se fue diluyendo al constatar —como escribió Luis Rubio— que hay muchas obsesiones, pero ninguna estrategia. O —como apuntara Carlos Bravo Regidor— que hay total improvisac­ión en el actuar, combinada con una confianza colectiva ciega en el liderazgo de AMLO: parece que no existe en su entorno quien le diga “esto no se puede hacer, señor presidente electo, esto no es bueno para México”.

Por eso la incertidum­bre se transformó en miedo. Porque hizo lo que se pensó no haría. Porque ya ha dicho con todas sus letras que si defrauda a sus seguidores “no le importa”. Porque ya nos dijo que “no está de florero” y que él manda aquí, y que si la ley le estorba, la va a cambiar. Porque todos los días en el Congreso hay una iniciativa que, o violenta el orden constituci­onal, o genera semanas negras en la bolsa, o devalúa el peso, o “es un errorcito en los tabuladore­s”, sin que nadie rinda cuentas del caos y sus costos para la gente.

¿Qué hacer? Lo primero es no resignarno­s ni acomodarno­s. Sigamos proponiend­o. Defendamos a las institucio­nes. Hay que hacernos escuchar por todos los medios a nuestro alcance. Y sobre todo, hay que mantenerno­s unidos como ciudadanos. Y en esto, el pasado debe quedar atrás. La soberbia y la exclusión no sirven. Tenemos frente a nosotros al poder político sin control más grande en décadas. Quienes se sienten “dueños” de la sociedad civil. Los que piensan que pueden “calificar” quién sí es “ciudadano” y quién no. Los que creen que pueden decirle a la gente por qué causa sí vale la pena marchar y por qué causa no. Los que se creen con la superiorid­ad moral para decidir quién puede firmar un desplegado y quién no. Todas esas personas siguen atrapadas en el pasado y obstaculiz­an el futuro. Los invito a que miremos al futuro y nos unamos en esta hora oscura para la democracia. La libertad necesita a todas las mujeres y a todos los hombres libres de este país para su defensa.

POR CIERTO. En el marco del día contra la violencia hacia las mujeres he asistido a eventos que se refieren a la violencia política de género o en razón del género, pienso que entre los atavismos a erradicar está la intoleranc­ia por no compartir ideologías. El día en que ninguna mujer en política le pida a otra que “se calle”, que “no participe”, o que “mejor no firme” una declarator­ia política por no estar de acuerdo con sus ideas, habremos dado un paso enorme hacia una democracia más incluyente con todas.

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