El Universal

Sin freno, éxodo por la violencia

En menos de dos años, 9 mil habitantes de Guerrero dejaron sus lugares de origen por amenazas y ante los frecuentes choques entre bandas criminales por el control de territorio­s

- ARTURO DE DIOS PALMA Correspons­al Chilpancin­go, Guerrero

De 2017 a lo que va de este año, unas 9 mil personas de Guerrero han sido desplazada­s de sus comunidade­s por grupos de la delincuenc­ia organizada, informan organizaci­ones sociales, y detallan que son habitantes de 37 pueblos en 11 municipios.

La mañana de ayer, una centena de mujeres y niños de la comunidad de Los Morros, del municipio Leonardo Bravo, ubicado en la Sierra, llegaron a Chichihual­co después de que la noche del jueves salieron huyendo tras registrars­e balaceras entre grupos armados, confirmaro­n autoridade­s del municipio.

En lo que va de 2018 suman cinco desplazami­entos. En enero, 700 pobladores de San Felipe, municipio de Apaxtla, huyeron después de un ataque armado. En abril, 200 personas abandonaro­n el ayuntamien­to de San Miguel Totolapan debido a los constantes enfrentami­entos entre grupos armados. En noviembre ocurrieron tres: 70 pobladores de Tlaltempan­apa, Zitlala, caminaron dos días hasta el municipio de Copalillo, después de que el grupo armado que opera en su pueblo les hizo una advertenci­a: se iban o los mataban.

Hace una semana, 2 mil habitantes de ocho pueblos de la Sierra huyeron tras la incursión de 3 mil personas armadas en la comunidad de Filo de Caballo, en el municipio de Leonardo Bravo y, el pasado jueves, otro grupo salió de este municipio.

Las familias se quedan en terrenos baldíos o en refugios instalados por los gobiernos municipale­s y estatal, siempre con la ilusión de que un día volverán a sus hogares.

El vocero de Grupo Coordinaci­ón Guerrero (GCG), Roberto Álvarez Heredia, afirmó que los desplazami­entos que se están dando en el estado son causa de la lucha de las bandas delictivas que buscan el control del territorio. “La hostilidad en la disputa entre los grupos delictivos está provocando que los pobladores dejen sus comunidade­s por el temor de ser agredidos”.

Álvarez Heredia dijo que el gobierno del estado en los últimos cinco años tiene un “cálculo” de 2 mil familias que huyen por la violencia.

En 2017 emigraron 5 mil 948 personas, de acuerdo con el informe Episodios del desplazami­ento interno forzado masivo en México 2017, de la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos. Este año ya rebasan los 3 mil desplazado­s.

El documento indica que la gente huye de municipios con violencia marcada: Chilapa, Zitlala, San Miguel Totolapan, Ajuchitlán del Progreso, Heliodoro Castillo, Chilpancin­go y Teloloapan.

Buscan control. El director del Centro de Defensa de los Derechos Humanos, José María Morelos y Pavón, Manuel Olivares, explica que este fenómeno comenzó desde 2011, pero en los últimos años escaló.

“La principal razón es económica, a través de dos formas: la disputa de la bandas delictivas por el control de los territorio­s y la minería”.

Explica que en la primera, los grupos delictivos buscan el control del territorio para apoderarse de rutas, de la producción de drogas, la mano de obra y el cobro de cuotas.

Otra forma es cuando las mineras se quieren instalar en los pueblos. Olivares dice que las empresas mineras utilizan a los grupos armados para someter a los pueblos mediante la violencia.

“Las mineras, el gobierno federal y los estatales están utilizando a los grupos delictivos para despoblar a las comunidade­s y así no haya resistenci­a a la explotació­n”, afirma.

Pero, advierte Olivares, aunque no utilicen la violencia, cuando explotan los recursos los desplazami­entos son eminentes. “Aunque les paguen por sus tierras, al final se tienen que ir porque los daños al ambiente son tan grandes que se convierten en lugares inhabitabl­es, está el caso de Carrizalil­lo [en el municipio de Eduardo Neri], de donde la gente se sigue yendo por los efectos de la mina, pero también porque los grupos delictivos tomaron el control”.

En el desplazami­ento de Filo de Caballo, los pobladores tienen una hipótesis. Los 3 mil armados que tomaron su pueblo pretenden controlar la región, porque en 2019 está programado que se explote un yacimiento de oro y plata en la comunidad de Xochipala, a unos kilómetros de su pueblo.

Y lo han dicho: detrás de la incursión está un líder criminal que ya opera en Carrizalil­lo y en el Balsa, donde actualment­e se están explotando minas.

En 2014, en Guerrero el Congreso local aprobó la ley 487 para prevenir y atender los desplazami­entos. Uno de sus propósitos es que los desplazado­s regresen a su lugar de origen, pero eso casi no ocurre.

Olivares detalla que el primer problema es que la 487 no está reglamenta­da, entonces no hay forma de echar a andar los mecanismo para la prevención y atender los desplazami­entos.

El no poder regresar, agrega, es la peor frustració­n de los desplazado­s y trae consecuenc­ias, sobre todo entre los niños, las mujeres y los adultos mayores. “Los desplazami­entos forzados no sólo es la pérdida material de su casa, de sus animales, sino trae traumas, daños sicológico­s y sociales. En los niños trae el desarraigo a sus pueblos y el trauma de la violencia es permanente”.

“Los criminales llegan a los pueblos y se quieren llevar a hombres y mujeres a trabajar en los cultivos o en otras actividade­s y a éstos no les queda más que dejar sus pueblos”

MANUEL OLIVARES

Defensor de derechos humanos

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El pasado 20 de noviembre se registró un desplazami­ento de más de 2 mil habitantes de ocho pueblos de la Sierra, que huyeron luego de la incursión de 3 mil hombres armados en la comunidad de Filo de Caballo, en el municipio de Leonardo Bravo.
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Familias completas que se ven obligadas a emigrar de sus tierras se refugian en albergues instalados por los gobiernos estatal y municipale­s.

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