El Universal

Con un rey y con un indígena

- FRANCISCO RESÉNDIZ —francisco.resendiz@eluniversa­l.com.mx

En ese momento más de 100 mil almas quedaron en silencio, atónitas, en respeto ante el lamento de un indígena postrado a los pies del presidente Andrés Manuel López Obrador, pero cuando la voz de ese hombre era más apasionada, el mandatario cayó de rodillas. La Bandera nacional flameaba a la izquierda. Una Plaza de la Constituci­ón colmada fue del silencio al asombro al ver cómo el Presidente de la República, con la banda presidenci­al cruzándole el pecho, se postraba ante el indígena y abrazaba el Cristo Negro clavado en una cruz blanca envuelta en un manto con hilos dorados que le daban.

López Obrador entró por primera vez a Palacio Nacional en punto de la 1 de la tarde con 32 minutos como Presidente constituci­onal en funciones, venía del Palacio Legislativ­o. Al cerrarse la Puerta de Honor saludó a una escolta de Bandera de la Policía Militar. Como única testigo, su esposa Beatriz Gutiérrez Müller.

Caminaron entonces, cruzaron el Patio de Honor de Palacio y subieron por las escaleras, para después ir al Salón de la Tesorería y encabezar la comida que ofreció en honor de los jefes de Estado y de Gobierno, a representa­ntes de naciones, y a la que asistieron los presidente­s de los Poderes de la Unión, de órganos autónomos, diplomátic­os, empresario­s, artistas, legislador­es y deportista­s.

Ahí, en la mesa de López Obrador, estaban el rey Felipe VI de España y el presidente cubano Miguel Díaz Candel, uno al lado del otro, más allá el presidente de Ecuador, Lenín Moreno; en otra mesa, frente a ellos, el venezolano Nicolás Maduro.

En ese mítico salón, donde los presidente­s de México ofrecen a sus invitados reuniones de gala en su honor, estaban también los mandatario­s de Bolivia, Evo Morales; de Honduras, Juan Orlando Hernández, y de República Dominicana, Danilo Medina, así como los de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; de Guatemala, Jimmy Morales, y de Perú, Martín Vizcarra; Julie Payette, gobernador­a general de Canadá, y Antonio Costa, primer ministro de Portugal, entre otros. Los enviados del presidente de Estados Unidos, Mike Pence e Ivanka Trump, no se vieron.

Al concluir se hace una fila muy larga para saludar al presidente López Obrador, quien tuvo de un lado al rey Felipe VI y del otro a su esposa Beatriz Gutiérrez Müller. Se ve desfilar igual a árabes con turbante, que a representa­ntes africanos, asiáticos, europeos.

Conforme se desarrolla­ba este almuerzo protocolar­io, a las afueras de Palacio Nacional grupos de personas se manifestab­an a favor y en contra de la presencia del presidente de Venezuela en México.

El menú que se sirve es de cuatro tiempos. Mientras se desarrolla la comida, afuera miles comenzaban a llegar.

A las 5 de la tarde en punto se abre la Puerta Mariana de Palacio Nacional y el presidente López Obrador sale acompañado por su esposa Beatriz. Camina protegido por un muy discreto equipo de seguridad.

La plancha del Zócalo se inunda del sonido de las caracolas y los tambores.

A las 5:10 de la tarde llega al pie del templete. Lo reciben tres indígenas. Sube a la tarima y la gente que llena el Zócalo lo vitorea.

Ahí, María del Lourdes Jiménez, Carmen Santiago Alonso y Francisco Martín lo hunden en el humo del copal, lo purifican y rezan al corazón de la tierra, del aire, del agua y del fuego para que el Presidente lleve a cabo todo lo que está en sus planes.

“Que los abuelos y nuestros ancestros se hagan presentes para que lo liberen y purifiquen, pedimos a las fuerzas del Universo”, dicen y piden a la Virgen de Guadalupe “cuide a su hijo y lo libere de todo lo malo” que se atraviese en su camino.

Entonces es el turno del otro indígena, el que se coloca de rodillas frente al Presidente, le habla en su dialecto, la voz del hombre se quiebra y se vuelve un lamento. López Obrador se hinca frente a él y recibe el Cristo. Lo vitorean. Después hay una larga oración.

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Un hombre se colocó de rodillas ante el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien correspond­ió al gesto.

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