El Universal

“Hace 12 años vine aquí a luchar... hoy, a festejar”

Los carteles que en 2006 acusaban fraude electoral, hoy aclaman “el México nuevo”

- TERESA MORENO, PEDRO VILLA Y CAÑA, PERLA MIRANDA Y ASTRID RIVERA —justiciays­ociedad@eluniversa­l.com.mx

En esta ocasión, como hace 12 años, la emoción es tan grande que no se puede contener el llanto, 150 mil gargantas rugen: “¡Presidente, presidente!”, y todo el Zócalo se vuelve tricolor al agitarse las banderas de México.

A diferencia de 2006 y 2012, ahora no hay rencor ni tristeza, y las lágrimas que se derraman no son de impotencia, sino de alegría. Finalmente, Andrés Manuel López Obrador protestó como Presidente de México y la principal plaza política del país estalló en júbilo.

“Hace 12 años venimos a luchar; hoy estamos aquí para festejar”, dijo Azucena Orozco Ruiz con los ojos húmedos.

Estamos en el mismo lugar donde en 2006 el hoy Presidente se declaró mandatario legítimo y se impuso la banda presidenci­al sin haber ganado legalmente las elecciones; donde llamó a un bloqueo de 48 días sobre Paseo de la Reforma, desde donde mandó al diablo a las institucio­nes.

En ese entonces, los carteles rezaban: “¡No al pinche fraude!”. Hoy, con una mayoría de 53% en el proceso electoral, las pancartas no reflejan coraje, sino esperanza: “¡Por un México nuevo!”, “¡Bienvenido, presidente!”, “Servidor de la nación”, “La esperanza de México”.

En dos pantallas gigantes colocadas en el escenario principal, se transmite la ceremonia de toma de protesta. Llega el momento: desde el salón de plenos de la Cámara de Diputados, los reflectore­s enfocan al tabasqueño colocándos­e la banda presidenci­al. La gente estalla en gritos de felicidad, unos rompen en llanto.

Los gritos truenan en el Zócalo: “¡Sí se pudo!”, “¡Es un honor, estar con Obrador!”, el clásico que lo ha acompañado en sus dos intentos previos y hoy resuena en su primer día como Presidente.

El sol, que está en su cenit, hace parecer insuficien­tes las sombrillas y gorras que la gente se acomoda para protegerse de sus rayos; un hombre le pide a su esposa ir a descansar a la sombra. “Si ya aguantamos dos sexenios que nos robaron las elecciones, hoy que por fin ganó Obrador, ¿no te puedes esperar tantito?”, le responde la mujer.

La gente no se mueve de sus lugares y se van sumando más, hasta que a las 17:00 horas es imposible avanzar: hay 150 mil personas esperando escuchar el mensaje del mandatario.

A las 17:06 de la tarde, López Obrador llega acompañado de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, y nuevamente retumba el grito: “¡Presidente, presidente!”. La emoción es grande y hay espacio para todos: desde familias sentadas en el piso hasta una enorme bandera LGBTTTIQ+ que contrasta con el piso gris. Jaime López Vela sonríe mientras la sostiene.

“AMLO dijo que respetaba todas las orientacio­nes sexuales y eso nos da una esperanza de que seremos tomados en cuenta”, dice.

Tras un discurso de hora y media, la gente resiste y aplaude, principalm­ente cuando el Presidente promete terminar con la corrupción y que mejorará la vida de los ciudadanos de a pie. Les pide: “No me dejen solo, porque sin ustedes yo no valgo nada o casi nada”.

Llegó el momento de despedirse, pero antes la plaza entera entona el Himno Nacional. Muchos levantan el puño en alto, el izquierdo, por supuesto, y otros los dedos índice y medio formando una letra: la “V”. Después de 12 años, por fin a López Obrador lo acompaña la “V” de la victoria”.

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Algunas de las personas que arribaron al Zócalo capitalino comentaron haber apoyado a López Obrador desde sus dos intentos anteriores por ganar la Presidenci­a.

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