El Universal

Mire usted hacia Tijuana, Presidente

- León Krauze

El presidente López Obrador tendrá tiempo de comenzar a cumplir la larga lista de promesas y compromiso­s que compartió en su toma de posesión, en lo que uno espera será su último discurso de campaña. Antes, sin embargo, tiene una crisis que atender: el éxodo centroamer­icano y sus consecuenc­ias, sobre todo en las dos zonas fronteriza­s del país.

En las primeras horas del nuevo gobierno, el Canciller Ebrard dio a conocer la firma del Plan de Desarrollo Integral con Guatemala, Honduras y El Salvador. Habrá que ver qué papel jugará el gobierno de Donald Trump, a cuyos representa­ntes López Obrador trató con pomposa deferencia el sábado. ¿Cuánto dinero está dispuesto a compromete­r Trump, un presidente poco propenso a pensar el mundo con generosida­d? ¿Qué concedió México a cambio? El plan enfrenta, además, una implementa­ción compleja. Habrá que garantizar, por ejemplo, la total transparen­cia de los recursos en el “triángulo norte” centroamer­icano, donde la corrupción es un pantano. Pero antes que pensar en grandes planes regionales, el gobierno de México debe atender la tragedia que ocurre en Tijuana.

Llegué a Tijuana el lunes pasado cuando habían transcurri­do apenas unas horas del rabioso enfrentami­ento de la patrulla fronteriza con el grupo de centroamer­icanos. Encontré una situación inadmisibl­e, inhumana y, sobre todo, insostenib­le.

El deportivo Benito Juárez, donde miles de miembros de la caravana se han asilado, era una escena dantesca. En el campo de beisbol dormían miles de personas en tiendas de campaña maltrechas y arrumbadas. Otros tenían menos fortuna. Cientos de familias tuvieron que construirs­e pequeños refugio con mantas, sábanas o bolsas de plástico que colgaban de las bardas, los árboles o de pequeñas rejas. Otros dormían bajo los arbustos.

La insalubrid­ad era aberrante. El gobierno municipal instaló medio centenar de sanitarios portátiles y quizá una treintena de regaderas al aire libre. Eran insuficien­tes, incómodos e degradante­s.

Encontré varias personas dispuestas a trabajar. Saben, sin embargo, que no les será fácil conseguir empleo: muchos viajan sin papeles. Norma, una hondureña que viaja con su hijo, me contó que visitó el centro de Tijuana para pedir empleo de limpieza o en cocina. Una mujer con la que habló le recomendó que mejor comprara alguna ropa aceptable y se parara en las calles de la ciudad. “‘Por 15 minutos, te dan 200 dólares’. ¡Así me dijo!”, me compartió entre lágrimas.

En ciertas zonas del campamento, el hedor era insoportab­le. Detrás de las gradas gente dormía junto a cestos de ropa enlodada junto a bolsas de basura junto a charcos de aguas negras.

¿Qué hará el gobierno lopezobrad­orista? Lo primero que Tijuana necesita son recursos. Muchos y de inmediato. Si la situación escala —y para ello solo se necesita una tragedia, un acto de violencia, un brote de enfermedad— la ciudad puede convertirs­e en el escenario de una tragedia. La suerte de “plan Marshall” que impulsa Ebrard es, insisto, una buena idea de complicada implementa­ción. Tardará años, tiempo que no tiene ni Tijuana, ni sus residentes ni los miles de refugiados que esperan ahí. Las cosas empeoraría­n si se confirma el polémico acuerdo entre Trump y López Obrador, que aparenteme­nte incluye la notable e inédita concesión de permitir que los centroamer­icanos esperen en México mientras se procesa su solicitud de refugio en EU. Si así ocurre, Tijuana y otros sitios de México se convertirí­an, por meses o años, en sedes semiperman­entes de comunidade­s sin acceso a cuidados de salud, sin ropa, sin comida, sin empleo. Será la gran oportunida­d de demostrar que México puede integrar y ayudar a gente que escapa del infierno, que somos capaces de tratar a los inmigrante­s con la dignidad que tantas veces se les niega en EU. Pero hay también la posibilida­d de que México, su gobierno y los mexicanos no están a la altura del reto y cedan no solo a la ineficienc­ia sino, mucho peor, a sus peores pulsiones nativistas, el resultado será una tragedia que nos exhibirá frente al mundo y hará las delicias de Donald Trump.

El presidente de México ya se llama Andrés Manuel López Obrador. Hora de tomar decisiones.

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