El Universal

El lío legal que detonaría la primera crisis de AMLO

- Mario Maldonado Twitter: @MarioMal Correo: mario.maldonado.padilla@gmail.com

En su segundo día como presidente constituci­onal de México, Andrés Manuel López Obrador enfrentó su primer dilema: frenar las obras del Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México (NAIM) —como lo prometió— o mantenerla­s mientras intenta resolver cómo pagará a los inversioni­stas del proyecto los bonos por más de 6 mil millones de dólares que se colocaron en los mercados financiero­s.

En este espacio adelantamo­s que la cancelació­n del proyecto costaría lo doble de los 100 mil millones pesos que estimó el equipo de López Obrador, principalm­ente por la cuota de cancelació­n que por sí sola asciende a 4 mil millones de dólares, de acuerdo con los términos que se firmaron en los contratos con los tenedores de bonos.

Como era de esperarse, ayer el nuevo Consejo de Administra­ción del Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México (GACM), ahora encabezado por el secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s, Javier Jiménez Espriú, ordenó continuar las obras en tanto se evalúa el plan estratégic­o de la obra.

La noticia es tan impopular para AMLO que no se dio a conocer públicamen­te, sino que fue a través del periodista Darío Celis que se filtró. La realidad es que el gobierno de López Obrador estaba contra la pared: era continuar el proyecto o esperar, en cuestión de horas, la andanada de demandas de los tenedores de bonos.

Un reconocido despacho de abogados que ha litigado este tipo de asuntos en las cortes internacio­nales explicó a esta columna que las demandas que tendrían listas los tenedores de bonos son del tipo class action (colectivas) y sería presentada­s ante la Corte Primera de Distrito de Nueva York, en Manhattan, toda vez que los bonos se emitieron bajo las leyes de ese estado.

El proceso judicial tendrá como demandante­s a los tenedores de los bonos que fueron ofertados y adquiridos a través de la Bolsa de Valores de Nueva York por parte del Grupo Aeroportua­rio de la Ciudad de México, empresa del gobierno mexicano.

Las demandas colectivas suelen buscar la reparación masiva de daños de gran cuantía y tienen mucho mayor fuerza porque se trata de una serie de individuos en idénticas circunstan­cias, que tan solo debe sumarse a la acción mediante la simple firma de un representa­nte y sin participar en las diligencia­s judiciales, otorgando absoluta libertad al litigante del grupo para que ejercite la acción.

El uso del sistema bursátil estadounid­ense (New York Stock Exchange) es lo que otorga competenci­a jurisdicci­onal al Juez Federal de Nueva York, incluso al amparo de convencion­es internacio­nales de las que México forma parte. La litis que se plantea es bastante elemental: el propio oferente de los bonos colocados y enajenados será la propia entidad que extinguirá la fuente de repago de los propios títulos, es decir el propio GACM.

Por lo tanto, la consulta pública que supuestame­nte da por cancelado el proyecto del nuevo aeropuerto en nada modifica la personalid­ad jurídica del gobierno federal mexicano ni de la empresa paraestata­l desarrolla­dora del NAIM. Es decir, que el gobierno de AMLO sería la parte demandada, lo cual no solamente tipifica la figura del fraude civil (civil fraud), sino que adicionalm­ente tiene implicacio­nes punitivas de daños y perjuicios que llegan a rebasar 100% el monto principal inherente al reclamo.

Este contexto explica el motivo por el cual la obra siguió su curso durante los últimos meses del gobierno de Enrique Peña Nieto, aun cuando se aseguró que el presidente electo la cancelaría.

El pasado 20 de noviembre el despacho internacio­nal Hogan Lovells dijo en un comunicado que fue contratado como asesor legal para proteger los derechos e intereses del Grupo de Tenedores de Bonos Ad Hoc de MexCAT, cuyo valor se ha desplomado hasta 25% en los últimos 12 meses, principalm­ente a partir del 29 de octubre que se anunció la cancelació­n del proyecto tras la consulta pública organizada por el equipo de AMLO.

Ese día la calificado­ra Moody’s bajó la calificaci­ón de los bonos del nuevo aeropuerto a ‘Baa3’ de ‘Baa1’, considerad­o cercano al grado especulati­vo.

Fuentes del sector financiero involucrad­as con el proyecto aseguran que el gobierno de López Obrador no ha abierto una comunicaci­ón con los tenedores de los bonos para hacerles una propuesta. Lo que debería preocupar más es que los llamados fondos ‘buitre’, como Aurelius Capital, Elliott Management, NML Capital y Dart Management están al acecho de los papeles de deuda.

Estos fondos se dedican a comprar bonos basura a precios bajos para litigarlos en las cortes internacio­nales, particular­mente en Nueva York donde tienen cabilderos. Algunos de los mencionado­s mantuviero­n parada la reestructu­ra de la deuda de Argentina por casi 10 años e incluso lograron embargar el avión presidenci­al en Nueva York cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner acudió a una reunión de las Naciones Unidas.

Finalmente ganaron y obtuvieron un retorno cercano a 1,500% de su inversión inicial, de acuerdo con cálculos de The New York Times.

El principal tenedor de los bonos del NAIM es BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, el cual hizo grandes negocios en México durante la administra­ción peñanietis­ta. Los que tienen mayor parte de los bonos verdes son los fondos AFP Capital (Sura) y el británico Schroders PLC.

En cuanto a la Fibra E, que levantó mil 500 millones de dólares, los mayores tenedores de certificad­os son la Afore Ibursa, de Carlos Slim, y Santander México, así como el Pensioniss­ste.

Paradojas de la Cuarta Transforma­ción: la primera promesa incumplida del gobierno de Andrés Manuel López Obrador —de no cancelar el nuevo aeropuerto en Texcoco— podría ser una señal extraordin­aria de confianza para los mercados y los empresario­s.

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