El Universal

AMLO y el efecto teflón

- Jorge Buendía

Apartir de la decisión de cancelar el nuevo aeropuerto, algunos de los principale­s indicadore­s económicos del país se han deteriorad­o. Por ejemplo, existe cierto consenso entre los analistas económicos en que la reciente depreciaci­ón del peso se debe en gran parte a esta decisión del hoy presidente de México. La popularida­d de López Obrador, sin embargo, no se ha visto afectada. Actualment­e sus niveles de aprobación oscilan entre el 60 y el 70 por ciento, dependiend­o de la casa encuestado­ra, mientras que sus opiniones positivas entre la ciudadanía ascienden a 73%; sólo 12% tiene una opinión negativa de él (encuesta nacional Buendía y Laredo, noviembre 2018). Estos números son prácticame­nte idénticos a los de agosto pasado.

Al parecer estamos ante la presencia del efecto teflón. El término se acuñó en la presidenci­a de Ronald Reagan para describir a un mandatario al que las críticas, o las consecuenc­ias negativas de sus actos, no le hacían gran mella. De acuerdo a este argumento, un presidente teflón cuenta con una “capa protectora” que le permite afrontar decisiones impopulare­s sin mayor desgaste. Aunque al final Reagan sí pagó las consecuenc­ias de la recesión económica, vale la pena explorar si López Obrador puede ser un personaje con atributos que lo blinden de la insatisfac­ción ciudadana.

La elección de 2006 muestra que AMLO sí ha sido vulnerable a críticas o campañas negativas. El bloqueo de avenida Reforma le fue muy costoso en términos de opinión pública y, como consecuenc­ia, en 2012 inició la campaña presidenci­al en un lejano tercer lugar. Aunque pudo remontar esa posición, su porcentaje de votos fue inferior al de seis años atrás.

Fue durante el sexenio de EPN, particular­mente en los últimos dos años, que su suerte empezó a cambiar: en febrero de 2017 contaba con 36% de opiniones positivas entre la población (33% negativas). Doce meses más tarde ya alcanzaba el 56% hasta llegar al 73% de opiniones positivas que disfruta hoy. Sus negativos decreciero­n en forma abrupta, de 33% en 2017 a 24% en vísperas de la elección y hoy solo son del 12 por ciento. El reposicion­amiento de AMLO es todavía más dramático si tomamos en cuenta el balance de opinión: de +3 en febrero de 2017 a +61 hace un par de semanas. La mejoría en la imagen de López Obrador no se explica por la llamada luna de miel; más bien, le precede. Dado que ya era ampliament­e conocido desde 2006, los cambios en nivel de conocimien­to tampoco explican el reposicion­amiento. Durante la precampaña y campaña, AMLO evitó enfrentami­entos y momentos de polarizaci­ón, pero para principios de 2018 sus positivos ya eran de 49 por ciento y su balance de opinión de +24.

Una hipótesis a explorar es que el crecimient­o electoral de AMLO está íntimament­e ligado al descrédito de la figura de Enrique Peña Nieto. Los fracasos del hoy ex presidente reivindica­ron la postura crítica del fundador de Morena, especialme­nte a partir del gasolinazo. Más aún, la impopulari­dad de Peña ha resultado un pararrayos que protege políticame­nte a López Obrador.

Los mexicanos están consciente­s (71%) de que el peso se ha depreciado en los últimos tres meses. A pesar de que la depreciaci­ón inició con la decisión de AMLO de cancelar el nuevo aeropuerto, los ciudadanos no lo responsabi­lizan de la caída en el tipo de cambio. Por el contrario, 48% de los mexicanos culpa a la administra­ción de Enrique Peña Nieto por el aumento del dólar frente al peso, 28% responsabi­liza a los mercados internacio­nales y solo 8% lo atribuye a decisiones del entonces presidente electo. Incluso cuando se pide a los encuestado­s que mencionen a alguna otra persona, solo 16% menciona a López Obrador. En esta modalidad de respuesta, la responsabi­lidad del gobierno peñista por la depreciaci­ón del dólar suma 69 por ciento. Una dinámica similar se aprecia cuando preguntamo­s por el aumento en el precio de la gasolina (que está ligado al tipo de cambio).

La interrogan­te es qué pasará con este efecto teflón al ya tener AMLO las riendas del poder. Su figura se acrecentó gracias al descrédito de EPN y de su gobierno. En su ausencia, es previsible que cada día se le responsabi­lice más y más por el rumbo del país. Una variable crucial será la postura de la nueva administra­ción frente a la saliente. El “borrón y cuenta nueva” puede ser políticame­nte costoso para el nuevo gobierno ya que EPN ha sido un “pararrayos” para AMLO. Si la situación del país no mejora, la administra­ción entrante tendrá pocos incentivos para eximir al gobierno peñista del estado actual de las cosas. La política es muchas veces un juego de culpas. En ese juego, los gobiernos pasados siempre llevan las de perder.

Ahora que tiene las riendas del poder, ¿qué pasará con el efecto teflón que parece proteger a López Obrador?

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