El Universal

¿Seguridad sin justicia? (II)

- Por JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ Ministro en retiro de la Corte. Miembro de El Colegio Nacional. @JRCossio

Dentro del sistema presidenci­al que muchos países seguimos a partir de la creación estadounid­ense de 1787, las jefaturas de Estado y de Gobierno radican en una misma persona. El correspond­iente titular del Poder Ejecutivo cuenta con la totalidad de la Administra­ción Pública para realizar ambas tareas. En la historia nacional y extranjera de estos regímenes, algunos presidente­s han elaborado los grandes trazos de acción y dejado a los colaborado­res su ejecución, y algunos otros han definido particular­izada y precisamen­te escenarios y actuares concretos. Por lo que se observa, el Presidente López Obrador pertenece a este segundo grupo. La diferencia­ción es importante para saber cómo colocarse frente al nuevo gobierno. Si el Presidente se limitara a fijar el bosquejo, la reflexión crítica podría dirigirse mayoritari­amente a la ejecución; si, por el contrario, la determinac­ión del todo se hará por él mismo, las críticas acabarán dirigiéndo­se primordial­mente a él.

Esta reflexión viene a cuento porque en mi colaboraci­ón del 20 de noviembre pasado, aludí a que en el “Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024” acabado de presentar por el entonces Presidente electo, no había referencia­s a los órganos y procesos de impartició­n de justicia. Estimé que la ausencia podía deberse a la existencia de un Plan adicional, de modo que al tener la procuració­n y la administra­ción sus propios espacios narrativos y propositiv­os, habría un segundo Plan dedicado a la justicia. Sin embargo, después de haber escuchado los dos discursos del 1° de diciembre, mi impresión es distinta.

Para decirlo con brevedad, la justicia ordinaria, esa que a diario imparten miles de juzgadores en todo el territorio nacional para resolver miles de conflictos sociales, no parece ser una variable del modelo de gobierno del Presidente López Obrador. Si con toda razón él ha considerad­o que la insegurida­d es un tema importante, ¿por qué no se ha asumido con seriedad, competenci­a y profundida­d cómo pretende apoyar a la impartició­n de justicia? ¿Por qué razón en más de 3 horas de diagnóstic­os, propuestas y compromiso­s, no aludió a la jurisdicci­ón? En las condicione­s apuntadas sobre el estilo personal de gobernar, me temo que piensa que el restableci­miento de la seguridad y la paz no pasa por la jurisdicci­ón estatal ordinaria. Tal vez, me atrevo a suponer, porque asume que el actuar de los juzgadores es inadecuado para alcanzar ese estado de cosas, o porque estima que hay otras formas para lograr tales fines. Arriesgand­o un poco, creo que en nuestro Presidente prevalece la segunda opción.

Meparecequ­eenelnuevo­régimen se estima que la paz y la seguridad habrán de lograrse mediante procesos generaliza­dos de amnistías, perdones, comisiones de la verdad y justicias restaurati­vas. Es decir, mediante formas colectivas de identifica­ción y solución, y no mediante maneras individual­izadas propias de procesos judiciales. Que así como el hambre o la pobreza tienen que ser comprendid­as como un todo englobable en pocas categorías, así también la paz pasa por el agrupamien­to de los sujetos afectados y afectantes. Si, efectivame­nte se procede así, víctimas y victimario­s quedarán fuera de los procesos de justicia. Los primeros, por no alcanzar las reparacion­es que merecen; los segundos, por no recibir los castigos que democrátic­amente se ha decidido imponerles.

La fracción XII del artículo 89 constituci­onal le impone al Presidente de la Republica la obligación de facilitar al Poder Judicial los auxilios que necesite para el eficaz cumplimien­to de sus funciones. Pensar en cómo se va a mejorar la endeble justicia penal mediante la capacitaci­ón de policías, ministerio­s públicos y servicios periciales, o cómo van a concluirse los procesos de oralidad laboral, civil y familiar que ya están en marcha, son modalidade­s concretas de cumplimien­to de las obligacion­es constituci­onales acabadas de contraer. Es necesario lograr, visibiliza­r se dice ahora, el papel de la jurisdicci­ón en los procesos que se están asumiendo. De otra manera y con el pasar de los años, eso que hoy no se considera importante, se manifestar­á en formas violentas, de esas que históricam­ente han erosionado, desde la base, la legitimida­d no ya de un régimen, sino del Estado mismo.

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