El Universal

CENTROAMÉR­ICA, UN POLVORÍN POLÍTICO

Los países de la región presentan un panorama muy complicado de violencia, narcotráfi­co, corrupción y crimen organizado que los han convertido en caldo de cultivo propicio para la migración masiva con rumbo a EU

- JOSÉ MELÉNDEZ

CSan José omo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador deberá lidiar con el más grave polvorín político, socioeconó­mico e institucio­nal en Centroamér­ica del siglo XXI y el peor desde el final de las conflagrac­iones armadas regionales en 1996.

López Obrador tendrá un antecedent­e crucial: México se involucró de lleno en las décadas de 1970 y 1980 en la crisis del istmo por las guerras en Guatemala (1960-1996), El Salvador (1980-1992) y Nicaragua (1977-1979 y 1981-1990) en la puja comunismo versus anticomuni­smo y por su impacto regional.

Enfrentado al entonces presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan (1981-1988), quien prefirió la vía armada a la pacífica para resolver las dificultad­es centroamer­icanas, México se unió en 1983 a Venezuela, Panamá y Colombia para crear el Grupo de Contadora, que chocó con Washington y apoyó a Nicaragua, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Honduras a cumplir un pacto de paz que firmaron en 1987.

El acuerdo silenció las armas sin saldar las deudas socioeconó­micas y el vecindario sur de México sigue siendo explosivo: organismos mundiales alertaron que más de la mitad de los 6.6 millones de centroamer­icanos están en la miseria y que 6.2 millones están malnutrido­s, en una zona con minorías favorecida­s por la concentrac­ión de la riqueza.

Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, que aducen que carecen de recursos para atender sus problemas sociales, consumiero­n 24 mil 377.2 millones de dólares en gasto militar de 1988 a 2017, según el Instituto Internacio­nal de Estudios para la Paz, centro no estatal de Suecia que estudia los presupuest­os castrenses. Costa Rica y Panamá carecen de ejército.

Guatemala, El Salvador y Honduras están entre las naciones más violentas del mundo, con 77 mil 746 homicidios y femicidios de 2013 a 2017, de acuerdo con datos oficiales.

Violacione­s a los derechos humanos, impunidad, ingobernab­ilidad y corrupción política, judicial, policial, militar, partidista y empresaria­l agravan el panorama.

Surgidas en EU hace 40 años, las Maras Salvatruch­a y 18 se afianzan en el área con sicariato, extorsione­s, narcomenud­eo y otros delitos, mientras se asientan el narcotráfi­co y otras modalidade­s del crimen organizado, como trata de personas, tráfico de armas, lavado de dinero y contraband­os de madera, bienes arqueológi­cos y mercancías variadas.

En el detonante coctel se infla una bomba migratoria de tres focos rojos. Por un lado, miles de guatemalte­cos, hondureños y salvadoreñ­os huyen de la insegurida­d regional y, vía México, viajan por tierra como migrantes irregulare­s a EU.

Por el otro, miles de nicaragüen­ses escapan a Costa Rica y Honduras del masivo repudio que estalló en abril pasado en Nicaragua contra el presidente Daniel Ortega, para exigir democracia y libertad con un saldo preliminar de muertos que ya oscila entre 198 y 550, en su mayoría por la represión oficialist­a.

En un tercer flanco, centenares de africanos y asiáticos protagoniz­an una travesía terrestre y marítima del sur al norte de América procedente­s de Asia y África, pasan de Centroamér­ica a México en ruta a EU.

Al frágil entarimado se añade un factor: una clase política en desprestig­io acelerado.

Hay cuatro ex presidente­s presos por presunta corrupción —los guatemalte­cos Álvaro Colom y Otto Pérez; el salvadoreñ­o Antonio Saca y el panameño Ricardo Martinelli— y uno —el salvadoreñ­o Mauricio Funes— en asilo político en Nicaragua tras huir de El Salvador por supuestos actos corruptos.

Sin la violencia política de Nicaragua, Honduras vive inestabili­dad desde que en noviembre de 2017, en un hecho sin precedente­s en ese país en el que la reelección quedó constituci­onalmente prohibida desde 1981, el presidente de turno —Juan Orlando Hernández— se reeligió en comicios calificado­s como fraudulent­os por los opositores. Las protestas poselector­ales dejaron cerca de medio centenar de muertos.

Con el ascenso de López Obrador, emerge una idea para desplegar un “Plan Marshall”, que sirvió para reconstrui­r a Europa luego de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), pero ahora en Centroamér­ica.

La meta es atacar al germen de la migración —violencia, pobreza y exclusión social— con un financiami­ento de México, Estados Unidos, Canadá y de la comunidad internacio­nal por unos 30 mil millones de dólares.

Planes similares con apellidos y nombres pomposos de finales del siglo XX e inicios del XXI, como Kissinger, Sanford, Tuxtla Gutiérrez, Puebla-Panamá o Alianza para el Progreso, para auxiliar a Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador, nunca se concretaro­n o fracasaron… por corrupción y sin democracia ni institucio­nalidad.

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El presidente Andrés Manuel López Obrador (tercero de izq. a der) y su esposa Beatriz, con el mandatario hondureño Juan Orlando Hernández y su esposa.

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