Los desafíos del nuevo gobierno
Los desafíos más importantes de la Ciudad de México se ubican en temas de seguridad, movilidad, aire-agua-residuos, desarrollo urbano, “resiliencia” y el embrollo normativo-institucional. Digamos unas líneas sobre cada uno de ellos.
El tránsito infernal de la ciudad no deja de empeorar, y acostumbrarse a ello tiene implicaciones en distintas aristas. Desde el perjuicio a la salud física y mental que implica trasladarse tanto tiempo todos los días, hasta asuntos de competitividad y productividad, seguridad, contaminación del aire y, no menos importante, el derecho equitativo a poder recorrer la ciudad, a tener manera ágil de andar en las calles. Suenan ideas interesantes, como cablebuses y sanciones de trabajo social, veremos cómo se desenrollan esas propuestas.
La seguridad es, acaso, el reto más grande en la Ciudad de México. Durante mucho tiempo se pensó en la capital como una burbuja donde la violencia se estampaba. Quizá nos lo creímos demasiado, pero vecindarios recientes y viejos, acomodados y vulnerables, tranquilos y bravos, todos han visto la peor violencia de la que se tenga recuerdo en la ciudad. Hacer que el Estado de derecho sea una realidad en una metrópolis de talla descomunal es complicado, pero habrá que empezar por combatir las peores aristas de la inseguridad.
Cada vez más está en la agenda pública, pero poco se hace al respecto. El tema de manejo de residuos sólidos, recursos hídricos y responsabilidad sobre contaminación del aire y agua son asuntos muy serios. Más temprano que tarde nos van a alcanzar si no se hace más que salir en fotografías sin verdaderamente pasar del discurso a la política pública. Vivir en una ciudad donde el desabasto de agua es tan crudo y afecta a tanta gente debería hacernos sentir raros, al menos.
El desarrollo urbano como problema es un gigante de malos modos. Ya se ha intentado antes administrar el voraz crecimiento no planificado y la especulación inmobiliaria. Cuando se ha intentado bien intencionadamente, pareciera, que se mata y aparece otro desarrollador mayor, o una variante de los mismos. Repensar, actualizar y, sobre todo, hacer valer los planes de desarrollo, blindándolos de la corrupción más obscena, es tarea ingrata, pero harto urgente.
La alerta sísmica es esa hada incómoda que vive cerca de nuestros oídos y nos recuerda cuán frágil es todo. Y nos ha quedado muy mal esa palabra hueca, resiliencia. El gobierno entrante tendrá la encomienda de buscar otro término, mucho menos ambiguo, que implique revisar las estructuras y esqueleto de la ciudad, subir nuestros estándares y estar más listos que antes, esperando que nunca pase de nuevo.
Finalmente, el alboroto electoral dejó atrás un tema que parece que no terminó de consumarse del todo: la Constitución política de la Ciudad. Tienes carta magna, querida urbe, y en las noticias ya le llaman Alcaldía de Coyoacán y de Azcapotzalco. Todavía no me acostumbro, pero peor aún, creo que todavía no nos queda claro, gobernantes y gobernados, cuáles son las implicaciones de ese tránsito de delegaciones a alcaldías, de concejales y responsabilidades.
Acaso un reto más, igual de encomiable que los citados antes, sea el de desmarcarse del gobierno federal. Entiendo que la cercanía y unidad fueron una estrategia que benefició tanto a Sheinbaum como a Andrés Manuel López Obrador durante la campaña. Pero la ciudad tiene su propia dinámica, y aunque sin duda hará bien en guardar una relación productiva y efectiva para tratar asuntos regionales y convergentes, mereces un gobierno con agenda independiente, querida Ciudad de México.