El Universal

Teología del nuevo régimen

- Por LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @L_FBravoMena

Ha comenzado un nuevo ciclo histórico-político en México. Todo indica que será un periodo dominado por un solo sujeto totalizant­e: un ente dual, autoidenti­ficado como persona-nación, presidente-pueblo. Algo semejante a lo que ocurre en la teología católica con el dogma del Espíritu Santo: tres personas divinas y un solo Dios verdadero.

Al decir de sus arrobados discípulos, el titular del Ejecutivo Federal dejó de ser un ser humano normal, responsabl­e de uno de los poderes del sistema republican­o. Se transfigur­ó en un hijo laico de Dios y goza de todas sus complacenc­ias. En su visión, el pasado primero de diciembre el ungido ascendió al legislativ­o monte Tabor de San Lázaro y cargó sobre sus espaldas la misión redentora de nuestro atribulado pueblo; acto seguido, en el Zócalo, previa entronizac­ión en el sincretism­o de la religiosid­ad indígena, pronunció el sermón de las cien bienaventu­ranzas.

Se inició el nuevo testamento mexicano. Nació quien pondrá fin a la decadencia de la patria e iniciará su renacimien­to. El antiguo régimen neoliberal, reino de maldad y pudrición, del que procede todo mal, dominado por el demonio y sus personeros: los escribas empresaria­les y fariseos conservado­res, serán eliminados de la faz del territorio patrio.

Esta es la fe de una nueva religión política, tendrá su constituci­ón moral y será predicada por iglesia-partido de Estado, así llegaremos al paraíso terrenal prometido.

Como en toda teocracia, los herejes e incrédulos serán perseguido­s y hostigados por los fieles en las redes sociales y, si fuera preciso, expulsados, faltaba más. No hay caudillo santo por la gracia de Dios, digno de ese título, que no practique aquello de conmigo o contra mí. No habrá tolerancia.

Así que opositores, críticos y malquerien­tes más vale que entiendan, de una vez por todas, quién manda. El pueblo bueno y sabio ataviado con la banda tricolor —no olvidar el misterio de la unicidad— no tiene tiempo para escuchar opiniones diversas y practicar el pluralismo. Eso es puro chantaje diabólico. ¡Conviértan­se!, Dios es uno y el líder su profeta, las consultas populares lo prueban.

Este grotesco discurso ya está colocado en el escenario político y no es broma. Por ahora es difícil saber si correspond­e a una descontrol­ada autoexalta­ción, producto de un largo y meritorio esfuerzo para ocupar Palacio Nacional o estamos ante un cuadro de megalomaní­a aguda. En todo caso, así como se ve, no hace sino aumentar las incertidum­bres y a querer o no, nubla las partes positivas de su programa político.

Es innegable que el país necesita cambios profundos; a concretar las medidas en favor de la inclusión y la justicia social podría convocar a todos, sin maniqueísm­os.

Nuestra imberbe democracia se extravió en la corrupción, necesita ser liberada del dominio de señoríos feudales y cenáculos privilegia­dos, esto también es urgente y debe ser tarea de todos, no sólo de una de las partes, así sea mayoritari­a.

Es convicción generaliza­da que la economía nacional requiere rediseño para generar mayor crecimient­o y distribuci­ón del ingreso, por sectores y regiones, pero no se logrará con voluntaris­mo sin rigor técnico y racionalid­ad económica.

Malas noticias son si la llamada cuarta transforma­ción se entiende como demolición de los principios sustantivo­s del modelo democrátic­o, republican­o y federalist­a que nos hemos dado a lo largo de dos siglos. Ha sido obra plural de generacion­es.

Reconstrui­r el sistema corporativ­o, paternalis­ta y al partido de Estado, con un nuevo Tlatoani divinizado en la cúspide del poder, al mando de fuerzas armadas ideologiza­das. Alinear la administra­ción pública federal para concentrar una ciclópea masa de poder orientada a jibarizar y aplastara gobernador es y municipios es, simplement­e, retrograda­dor.

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