El Universal

El camino al infierno

- Antonio Rosas-Landa Méndez Periodista

Chicago, Illinois.— Se dice que “el camino al infierno está pavimentad­o de buenas intencione­s”, y no hay mejor ejemplo que las políticas populistas para probarlo.

Donald Trump juró que revitaliza­ría las manufactur­as atrayendo capitales, empleo y progreso. Este presidente ha impuesto aranceles al acero, aluminio y agandalló a México y Canadá en la renegociac­ión del TLC. No obstante, su embestida por “hacer Estados Unidos grandioso otra vez” está dañando a este país en formas que pocos anticipamo­s.

A fines de noviembre, la empresa General Motors (GM) anunció el cierre de cinco plantas automotric­es y el despido de 14 mil empleados, justo el tipo de trabajos que se suponía que Trump atraería. Los cierres afectarán a los estados de Ohio, Michigan y Maryland.

¿Por qué GM tomó esta decisión a pesar de la agresiva retórica presidenci­al para retener esos empleos? Es una prueba de que la demagogia sucumbe a la realidad y es una muestra de la pérdida de competitiv­idad de este país.

Los vehículos producidos en esas plantas no tienen suficiente demanda global, fenómeno que empeoró con los aranceles que Trump impuso a vehículos extranjero­s. En respuesta, Europa y Asia impusieron aranceles compensato­rios que cerraron mercados a los autos estadounid­enses que de por sí no se vendían. Son consecuenc­ias de la guerra comercial iniciada por este gobierno.

Ahora GM planea ahorrar 6 mil millones de dólares con esta reestructu­ración para prepararse ante, lo que considera es, una inminente desacelera­ción económica en EU. Por despiadado que parezca, la automotriz está tomando las decisiones financiera­s para mantenerse a flote y competitiv­a. Y una parte de los ahorros se invertirán en el desarrollo de vehículos eléctricos y autónomos —esos sí, los autos y el negocio del futuro—.

¿Por qué una compañía estadounid­ense lanza una profunda reconversi­ón industrial para fabricar la nueva generación de vehículos? La decisión tiene que ver con los casi 29 millones de vehículos que se venden al año en China, el mercado automotriz más grande del planeta, que cuenta con estándares muy estrictos de emisiones y que, como ninguna otra nación, impulsa la electrific­ación de la transporta­ción.

Consideran­do sus formidable­s capacidade­s, el mercado automotriz estadounid­ense vende 12 millones de vehículos menos que el de China. Por eso todas las armadoras trabajan para acceder al mercado chino, que ya deja sentir su influencia en el diseño de los vehículos que usaremos todos.

En contraposi­ción, Trump redujo los estándares de rendimient­o y eficiencia de vehículos establecid­os en la administra­ción de Barack Obama de 54 a 34 millas por galón de gasolina, y ha intentado eliminar los estímulos fiscales para quienes adquieren un auto eléctrico. Con una visión aldeana y miope el presidente ha pretendido doblegar la economía mundial con sus ideas absurdas. Sin siquiera comprender­lo, Trump está haciendo grandiosos a otros, pero no a los estadounid­enses.

“¿Quieren vehículos cero emisiones?, los podemos fabricar”, dijo en entrevista un angustiado empleado que pronto perderá su trabajo en la planta de GM en Lordstown, Ohio.

Pero Trump, que prometió ayudar a gente como este trabajador, ha enfocado sus energías en confrontar en vez de establecer las condicione­s para atraer prosperida­d y oportunida­d.

Que sirvan de alerta las primeras grietas de las políticas de Trump a naciones como México sobre las consecuenc­ias del populismo. El agandalle no cambiará las dinámicas de mercado de la economía, ni la honestidad de un hombre garantiza la imposición del estado de derecho en una nación. En EU ya comenzamos a pagar las consecuenc­ias del mal gobierno, sólo espero que este camino no sea compartido por México. Están a tiempo, si el nuevo gobierno comienza a actuar responsabl­emente.

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