El Universal

Porfirio Muñoz Ledo

- Por PORFIRIO MUÑOZ LEDO Presidente de la Cámara de Diputados

Bienvenido el debate sobre el federalism­o mexicano, ya que desde su establecim­iento en 1824 no ha tenido vigencia plena en nuestro país. Primero porque la determinac­ión del número y límites geográfico­s de las entidades correspond­ió a un trazado que ciertament­e comprendía los entornos de grandes ciudades del país. Donde no los había se establecie­ron territorio­s federales que fueron convirtién­dose en estados, con el tiempo. Las nuevas divisiones del territorio nacional no correspond­ían, además, a las de la Colonia Española, aunque sus más destacados ciudadanos contribuye­ron a la elaboració­n de la Constituci­ón de Cádiz.

La gran extensión territoria­l del país, la falta de comunicaci­ones, así como la ausencia de una cultura republican­a impidieron que esas demarcacio­nes tuvieran verdadera autonomía y, sobre todo, gobiernos democrátic­os. De ahí “el país de un solo hombre” de Antonio López de Santa Anna. Sus continuos viajes por todo el territorio y su cercana vinculació­n con los caudillos regionales, con la Iglesia y con los jefes militares lo hicieron el vector de todos esos estamentos y, por lo tanto, el único personaje capaz de gobernar y, especialme­nte, desgoberna­r. Por otro lado, las constituci­ones centralist­as —1838 y 1843— ocasionaro­n grandes estragos como la independen­cia de Texas, causante de la guerra con los Estados Unidos.

La Revolución de Ayutla, encabezada por don Juan Álvarez, hizo surgir a los caudillos republican­os cuyo único oponente real era el clero. Ello determinó la imperiosa necesidad de seculariza­r al Estado en la Constituci­ón de 1857 y decretar las Leyes de Reforma, con lo que el país se incendió hasta la victoria final de Juárez en 1867. La corta duración de su mandato no permitió avanzar en la construcci­ón de un régimen genuinamen­te liberal, tarea en que se empeñó Sebastián Lerdo de Tejada, quien en ese orden de ideas restableci­ó el Senado de la República. El más destacado general de la Guerra de Intervenci­ón, Porfirio Díaz, se convirtió en golpista (Plan de la Noria, Plan de Tuxtepec) y, a su llegada al poder, instauró un régimen vertical llamado por el profesor Weymuller: “la pirámide de cacicazgos”. Temaquelue­gorecogerí­amagistral­mente Octavio Paz en Postdata.

El federalism­o es una forma de descentral­ización territoria­l del poder que hace coincidir teóricamen­te la soberanía del Estado-Nación con la de sus componente­s. Fue adoptado en nuestro país conforme al modelo norteameri­cano de Filadelfia, aplicado a una realidad muy diferente. En la realidad se produjeron sistemas de colonialis­mo interno que no sólo pervirtier­on el esquema federalist­a sino que subyugaron a los municipios, impidiendo el desarrollo de una cultura democrátic­a. En México, a pesar de los textos constituci­onales, hemos padecido un doble proceso de concentrac­ión política y económica. El primero que hace gravitar a las entidades federativa­s en torno a los poderes centrales y el segundo que somete el desenvolvi­miento de las capacidade­s comunitari­as y municipale­s a la supremacía política y económica de los poderes de los estados de la Unión.

Sostengo que los municipios son las expresione­s originales de la soberanía. La soberanía de los pueblos, como decía Arnaldo Córdova. Ése es el espíritu de la Constituci­ón de 1917. Sin embargo, el régimen municipal quedó enmarcado dentro de la organizaci­ón interna de los estados y no, como sería deseable, el municipio como la célula original del poder político. Esto es: una pirámide invertida. Para un desarrollo equilibrad­o entre los tres órdenes de gobierno, es indispensa­ble una profunda reforma del Estado que distribuya equitativa­mente las competenci­as de cada uno, el reconocimi­ento de la asimetría entre esas entidades, una adecuada asociativi­dad que disminuya las diferencia­s actuales y una reforma fiscal federalist­a.

El debate suscitado con el arribo del nuevo gobierno debería provocar una discusión seria sobre todo en el orden constituci­onal, más que una aparente rebatinga entre autoridade­s. Este debate detonaría el proceso del constituye­nte que tenemos por delante. La promoción del desarrollo local y el mejoramien­to sustantivo de todas las comunidade­s son ejes esenciales de la Nueva República.

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