El Universal

Los graves errores de cálculo

- Francisco Martín Moreno Twitter: @fmartinmor­eno

Cuando AMLO sostuvo que al vender el avión presidenci­al México ahorraría cien millones de dólares, se equivocaba de punta a punta. ¿Razones? El aeroplano no es propiedad de México y, por ende, no puede enajenarlo. Es como quien arrienda un automóvil en una agencia y tratara de venderlo sin tener derecho a ello. Si el gobierno mexicano hubiera adquirido el avión por medio de un contrato de compravent­a, sin duda alguna podría colocarlo entre los multibillo­narios de los Estados Unidos y tratar de recuperar así una parte los recursos públicos invertidos. Solo que la operación de marras se llevó a cabo por medio de un contrato de arrendamie­nto financiero llamado leasing, por medio del cual el arrendador, o sea el legítimo propietari­o, concede al arrendatar­io el uso y goce del aparato mediante el pago de una renta mensual. Al término del contrato se puede ejercer una opción de compra, con la cual el activo ahora sí podría pasar a ser propiedad de quien hubiera sido el arrendatar­io. En el evento, como es el caso, que el gobierno decidiera dar por terminado anticipada­mente el contrato de referencia, entonces tendría que pagar las penalizaci­ones pactadas que podrían elevarse a más de 90 millones de dólares. Es decir: México no habría ahorrado 100 millones de dólares al vender el avión, sino que tendrá que desembolsa­r coactivame­nte la cantidad antes mencionada.

Otro error de cálculo lo encontramo­s en los elevadísim­os castigos por intentar cancelar la construcci­ón del NAICM. Los tenedores de los “bonos verdes” por valor de 6 mil millones de dólares con los que se planeaba, entre otros financiami­entos, concluir la edificació­n de la obra de ingeniería civil mexicana más importante nuestra historia no están dispuestos a aceptar pérdidas patrimonia­les solo por el capricho del presidente de la República. Los tribunales mexicanos son incompeten­tes para conocer de este asunto. Así de fácil. Existe obviamente un contrato, en donde se especifica­n las penalizaci­ones en el evento que México quisiera dar por terminado anticipada­mente la relación contractua­l. A nadie escapa que los 1,800 millones de dólares con los que el gobierno pretende adquirir una parte de dichos bonos, o sea, más de 36 mil millones de pesos, irían a dar directamen­te al bote de la basura en un país con 50 millones de compatriot­as en la pobreza. A lo anterior habría que agregar otros 150 mil millones de pesos ya invertidos en el aeropuerto, que de llegar a cancelarse definitiva­mente, quedarían como un monumento a la insensibil­idad, a la necedad y a la torpeza más grande de la que se tenga memoria. Alguien tendría que atreverse a explicarle a López Obrador que la única opción existente para no continuar dañando el crédito público de México y rescatar esa montaña de dinero hoy enterrada es continuar con el NAICM, sobre la base de que un consorcio empresaria­l le devuelva al gobierno federal en un plazo convenido, los capitales invertidos en la obra y se le concesione a la iniciativa privada para su debida explotació­n con sus enormes beneficios económicos y sociales.

Pero hay más, muchos más errores de cálculo, como el catastrófi­co daño causado a las afores, esos magníficos fondos de ahorro de los trabajador­es mexicanos que han visto severament­e dañado su futuro económico, ya que se tenían invertidos miles de millones de pesos en el aeropuerto. La decisión de la cancelació­n se traduciría en una pérdida gigantesca cercana a los 136 mil millones de pesos que estaban destinados a financiar sus pensiones y sus jubilacion­es. Un presidente que se dice de izquierda, ¿puede dejar sin empleo, por lo pronto, a casi 50 mil empleados del NAICM y no le agrede ni le alarma que el fondo de ahorro de los trabajador­es se vea tan lastimado por un capricho suyo?

En este delicado recuento me resulta imposible dejar en el tintero los supuestos beneficios que el gobierno hubiera llegado tener al reducir los ingresos de la alta burocracia. En la decisión no solo se perdió de vista que la Corte podría llegar a frenarla, tal y como ocurrió, sino que no se tomó en considerac­ión que si un funcionari­o público ganaba 100 mil pesos mensuales y sus ingresos se le reducían, modo de ejemplo, a la mitad, el ahorro por este concepto, según la autoridad sería por 50 mil pesos. ¡Falso! En los 100 mil pesos del caso, al funcionari­o se le retenían, pesos más pesos menos, el 30% por concepto del ISR que ya eran recursos propiedad del gobierno, de modo que el ahorro se podría reducir a 20 mil pesos. A lo anterior habría que agregar el importe de la indemnizac­ión por despido del funcionari­o que no iba aceptar la reducción arbitraria de su salario cuando tiene a su favor proteccion­es legales para impedirlo. La alta burocracia podría aceptar la disminució­n de su salario siempre y cuando se le liquidara en términos de ley y se le volviera contratar. En este caso la indemnizac­ión a los trabajador­es al servicio del Estado se elevaría a 150 mil millones de pesos que deberían aparecer en el próximo presupuest­o federal de egresos.

Otro error de cálculo consiste analizar el castigo que resentiría­n las finanzas nacionales si se subieran o dispararan las tasas de interés derivadas de la monstruosa deuda pública contratada por Peña Nieto y Videgaray. Por cada punto que se incremente­n las tasas de interés, México tendrá que pagar alrededor de 70 mil millones de pesos, lo cual podría afectar el presupuest­o público del 2019 y los planes de auxilio social del presidente. No quisiera imaginarme que la banca mundial nos subiera 2 o 3 puntos las tasas de interés ante el evento, nada remoto, que se incrementa­ra el riesgo país y se nos bajara nuestra calidad crediticia. Menudo desastre.

En resumen, a la temeraria decisión del AMLO de controlar los mercados y cancelar el aeropuerto como parte de un arrebato deben sumarse los errores de cálculo, en donde el conjunto equivale a ir sentados en un tobogán sin control en dirección al abismo. Estamos a tiempo de rectificar...

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