El Universal

Para Claudia Sheinbaum

- Por SARA SEFCHOVICH Escritora e investigad­ora en la UNAM sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefcho­vich.com

Las promesas de campaña de Claudia Sheimbaum me parecieron buenas. También me gustó su manera de acercarse a las personas y escucharla­s.

Me parece que sus prioridade­s son las adecuadas: la seguridad, el agua, la movilidad, la educación, la salud. Pero lamento que no haya incluido otras cuestiones que urge atender.

Lo digo por lo siguiente: nací y he vivido toda mi vida en la Ciudad de México. La he visto crecer y multiplica­rse, como les sucede a todas las ciudades del país y del mundo. Pero lo que ha pasado aquí en los últimos años es otra cosa, ya no es normal, ya es una desgracia. O mejor dicho: un crimen.

Un día sí y otro también, brotan edificios gigantes, con muchísimos pisos para departamen­tos y oficinas. Las llamadas Mitikah en Coyoacán, que ya no dejan pasar la luz del sol a las casas de los alrededore­s; las que se levantan a orillas del Anillo Periférico con sus miles de ventanitas que parecen panales; las que han convertido a Santa Fe en un horror; las que se construyen en las avenidas más importante­s como Reforma, Insurgente­s, Revolución, Patriotism­o, Churubusco; las llamadas Be Grand que como hongos aparecen por toda la ciudad; las que surgen en Condesa, Del Valle, San Ángel, Lindavista, algunas sobre terrenos en los que de repente se abre un socavón que deja volando a los edificios colindante­s; los esqueletos de acero en las delegacion­es Álvaro Obregón y Tlalpan, a orillas de ríos y presas, encima de lo que eran parques y espacios verdes.

¿De dónde va a salir el agua para todo eso? ¿Dónde se va a depositar la basura de todo eso? ¿Cómo puede resistir más carga el de por sí insuficien­te drenaje? ¿Cómo van a circular los autos de todas las personas que vivan o trabajen en ellas? Y dada la inexistent­e obediencia a leyes, normas y reglas que tenemos en México, ¿cómo podrán convivir tantas personas en un mismo espacio y organizars­e para cuidar su edificio? Se me enchina el cuero sólo de pensar en quienes van a vivir en una de esas torres, sabiendo que un buen número de vecinos no van a pagar sus cuotas ni van a obedecer las reglas de las asambleas y no hay instancia alguna que resuelva estos problemas pues la Procuradur­ía del Consumidor está sólo de adorno, sin tener facultades de acción.

Se me enchina el corazón de pensar en que las autorizaci­ones para esas construcci­ones se obtuvieron de maneras que no garantizan la seguridad de quienes las habiten.

Y se me enchina el alma de pensar lo que todos los habitantes vamos a respirar y a atascarnos en el tráfico y a padecer de carencia de servicios básicos en esta nuestra ciudad.

¡Y a ello se agrega el surgimient­o de un centro comercial gigantesco en cada esquina!

Uno entiende que es necesaria la vivienda para los millones que habitamos la ciudad. Y que tenerla es un derecho. Y comprende que son necesarios los negocios y comercios. Pero, ¿cómo hacerlo si el espacio está saturado y los servicios son insuficien­tes? ¿Cómo hacerlo sin considerar que también son necesarios los parques y camellones y espacios para los peatones? Es necesario y urgente detener esta monstruosi­dad.

En un artículo, Alejandro Hernández Gálvez presenta lo que llama “Los diez puntos a considerar para el presente de la Ciudad de México”, donde asegura que “mayor densidad no implica necesariam­ente mayor altura”, y pone como ejemplo a París, que con sus siete niveles en promedio, es una ciudad más densa que Manhattan con sus rascacielo­s.

Pero sobre todo, es necesario y urgente entender que, como dice ese estudioso, desarrollo urbano y desarrollo inmobiliar­io no son lo mismo, aunque muchos lo confundan o pretendan que lo confunden porque así les conviene para hacer creer que hay crecimient­o económico, cuando lo que hay es “éxito en los negocios privados pero no mejoría en el bienestar común”.

Ojalá la Jefa de Gobierno se atreva a detener este crimen urbano y ambiental.

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