El Universal

Trump, una crisis constante

El presidente de EU termina 2018 sin logros reales en lo interno y en el mundo, pero él se da la máxima calificaci­ón

- Texto: VÍCTOR SANCHO Correspons­al

“Para Trump es indispensa­ble no involucrar­se en conflictos de los que Washington no obtiene nada concreto (...) EU debería sacar a sus tropas de Siria, y enviarlas a su frontera sur”

“Estamos a la mitad de una gestión que pretende reorientar la política interna y externa de EU a partir de medidas nacionalis­tas, proteccion­istas”

MAURICIO MESCHOULAM Internacio­nalista

Año II D.T. Si los primeros 12 meses de mandato de Donald Trump fueron sorpresa, 2018 ha sido el año de la confirmaci­ón de una forma de hacer política disruptiva y heterodoxa. Un mandato de golpe continuo, sin descanso ni tregua, omnipresen­te y destructor, que ha consolidad­o una forma de hacer política basada en obsesiones, la ruptura de las reglas establecid­as, la detonación del status quo, la creación de la crisis permanente.

Tras un primer año de adaptación al cargo, Trump ha pasado su personalid­ad indomable a la rutina de la política de Estados Unidos. Lo que hace unos meses era sorpresa es ahora simplement­e costumbre.

Este 2018 no ha tenido ningún triunfo doméstico relevante más allá de la confirmaci­ón —llena de polémica— de un nuevo juez para el Supremo: Brett Kavanaugh. Ningún éxito relevante en el terreno legislativ­o. A pesar de eso, dijo que daba a su mandato “un sobresalie­nte, ¿es suficiente? ¿Puedo ir más allá?”. Estas declaracio­nes, realizadas hace menos de un mes en entrevista con Fox News, eran una calificaci­ón de toda su presidenci­a, pero básicament­e eran una manera de sentenciar que está más que satisfecho con su desempeño en la Casa Blanca y que cada día que pasa se siente más cómodo en su silla del Despacho Oval.

Eso se traduce en más disrupción, más cuestionam­iento del orden mundial, más rompimient­o de la tradición estadounid­ense. Sigue sin tener reparos en poner en jaque las alianzas tradiciona­les de EU, e incluso este año se enojó con el G7 celebrado en Canadá, dejando una imagen icónica en la que todos los líderes mundiales lo rodeaban tratando de hacerle entrar en razón, como un niño mimado que no acepta la realidad y que se encierra en su “America First” (Estados Unidos Primero), que en realidad lo lleva a un “America Alone” (Estados Unidos solo).

“El mundo nos va a respetar de nuevo”, prometió Trump a sus seguidores, pero este 2018 se ha demostrado que no va por el buen camino. Las potencias mundiales cada vez se están distancian­do más de Washington y Trump no tiene reparos en cambiar de dirección y acercarse a regímenes como Corea del Norte, Rusia o Arabia Saudita, viraje que ha consolidad­o este 2018.

Cumbres y negocios

Este año dejó dos cumbres históricas: el encuentro con el norcoreano Kim Jong-un, en Singapur, y con el ruso Vladimir Putin, en Finlandia. Dos reuniones que para Trump fueron un éxito, pero que a los ojos del resto de la comunidad internacio­nal demostraro­n la alienación estadounid­ense.

Otro punto de inflexión fue la negativa de condenar a Arabia Saudita por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Trump no ha cambiado un ápice su postura de no creer en sus agencias de inteligenc­ia y con el caso Khashoggi se ha mantenido firme: va por delante el interés comercial que las pruebas de la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA) o la defensa de los derechos humanos.

Ya no queda duda de que Trump ve la presidenci­a como un gestor empresaria­l que sólo basa sus ideas en el elemento transaccio­nal unilateral, sin tener en cuenta valores intangible­s. El presidente de EU necesitaba acabar con el pacto nuclear con Irán, una de sus principale­s promesas electorale­s, y desoyó a todos sus aliados: se salió del acuerdo y volvió a la presión de las sanciones.

Su intensidad no ha dado un respiro. Desde el 1 de enero hasta el 1 de diciembre de este año tuiteó 3 mil 225 veces, un ritmo escalofria­nte que tiene a las redes sociales en vilo, porque cada vez que agarra el teléfono puede provocar una crisis enorme o despedir a alguien de su gabinete.

Fue el caso de Jeff Sessions, el fiscal general con el que tenía una guerra a pesar de que el ex senador fue el primer seguidor leal que tuvo, cuando su candidatur­a a la presidenci­a era considerad­a una broma. Con la salida de Sessions y la entrada del halcón John Bolton como asesor en Seguridad Nacional, su gabinete cada vez se asemeja más a lo que él desea: algo hecho a medida dispuesto a poner en jaque todo lo conocido.

Un entorno batallador que llevó hasta el barro contra la prensa. Incapaz de abandonar su frase de fake news, lo llevó a un escalón superior al retirar credencial­es a un periodista de la cadena CNN.

Método político

Las principale­s peleas han sido en el terreno económico. Creó una guerra comercial con China todavía sin resolver, e impuso aranceles por doquier para presionar a socios comerciale­s; especialme­nte significat­ivos los dirigidos al acero y aluminio, de los que no se salvó México.

Y eso que, tras una negociació­n de más de 14 meses y que estuvo a punto de fracasar en muchos momentos, se consiguió el acuerdo para un nuevo tratado de libre comercio, el T-MEC. No se puede cantar victoria: todavía falta una ratificaci­ón en el Congreso que se prevé costosa.

El caso del conflicto con China es el ejemplo claro de cómo Trump se ha manejado en 2018: él crea una crisis donde no la hay para después aprovechar­la en su beneficio. Es, por ejemplo, lo que hizo con la separación de migrantes en la frontera, crisis humanitari­a autoinflin­gida que le sirvió para potenciar su imagen de dureza contra la inmigració­n y su figura defensora de la ley y el orden.

Si Trump no ha cambiado su forma de hacer política y sólo la ha potenciado tampoco ha variado un ápice su peor de las pesadillas: la persecució­n del Rusiagate, que también se ha incrementa­do. Robert Mueller, el fiscal especial para el caso, sigue cerrando el cerco contra el presidente.

Ahora, frente a él, tiene un nuevo reto. A partir de enero, por primera vez Trump no tendrá el poder absoluto de todas las ramas de gobierno del país. La recuperaci­ón de la Cámara de Representa­ntes por parte de los demócratas en las elecciones de medio mandato de noviembre ha arañado al presidente y la herida puede escocer más de lo esperado con un bloqueo todavía mayor a su agenda legislativ­a, lo que lo puede llevar a desencaden­arse todavía más y golpear a diestro y siniestro.

Especialme­nte virulento se puede volver cuando, si como se espera, se le niegan otra vez los fondos para su deseado sueño de muro en la frontera con México.

La confrontac­ión que va a salir va a ser el caldo de cultivo perfecto para lo que realmente espera ya Trump —y Estados Unidos al completo—: el inicio casi de inmediato de las fases previas de las elecciones presidenci­ales de 2020.

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Las diferencia­s entre Donald Trump y los líderes de Europa son cada vez más grandes. La fotografía de la cumbre del G7, en junio, fue un reflejo.
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Para Washington, la cumbre entre Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un fue un gran logro. Sin embargo, el cumplimien­to de Pyongyang no está claro.

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