Patek Philippe
Destila relojería de excepción con sus piezas especiales Rare Handcrafts
Cada año, en Patek Philippe se crean alrededor de 40 piezas únicas; responden al nombre de Rare Handcrafts y son, ni más ni menos, que el testimonio más elocuente de la rica historia y tradición de la manufactura ginebrina. Un sueño de coleccionista en el que sobresalen los relojes de sobremesa Dôme por sus motivos y composiciones, pero sobre todo son trabajos en los que Patek Philippe muestra su dominio y sensibilidad ante las artes decorativas que siempre han acompañado a sus creaciones. Y no sólo a las más singulares.
Para entender su valor, lo mejor es remontarse a los orígenes de la marca, al momento en que fue fundada en 1839. Ya entonces, bajo el nombre de Patek, Czapek & Cie, empezaron a encargar el grabado de los relojes a los artesanos ginebrinos, que gozaban de una merecida fama tanto en esta disciplina como la del esmalte, que sería el siguiente capítulo en indagar la casa (recordar que seis años después de su creación se incorporaría Adrien Philippe), para convertir sus relojes en un prodigio estético junto a otras artes decorativas imperantes en la época, como el guilloché.
Es importante recordar que el siglo XIX hay que considerarlo como el siglo de oro para los artesanos ginebrinos. No había relojes de bolsillo creado en Ginebra que no tuviera algún tipo de ornamentación. Era su signo distintivo, y dejó excelentes creaciones particularmente entre 1820 y 1900. El comienzo de siglo y especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial iba a marcar su declive, salvo en Patek Philippe, donde la familia Stern mantuvo la tradición a pesar de que hubo un tiempo en el que nadie valoraba estos trabajos.
La Gran Dama de Ginebra mantiene vivos los oficios artesanales más exquisitos de la relojería. Una colección de guardatiempos concebida bajo la mirada artística más creativa