El Universal

“Volvemos a la normalidad pero el daño está hecho”

- ARIADNA GARCÍA Enviada —politica@eluniversa­l.com.mx

••• Tijuana.— Baja Marina es una lavandería con más de 25 años de existencia en la zona norte de Tijuana, desde hace tres semanas sus ventas disminuyer­on por la presencia de la caravana migrante.

Esta lavandería, dirigida por Hiram Humbert, se ubica a unos 50 metros de la entrada principal de la Unidad Deportiva Benito Juárez, lugar al que llegó en un principio el contingent­e de centroamer­icanos.

El problema mayor fue cuando los migrantes comenzaron a salirse del deportivo y se apostaron en la calle y bloquearon los accesos a la zona.

“Tuvimos que cerrar por seguridad y desde hace tres semanas no hemos tenido casi ingresos. Hablamos que de nuestro negocio dependen 15 familias y ahora vienen los aguinaldos”, lamentó Hiram Humbert.

El tijuanense afirma que no se opone a la caravana, pues su familia es inmigrante, pero, señala, impera el desorden en la zona, lo que genera temor entre la gente y sus clientes.

“Es más, yo les ofrecí trabajo y no saben hacer las cosas, pero les quise enseñar a desmanchar, planchar, manejar la lavadora y nada. Hay que entender que mi negocio es tratar ropa ajena, no puedo arriesgarm­e. También ofrecí trabajo de limpieza y no quisieron”, destacó.

La lavandería comienza a recuperars­e, luego de que los migrantes fueron trasladado­s a otro albergue, pero los 200 que quedan en el lugar mantienen cerrada la cuadra.

“Por lo menos mis clientes ya comienzan a regresar, aunque ello no quiere decir que voy a recuperar pronto lo que perdí que no sé cuánto fue”, indicó.

Se quedan sin desfile. Los 400 alumnos de la Escuela Primaria Gabriel Ramos Millán se quedaron sin desfile del 20 de noviembre, kermés y villancico­s por la presencia de migrantes en la zona.

Carmen Rodríguez, presidenta del Consejo de Participac­ión Escolar, está molesta y se dice consciente de que se han perdido dos semanas de clases que no se recuperará­n: “Tuvimos que cerrar la escuela por la seguridad de los niños. Los migrantes les pedían dinero, les quitaban su comida, los suéteres”, contó.

Los padres de familia de la escuela pidieron a las autoridade­s del ayuntamien­to reforzar la seguridad, pero la realidad los rebasó.

La escuela cerró también por una condición sanitaria, porque en uno de sus costados, los migrantes pernoctaba­n, comían y defecaban.

La intención es que esta semana los alumnos de la Ramos Millán puedan regresar a clases, “pero el daño está hecho”, consideró Rodríguez.

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Hiram Humbert, dueño de la lavandería Baja Marina, asegura que tuvo que cerrar su negocio, por seguridad, del que dependen 15 familias.

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