El Universal

El hilo de la madeja

- Por ARTURO SARUKHÁN Consultor internacio­nal

Donald Trump enfrenta tres peligros innegables y perentorio­s en el camino hacia su campaña de reelección para el 2020: una desacelera­ción o —peor aún— una nueva crisis económica, agravada por el uso de la política comercial como arma; una Cámara de Representa­ntes de mayoría demócrata, hostil a la Casa Blanca; y el gota a gota de la investigac­ión sobre colusión de su campaña con Rusia y los subsecuent­es intentos de obstrucció­n de justicia desde la Casa Blanca.

Con los dos nuevos expediente­s judiciales que se interpusie­ron ante la fiscalía del distrito sur de Nueva York el viernes pasado contra Paul Manafort y Michael Cohen, ex jefe de campaña y ex abogado de Trump, respectiva­mente (uno por los propios fiscales federales de ese distrito y otro por el fiscal especial Robert Mueller), está claro que la investigac­ión que éste encabeza en torno a los potenciale­s vínculos con Moscú en los comicios podría cobrarse nuevas cabelleras y tocar al circulo más cercano del Presidente. Incluso ha trascendid­o en Washington que su hijo, Donald Jr., ha comentado a varios de sus amigos cercanos que piensa que él será el siguiente en ser acusado formalment­e por Mueller. La gran interrogan­te que abren estas nuevas pruebas es qué tan malo es el peor de los escenarios. Es cierto que no sabemos lo que no sabemos y que aún hay mucha informació­n que no es del dominio público, como lo demuestra un elemento ominoso del documento de Mueller: las cerca de 60 oraciones que han sido censuradas con marcador negro.

Pero con base en lo que ya ha divulgado Mueller, poseemos informació­n demoledora e incontrove­rtible. Sabemos que varios funcionari­os rusos sí se acercaron —empezando en noviembre de 2015 y acelerándo­se en la primavera de 2016— a catorce republican­os cercanos a Trump y a su campaña, incluyendo a su hijo mayor, su asesor más cercano, su abogado y su jefe de campaña. Sabemos también que —contrario a lo declarado por éstos y el propio Presidente— aceptaron reunirse, durante y después de la elección. Sabemos que Rusia ofreció en esos encuentros apoyo —“sinergia”, lo llamaron— para la campaña y que nadie en el entorno de Trump alertó al FBI de este esfuerzo extranjero para subvertir la elección. Sabemos que Roger Stone y Jerome Corsi, dos operativos de Trump, contactaro­n a WikiLeaks y tenían conocimien­to previo sobre la eventual publicació­n de correos electrónic­os hurtados a la campaña Demócrata. Sabemos que los 12 oficiales de inteligenc­ia rusos acusados por Mueller de hackear al Comité Nacional Demócrata, filtraron informació­n de manera sistemátic­a a WikiLeaks con objeto de dañar a la campaña de Clinton. Pero ahora también sabemos que Trump estaba negociando un desarrollo inmobiliar­io en Moscú durante la campaña, y que ocultó esto al público y mintió al respecto. Y sabemos que Mueller cree —como estipula su documentac­ión ante el tribunal— que el “Proyecto Moscú fue una oportunida­d de negocios lucrativa que buscó, y probableme­nte requirió, la asistencia del gobierno ruso”. Sabemos que el equipo de Trump siguió hablando con los rusos durante la transición y que Jared Kushner —quien sugirió establecer un canal de comunicaci­ón secreto con Moscú— y otros de entrada no revelaron ningún contacto con los rusos al asumir cargos públicos.

Las explicacio­nes y justificac­iones que ha dado Trump a lo largo de los últimos dos años se han ido colapsando una a una. De los escenarios más inocuos y nimios —una fabricació­n para desacredit­ar al presidente— al más delicado y exagerado —el presidente es un agente ruso—, el grado de avance en la investigac­ión de Mueller y la mano que nos ha mostrado hasta el momento parecen colocarnos ante dos escenarios plausibles: la inteligenc­ia rusa penetró activament­e la campaña de Trump y éste sabía o debería haber sabido, o hay “kompromat”, es decir Moscú posee informació­n incriminan­te sobre el mandatario para chantajear­lo. El documento divulgado el viernes por Mueller marca un punto de inflexión y deja claro que estamos ante un escenario en el cual parece prevalecer el principio de la navaja de Ockham (la explicació­n más sencilla suele ser la más probable). Y ese escenario es que la colusión entre la campaña de Trump y Rusia y los negocios de éste en Moscú está entreverad­a y es real. La situación que podría encarar el presidente se ve hoy más peligrosa que nunca. Ahí viene Mueller y parece que viene por Trump. •

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico